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Efectivamente Valera fue elegido hace 151 años y al no haber entrado, su plaza quedó vacante el 6 de abril de 1886. De nuevo, por segunda vez, el 4 de enero de 1899, fue elegido para la medalla número 2 y esta vez tomó posesión, pero lo hizo casi seis años después, el 18 de diciembre de 1903, muy anciano y ciego.
Preparó su discurso de ingreso y ante su estado de salud, fue su sobrino Emilio Alcalá-Galiano, conde de Casa-Valencia y académico desde 1877, el encargado de leer su discurso de ingreso, que llevó por título «Teorías filosóficas y políticas del Excmo. Sr. D. Antonio Cánovas del Castillo».
El propio Valera escribió para ese discurso de ingreso en 1903: «Abandono o desidia, que carecería de disculpa si la modestia no se la diese, me impidió entrar aquí entonces» refiriéndose a la elección del 21 de enero de 1873. Y señalaba a los señores académicos en sus primeras palabras: «Con indulgencia y bondad tan grandes que nunca sabrá ni podrá pagar cumplidamente mi gratitud, fui elegido por segunda vez, hace ya tiempo, individuo de número de esta Real Academia (de Ciencias Morales y Políticas). Convidado generosamente a tomar en ella asiento estuve ya otra vez» y aludía a la nueva elección de 1899.
Por tanto Juan Valera fue académico de Ciencias Morales y Políticas pero apenas participó porque falleció apenas dos años después de su ingreso, en abril de 1905.
La contestación a Juan Valera, tras la lectura que realizó su sobrino Emilio Alcalá-Galiano, fue realizada por el Marqués de la Vega de Armijo, Antonio Aguilar y Correa, presidente de la casa - entre otras muchas responsabilidades políticas - que, entre otras consideraciones, calificaba así al insigne egabrense:
«Don Juan Valera es tan conocido entre los hombres de saber, que para nada es necesario justificar su doble elección por esta Academia.
Valera, el primero de nuestros estilistas, novelista insigne, escritor castizo, habiendo desempeñado los puestos más importantes como diplomático en Portugal, Bélgica, los Estados Unidos de América del Norte y como embajador en Austria, Hungría, con acierto y fortuna, viene consagrando su vida entera al trabajo intelectual.
Valera no es únicamente un novelista que al narrar un hecho, o desenvolver un pensamiento en forma de novela, se limite a entretener al lector con la mágica poesía de su prosa; pensador profundo, filósofo, hombre de ciencia, cosmopolita como Stendhal, parece salido de aquella famosa Escuela Normal que creó hombres como Taine, Sarcey, About.
Irónico, pero no sarcástico, su risa sana, la sal ática que rebosa en sus escritos, la claridad extraordinaria con que desarrolla sus conceptos, el helenismo de todas sus obras, evoca épocas desaparecidas, suscita en unos casos el nombre de Aristófanes, recordando en otras ocasiones los Diálogos de Platón.
Y es que Valera se ha creado en la lectura de los clásicos, griegos y latinos. El espíritu de Valera, del más clásico de nuestros escritores, es cosmopolita».
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