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La Estatua
27.04.2008 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
Que ruin fue la actuación de Greta, esa mujer pisaba los escrúpulos con tacones de punta fina y se maquillaba el alma con sangre fría. No podía entender como el poder la había hecho cambiar y su única preocupación era censurar las manos y los labios y la palabra y la libertad y la dignidad y el respeto de todo aquel que intentaba contradecir sus decisiones arcaicas. Desde que subió al poder, Greta tenía pensado cerrar Epopeya, porque entendía que era un foco de mugre, vagabundos/as sin alma y cuatro escritores que se hacían ricos con el aliento hambriento de sus personajes. Esta especie de desalmada a caballo, tenía en sus planes poner fin a la estación de metro más libre y soñadora de los suburbios de la ciudad. Pretendía embargar el alma de los mil diablos que hacían sentirme vivo cada noche. Estaba obsesionada con ella misma, porque al mirarse al espejo roto de su vida, veía a la bruja y a la princesa a la misma vez. Cutty, El Cristiano, Marco, Capo, Harry, Kelly e Iman, de esta última quiero contaros algo más en el próximo capítulo, todos ellos, buscaban una lágrima a precio de saldo para ofrecérsela a la mandataria de su ciudad. La policía tan diplomática, comenzó a asestar golpes de voz y golpes de frío cuando nos manifestamos con el único lema de “sin corazón no se puede gobernar a los débiles”. Greta, desde su sillón vacío de sentimientos y lleno de vanidades, danzaba al son de un blues que sonaba a rumba. Cerraron Epopeya, si, así es, querido lector, pero sólo una noche.
A la mañana siguiente, lleno de heridas y la ronquera de un aspirante a tenor, comencé a escribir en las páginas de Good Morning Express, el único medio en el que no quiso meter sus narices Greta, para dirigir su pretensiones de perpetuidad. La presión de la ciudadanía, que por otro lado y siendo sinceros, deseaba ver abierta la estación porque de lo contrario todos los “miserables” que allí habitaban dejarían descansar su cuerpos íntegros de soledad en los soportales de sus casas de madera y jardín para la hipocresía. Cuando el reloj marcaba la medianoche el inspector Smith, un hombre serio con un olor corporal muy desagradable, abrió la puerta de rejas que habían colocado los operarios del palacio de Greta. Cutty comenzó a tocar el saxo con un gusto exquisito muy poco habitual en su repertorio, es lo que ocurre cuando por unos instantes la felicidad conquista tu corazón y no tu cerebro. Todos volvieron a su sitio y a su paz. Vi como se acercaban a mí con un objeto envuelto en papel de periódico y me lo entregaban. Marco habló en nombre de todos; “aquí tienes lo más preciado para nosotros, nuestras vidas, nuestra biografías tatuadas al calor del frío de una noche en Epopeya, cuéntale a todo el mundo quiénes somos y quiénes seremos, habla del poder autoritario de esta sospechosa de ejercer la política desde el desprecio de una mirada, gracias amigo, hemos vuelto a nacer”. He de reconocer que mi corazón dejó de latir por unos segundos para salir de mi pecho y convertirse en lágrima. Una nueva misión cumplida a favor de los más débiles de alma.
Cuando llegué a casa, no quise poner la tele para evitar la depresión. Entonces sonó el teléfono, era Greta Brown, su voz despreciable me heló la sangre antes de reaccionar con la voz y no con la pluma. –Has conseguido lo que querías?, me dijo con el odio del que teme perder el poder-. Miré, usted no tiene la obligación de llamarme a altas horas de la madrugada, usted coarta la libertad de expresión y pierde el tiempo y ofende la inteligencia de las personas. Déjese de aburrir al público que la contempla en la comedia que representa sólo para los que han votado. Ah! Por cierto, dígale a sus secuaces que no me llamen para amenazarme e insultarme y corrija algo, no sesgue la libertad de mis compañeros en este puñetero oficio de contar las noticias como son y no como usted las ve. Ella, sin querer decírmelo lo dijo; Eres un cero a la izquierda, un gusano que alimenta con mentiras el ego de los indeseables, eres un individuo peligroso. Enmudecí y le deseé buenas noches y mala suerte.
Greta, dedicaba su tiempo a censurar periodistas, a vender lo que hacía sin llevarlo a cabo, a rodearse de su sequito sin ser reina, a humillar a la oposición, a no mejorar lo mejorable, a convertir en estatua a los que nunca han callado y nunca callaran.
A eso de las cinco, respiré tranquilo, la tormenta había pasado, pero algo me decía que al día siguiente, la sangre llegaría al río de la pasión. Buenas Noches.
Declaración de intenciones.
-Ningún político callara la voz del que escribe y suscribe.
-No piensen que estarán toda la vida con un cargo en su ego particular.
-Compañeros, no veniros abajo que la libertad es bella y grande.
-Disponeros a contar la verdad y sólo la verdad.
-Alzar la voz que no vivimos en un régimen o eso creen algunos.
-Si queremos paz, debemos prepararnos para la guerra. La más hermosa, la de la palabra.
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