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El día del Egabrense...¿hambriento?
09.09.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Resulta muy triste observar que en un acto de homenaje a todos los egabrenses que se encuentran distantes de esta tierra, que la llevan en el corazón pese a la distancia, acudan otros egabrenses -que lo más lejos que se han desplazado a lo largo del año sea para ir de compras al Carrefour e incluso, a Fuengirola o Torremolinos, este verano- para dar la nota por encima de todo.
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40 minutos más (última estación)
31.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
Los Tyler se abrazaban al cuadro de su hija en el hall mientras le quitaban el polvo con tal delicadeza que hasta me hicieron recordar el último beso que me dio mi madre antes de subir al último tren que la llevo a los brazos de un estúpido secretario de la embajada española que la invitaba cada noche a ver la película de su vida de cenicienta. No nos quedaba tiempo. Cuatro puntos vinculados y distanciados en el tiempo. La vida recién sembrada, la vida recién sembrada? Me preguntaba insistentemente. Cogimos el coche y partimos ciudad abajo hasta el sur, dónde las guarderías eran como zoológicos y eran los niños los que dejaban a los padres para educarlos. Allí nadie nos daba pistas ni paradero alguno sobre Sara, la búsqueda está en nuestro interior? Maldito seas mil veces mil, Hyde. La vamos a encontrar, pero el tiempo corría en nuestra contra y no sabíamos lo que iba a pasar en cuestión de veinte minutos agotadores. Al llegar a la guardería, la única pista hasta el momento, vimos que no había nadie en su interior, las luces apagadas, el timbre desconectado y todas las persianas abajo. Unos tipos que había en los alrededores nos dijeron a cambio de unos dólares, que despintaban tristeza en los bolsillos de Michael, que un tipo bastante raro y misterioso llevaba a una niña de la mano paseo abajo y decía que era su nuevo papá. El tiempo se agotaba y las ideas no fluían. Un escalofrío recorrió nuestro débil cuerpo cuando la madre de Sara vio una pulsera de su hija al lado de una toma de agua cerca de las viviendas marginales del sur de la ciudad. Buscamos y buscamos, preguntamos a todo el mundo, incluso un pobre viejo sin canas nos dijo dónde encontraríamos a la pequeña y nos describió a la perfección a Hyde.
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A mi vecino de arriba
25.08.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Cabra, 24 de agosto de 2008
Querido bloguero que escribes a tu justa manera, quisiera felicitarte con estas líneas por haber decidido asomarte de nuevo a tu ventana, aquella que apedrearon vilmente hace cinco meses gentes de barro y caña. Desde tu retiro, el panorama general ha ido mejorado en las formas, pero no en el contenido. Este pueblo sigue igual de parado que entonces. Ya te dije en alguna ocasión que llevábamos sin publicar noticia alguna sobre la creación de empresas de gran calado en esta ciudad, antes villa, desde abril de 2007 y hasta el momento, todo sigue igual. Sabes de sobra que nuestros parques envejecen a la velocidad del viento como presos de un conjuro maligno, mientras que el hada del bosque sigue sumida en un mundo imaginario donde todo es utopía y nubes de algodón. Aquí, en el suelo, la realidad es bien distinta: árboles podados como si fueran camino del aserradero, hierba de 20 centímetros para que paste el ganado, basura y más basura en un parque al que el siglo XXI le está viniendo largo. Gentes esquivando jaramagos de gran altura que florecen en las aceras, chavales en el Paseo huyendo de ratas como conejos, pulgas desfilando por el adarve de la Villa y veintunamil historias más para poder afirmar que Cabra avanza en el protocolo pero retrocede en calidad de vida.
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Llega Septiembre, al fin
23.08.2008 | José M. Jiménez Migueles
Llega septiembre. Y con él la savia nueva del egabrensismo. Por vez primera, muchos jóvenes se suben a las carrozas que siempre han visto desde la acera, muchos apuran las horas de feria aguantando hasta el tope horario que han puesto en su casa. Son ellos, jóvenes de 13, 14 o 15 años los que poco a poco van dibujando todo un óleo de formas que, con el paso de los meses, se convertirán en la rutina de nuestro pueblo. Siempre en la calle, a uno le da la sensación que conoce a muy poca gente cuando pasea por la plaza, o en el paseo, o en los pubs de la noche. Son cada vez más jóvenes los que toman nuestras calles, los que acompañan nuestros pasos, los que conviven con nosotros, en definitiva.
Y septiembre es la explosión. Fajín rojo y camisa blanca, con cualquier vaquero. Esa es la seña de identidad que a todos iguala los días 4 y 5 de septiembre, cuando un carrusel de carrozas culmine el tradicional desfile del primer gran día de feria. Ellos son la base de nuestro futuro y, como tal, deben de comenzar a conocer lo genuino de nuestra tierra en algo que de verdad les hace disfrutar, la Feria de Septiembre.
