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Entrevista a José Manuel Valle Porras

29.10.09 CABRA - Escrito por: A.R.J.M. / J.M.J.M.

El próximo sábado 31 de octubre, a las 20:00h. se presenta en el Círculo de la Amistad el libro "El rumor de las piedras. Heráldica y Genealogía de Cabra" de José Manuel Valle Porras, colaborador de LA OPINIÓN DE CABRA. Ofrecemos a nuestros lectores una entrevista con el autor de este interesantísimo trabajo, a la vez que hace extensiva la invitación del Ayuntamiento al acto de presentación del libro.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

El origen del libro se encuentra en un trabajo que realicé el último año de la carrera de Historia, para la asignatura de Sigilografía y Heráldica. El trabajo consistía en describir los escudos de armas que encontrase en Cabra. En aquella ocasión me limité a unos 20 escudos, aquellos que encontré por las calles del pueblo. Pedí a Felipe Osuna que me los fotografiara y luego realicé la descripción heráldica de cada uno de ellos. Se trataba, en suma, de un ejercicio académico para aplicar lo que estábamos estudiando en esa asignatura.

A partir de ahí, sin embargo, mi profesor me propuso la realización de una investigación mayor, que recogiera con exhaustividad todos los escudos existentes en Cabra, incluyendo los que se ubican en retablos de iglesias. A la reproducción de estos blasones y su descripción heráldica se sumaría un apartado genealógico, en el que se identificase la familia propietaria de los mismos y se describiera brevemente su presencia en la localidad. La idea me entusiasmó –tenía entonces apenas 21 años–, y de aquella propuesta y de aquel entusiasmo surgieron meses de trabajo de recopilación de escudos, descripción de los mismos e indagación en archivos y bibliografía, con la guía, asesoramiento y correcciones de mi profesor, Manuel Marcos Aldón.

¿Cuántas fachadas conservan la historia de sus linajes y cuántas la han perdido?

Es muy difícil responder a esa pregunta. El principal problema es que carecemos de un inventario exhaustivo y periódico de las casas blasonadas que hubo en Cabra en los siglos XVII, XVIII y XIX, muy necesario para saber todas las que hubo, tanto las que llegaron al siglo XX como las que desaparecieron mucho antes, de lo cual también se dieron casos. Ese recuento estadístico y diacrónico no existe, de forma que hay que basarse en fuentes indirectas y fragmentarias, sobre todo en los diversos tipos de expedientes e informaciones de nobleza que se hicieron a lo largo de dichas centurias, en los cuales es frecuente encontrar la descripción de los escudos de armas que una determinada familia poseía en su casa y capilla.

Otra fuente muy importante son las fotografías antiguas. Gracias a imágenes de los años 70 ha quedado testimonio de escudos que, actualmente, están desaparecidos. Lo cual no significa que hayan sido destruidos. De hecho, estoy convencido de que la mayoría de los escudos que ya no ocupan su lugar en una portada se encuentran en el interior de alguna vivienda, frecuentemente en una vivienda de Cabra. Desde el momento en que un escudo es quitado de su fachada y alguien se lo lleva a su casa podemos decir que el rastro está perdido. Mi única esperanza es hacer un llamamiento a los ciudadanos de nuestros pueblos para que nos hagan saber que en su patio o en su salón conservan tal o cual escudo antiguo, para que nos permitan fotografiarlo y dejar constancia de él. Es lo único que desearía. Nadie se los va a quitar, pero ellos sí pueden hacer ese aporte a la historia.

Dicho todo lo anterior, creo que me podría atrever a hacer una estimación orientativa, ni siquiera aproximada. Puedo decir que lo desaparecido es muy numeroso, y que fácilmente podríamos estar hablando de que actualmente conservamos en su lugar original menos de la mitad de los escudos de portadas que llegó a haber en Cabra hasta hace, digamos, cuarenta o cincuenta años (en Lucena, con mayores fundamentos documentales, he llegado a esta conclusión: que desde entonces se ha perdido en torno a un 60%). Y digo escudos de portadas, porque los de las capillas en iglesias se han conservado mejor, aunque también ha habido pérdidas.

¿Tendría que haber medidas de protección al menos para los escudos y que se tuvieran que quedar en las nuevas fachadas?