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40 segundos
18.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
Reconozco que ese tipo no me gustaba, una de aquellas noches en las que bajé a Epopeya, Freddy Scout, un viejo conocido de esa cárcel iluminada a oscuras bajo tierra como es nuestra estación vital, estaba cenando el postre que habían dejado en la basura los dueños del Hotel Santana mientras contaba, como si de una historia de terror se tratase las malas artes de Richard Hyde. Este individuo llegó a la ciudad empujado por los guardias de seguridad de la última guardería de niños ricos que había al otro lado del puente, después de haberle contado a un de aquellas niñas, Jessie, un cuento para no dormir con la mano entre sus piernas. Estaba acusado de destrozar la dulce vida de niñas y niños amparado en las manos de un maldito abogado que defendía sin escrúpulos a este ser mundano y cruel. Me senté en un banco de Epopeya a esperar el metro que nunca llegaría y comencé a leer la prensa de la semana anterior, porque esta sólo había traído malas y decepcionantes noticias, entre ellas que Greta Brown instó de nuevo a sus jueces para que cerraran el dulce hogar de los nuestros. Entusiasmado con las viñetas, noté como alguien se sentaba a mi lado, no pegado a mí, pero si a mi lado. Volví la mirada y vi los ojos del placer incontrolado, era Hyde y estaba conmigo, sin respiración seguí leyendo y a los diez segundos comenzó a cantar una nana con una voz que helaba la sangre, “ya está encerrada, la niña está encerrada, sólo quedan 40 minutos, 40 minutos, 40 minutos…..”
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Tonos grises sobre azul (un caso más).
01.08.2008 | Eduardo Luna Arroyo
A través de la lente sucia de sus gafas de lejos, Roxanne, soñaba con los ojos abiertos un nuevo despertar después de la última sobredosis que la condenó al suicidio cerebral. Los titulares de aquel fatídico miércoles en todos los diarios, anunciaban la necrológica de una mujer viva abrazada en la cama del mejor hotel de cinco estrellas para ella, el hospital Saint Vincent. Roxanne era una chica call de 22 años desamparados de vida, absorbidos por el absurdo cuento de hadas de las drogas, la prostitución y el alcohol de las calles de la ciudad más negra. Recuerdo verla subirse a coches de lujo a altas horas de la mañana y volver de madrugada cuando el olor nauseabundo de los hombres y mujeres que la contrataban corría levemente por sus hombros sin despojarse el abrigo de 3000 dólares que le había regalado el jefe del mayor grupo de comunicación de la metrópoli, Leonard Simpson. Todos hablaban de ella, incluso su madre ciega de corazón, preguntaba en la calle si alguien había visto alguna vez el color dulce de su hija que nunca volvió a casa después de comerse el último pastel del día de navidad. Roxanne, después de jugar y arriesgar su identidad caía sin control en el oscuro abismo de la corrupción del alma y la inconsciencia. En esos días salió a la luz una noticia que todos esperábamos en la ciudad, Simpson, estaba metido hasta la cejas en el manantial del tráfico de armas, drogas y corrupción política. Los diarios ardían en las manos de la gente, todos esperaban que ese tipo desalmado y sin escrúpulos, cayera sin paracaídas desde su metro noventa de altura a los tacones de la justicia.
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Un presidente para la Agrupación
17.07.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
A partir del viernes correrán nuevos tiempos para la Agrupación General de Hermandades y Cofradías de Cabra. De nuevo, un hombre se pondrá al frente de una de las instituciones más complicadas de la localidad, en su papel primordial como árbitro de Cofradías al no haberse presentado ninguna candidata. Al igual que indicara Antonio Ramón Jiménez, en su artículo aparecido días atrás en Arimatea, haré hincapié en las siguientes líneas sobre la idea primordial que debe regir el próximo Cabildo de Elecciones: la Agrupación no es una Cofradía. A la hora de elegir la futura Junta de Gobierno los hermanos mayores o sus representantes deberían basarse más en el programa que proponen los candidatos que en otras menudencias absurdas que no llevan a nada positivo y que van encauzadas a buscar polémica gratuita, que desde luego podría haber estado servida si alguno de los candidatos se hubiera despistado en los días pasados. Por suerte no ha ocurrido
Para redactar la información que hoy hemos ofrecido en nuestra cabecera ha sido necesario proceder a la lectura minuciosa de las propuestas de ambas candidaturas, que contienen apuntes para todos los gustos. Evidentemente me he quedado a título personal con una. En su contenido se aportan las líneas fundamentales que debe seguir un organismo que goza de más de 6 décadas de trayectoria en nuestra localidad, pero sobretodo se reconoce la idea fundamental sobre la que se cimenta la Agrupación: el consenso entre las Hermandades como parte fundamental de la Iglesia.
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De rosa palo
07.07.2008 | Eduardo Luna Arroyo
El odio quiso invitarme a jugar una partida de mus, pero preferí escribirle versos a la luna menguante y mofarme de las agujas del reloj que me increpaban y perturbaban el placer de una mirada al presente con desprecio al pasado. Las campanas del reloj de la Plaza Black´s Angels sonaban al mismo ritmo que caían los trozos de hielo en un whisky añejo del 95. Faltaban horas para salir camino del aeropuerto pero el destino me deparaba una noche llena de rosa y añil, de caramelo ácido y cigarrillos de épocas pasadas. En Old Queen, un pub sólo apto para viajeros sin destino, se mascaba algo distinto, Sara, Jim, Anthony, John, los ricos de la calle 46 que daban dos vueltas a la ciudad antes de engañar a sus parejas para que todo el mundo supiera que ser rico no es ser feliz. Harry, me envío una nota con un chico, un inmigrante español que había contratado meses antes, dónde ponía, -maldito seas, ya no quieres saber nada de tu gente-. Con una sonrisa y un brindis a través del cristal, Harry me perdonó, al menos por unos minutos. Pero llegó el momento, Bárbara, una antigua concejal del partido conservador y contraria a todas las políticas sociales que tuvieran que ver con el amor entró a aquel pub, de sentencias nocturnas, con Jane, otra antigua concejal pero en este caso del partido comunista independiente (otro raro invento para vivir de los impuestos de los pobres ciudadanos).
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HUESOS
22.06.2008 | Eduardo Luna Arroyo
Cuando la conocí tenía los cabellos dorados al igual que el oro que robamos a los aztecas. Su sonrisa penetraba de manera suave por mi retina y el sabor de mis labios al verla era como un cuando te tomas un café con mucha azúcar. La noche no tenía rasgos positivos ni presagios alentadores. Después de la trepidante aventura de Íman, no tenía el alma para más sobresaltos. Encendí un cigarrillo con el calor de unos labios sedientos de paz. Sólo habían pasado días tras aquella aventura sinfín en las sucias calles del Golden Pub.
Mientras se consumía el cigarro, bajé de una manera relajante las escaleras de mi dulce hogar de historias incompletas. Noté algo raro en las paredes y un murmullo destrozaba al silencio de lo que se avecinaba. Los ciudadanos de la estación del metro pegaban en las paredes fotos de una joven que había desaparecido, aunque vivía con sus padres en la segunda planta de una casa perfecta. La reconocí al instante. Era ella, la princesa de cabellos dorados y mirada de azúcar, la vecina de una antigua mujer que se casó conmigo y luego firmó el divorcio con mi abogado. Andrew Stanley, una promesa en el mundo político de la ciudad y una aspirante al título de presidenta de su partido. Pero por qué los carteles?, por qué su búsqueda?, que ocurría en Epopeya?.
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Desacelerar sin freno
19.06.2008 | Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Recuerdo ese mes de junio de hace ahora 14 años, finalizaba un curso escolar en el que mi vida daría un giro brusco. Había consumado los estudios de la EGB y estaba a punto de matricularme en el Instituto -entonces de bachillerato- Aguilar y Eslava. Mi padre, orgulloso de que hubiera preferido seguir estudiando, decidió regalarme una bicicleta de montaña en color verde, ya que la que hasta entonces utilizaba (y todavía conservo) no daba más de sí. Tenía un solo piñón y una corona además, la tija que soportaba el sillín se había torcido de tanto elevarla cada vez que crecía unos centímetros. Fueron unos años felices donde la inocencia de un niño que acababa de dejar la escuela no estaba al tanto de la crisis que venía arrastrando el país desde 1993. Aún así observaba extrañado las dificultades que atravesaban las familias de algunos de mis compañeros para comprar ropa y conseguir libros de texto, de segunda mano, para que pudieran estudiar sus hijos. En mis recuerdos todavía guardo aquellos comentarios que recriminaban al último gobierno de Felipe González ”así no se puede vivir”.
Eran tiempos en los que Luis Roldán emprendíó la fuga y nuestro ídolo vestía de amarillo durante el mes de julio. En esos días calurosos y de fuerte sequía, los españoles nos quedábamos embobados frente al televisor observando, con satisfacción, como aquel Navarro de gran estatura y poca expresión subía las cuestas más escarpadas de las cordilleras alpina y pirenáica. El Tourmalet era símbolo de espectáculo y en casa, mi padre y yo no consentíamos que se cambiara de cadena mientras mis hermanas, mi madre y mi abuela se aburrían con el deambular del pelotón. Alguna vez hacían el amago de darle al botoncito, lo que suponía una bronca justificable al coincidir con el inicio de algún ataque, en los momentos clave de la etapa.
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