Lo sorprendente es que, desde al menos 1963, existe una legislación estatal que protege los escudos y prohíbe cambiarlos de lugar o modificarlos sin autorización de las instituciones públicas. La ley encomienda a los Ayuntamientos la responsabilidad sobre la vigilancia y conservación de este patrimonio. Por tanto, lo que ha ocurrido es que, una vez más, existía la norma pero ha faltado una rigurosa aplicación de la misma. Sé que a menudo es inevitable derribar un edificio, pero eso ha sido una y otra vez la coartada para que desaparezcan sus escudos, que ya no figuran en la nueva fachada, y eso siempre con la pasividad e incluso complicidad de los Ayuntamientos. Puede parecer que, cuando hablamos de desaparición de escudos, nos estemos refiriendo a una cuestión del pasado, como si hoy fuésemos mucho más conscientes del valor de nuestros inmuebles antiguos. Pero no hemos mejorado tanto. Basta leer mi libro y comprobar que entre la elaboración de lo fundamental del mismo –allá en 2002– y su tardía publicación en este año, han sido varios los escudos que han desaparecido o sufrido daños en Cabra.

¿Es nuestra ciudad, o lo ha sido, prolija en casas solariegas?

Ya advirtió Joaquín Zejalbo, en uno de sus artículos genealógicos en la vieja La Opinión, que Cabra era, en el siglo XVIII, una de las localidades con más densidad nobiliaria de la provincia. Sin duda Cabra –como Lucena, y más que Baena, por ejemplo– disfrutó abundantemente en el pasado de ese embellecedor elemento que fueron las casas solariegas o principales de sus familias nobles. En las calles Alonso Vélez, Álamos, Priego o San Martín, especialmente, fueron muy abundantes. Sin embargo, hasta nuestros días apenas han sobrevivido más que las fachadas de estos edificios, aunque aún conservamos alguno íntegro, como es el caso de la casa solariega de los Heredia en la calle Priego, o la de los Luque en la calle Juan Carandell.

De las que se han perdido ¿cuál es la casa y la historia de sus moradores más interesante?
Lo cierto es que las historias de las familias nobles de Cabra y, por tanto, de sus casas, son variadas y cada una ofrece anécdotas más o menos interesantes, según los gustos. Creo que ese es el principal atractivo que, aparte del científico, puede tener mi libro. Podemos hablar, por ejemplo, de una casa que ya no existe, la de los Fernández Tejeiro, donde estuvo el Jardín Cinema y actualmente las viviendas en cuyo bajo se encuentra el Mercadona de la calle Priego. Pues bien, la ya desaparecida casa de los Tejeiro era una de las más destacadas de Cabra. Aparte de su portada de piedra coronada del escudo de armas enmarcado por dos leones, en su interior existía una preciosa cúpula dieciochesca, labrada con adornos de águilas y motivos vegetales, y con cuatro escudos en sus pechinas. Una pequeña joya que ya no tenemos en Cabra. Afortunadamente, alguien del pueblo se movió y, al menos, se logró su preservación. Actualmente, esta bonita cúpula se encuentra en el Palacio de Viana de Córdoba. Cualquier visitante la puede encontrar, si no recuerdo mal, al final de la visita a este edificio, justo encima de las escaleras que dan acceso al patio, tras el paseo por las dependencias interiores del Palacio.

Hay otras casas solariegas en esa misma calle Priego, como la de los Heredia, familia que también tiene sus anécdotas. Contaré una sola. Los Heredia eran una más de las muchas familias nobles que llegaron a Cabra por su condición de servidores del conde. En concreto, era un tal Alonso de Heredia el que se encontraba en Cabra ya en 1633. Este hombre fue el que mandó labrar el escudo que actualmente se conserva en el número 42 de dicha calle. Estos Heredia eran parientes de los Cabrera, que también llegan a Cabra en el XVII y que igualmente nos han dejado sus escudos, en este caso en la capilla del sagrario de la iglesia de la Asunción. Tanto los Heredia como los Cabrera procedían de Serón, una pequeña población de Soria, donde ya antes de salir hacia Cabra tenían sus escudos labrados en las casas solariegas y en las capillas respectivas de cada familia en la única iglesia parroquial de aquel lugar. Lo curioso del caso ha sido que, a través de Internet, contacté con una persona interesada en la heráldica que vivía cerca de Serón. Me hizo el favor de echar un vistazo y me aseguró que ya no quedaban escudos de los Heredia ni de los Cabrera en las calles de aquel pueblo. En la iglesia parroquial tampoco encontró nada, pero cuando estaba a punto de tirar la toalla vio, apartado en un rincón de una capilla, un escudo pintado sobre madera con los siete castillos de los Heredia. Era, en efecto, un escudo que esta familia poseía ya a principios del siglo XVII, antes de que el caballero de la orden de Santiago Alonso de Heredia viniese a Cabra, levantara aquí su casa y mandara hacer otro escudo con los siete castillos de su linaje. En momentos así uno se emociona como investigador. Además, y por otra parte, es un testimonio claro, palpable, del variopinto origen que en todo tiempo tuvo la gente de Cabra.

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