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La ceniza del miércoles
05.02.2008 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
“Cofradías Egabrenses” marca el antes y después que para él supone estrenar este Miércoles de Ceniza. Como si de un sueño se tratara, se imagina desfilando el Viernes Santo, vestido de romano, al son de aquella melodía tan castiza que le enseñara papá, sin saber, ingenuo, que un año más el alcohol, la litrona y el vaso largo sustituirá a la trompeta, el casco y el capuchón. Su ordenador, es como una especie de archivo discográfico cofrade al más puro estilo Mateo Olaya, capaz de identificar una marcha escuchando tan sólo los primeros compases de la misma, archivo que el Emule, una vez más, ha permitido agrandar hasta lo inimaginable, contribuyendo así a la formación y al disfrute musical de este capillita, sin saber, tan ingenuo, que algunas instituciones nacionales y, por lo que se ve, políticas, lo consideran, en vez de un gran amante de la música, un vulgar ladrón. Allí, escondido entre una humareda de incienso que sus padres intentan en vano evitar cada tarde, navega en foros de Internet, es un hacha del Foro Sanedrín, donde encontró a tantos cofrades tan parecidos a él, sin saber, ingenuo, que en su pueblo hay decenas de analfabetos que tachan a todos los que, como él, participan en estas prácticas tan de nuestros días.
Colecciona fotos. Muchas fotos. Hay ya varias páginas en las que puede descargárselas. De coronas, de mantos, de cruces, de pasos. De imágenes. Todo un tesoro que para él hoy dia tiene un valor casi incalculable, sin saber, ingenuo, que muchas cofradías trabajan de sol a sol sólo para poder poner su hermandad en la calle de la forma más decente posible, aunque después sea vilmente juzgada por los catedráticos de nuestra fiesta. Se frota los ojos ante los cortejos procesionales, maravillado de la vistosidad del color, del aroma de sus elementos, del brillo de sus orfebrerías, de la calidad de su arte, sin saber, ingenuo, la cantidad de miles de pesetas que supone cualquier estreno para cualquier cofradía.
Cree que la Semana Santa hace que las calles de su pueblo estén llenas de gente. De aquí, de allá, de acullá. De todos lados. Y le encanta. Cree que la cantidad de dinero que esta fiesta aporta a la economía de nuestra ciudad, tanto en oficios artesanos como en todo lo que se mueve alrededor de la misma, es bastante importante, y eso que no sabe, ingenuo, la mierda de subvención que el Ayuntamiento da a las hermandades, a pesar de que por la Plaza de España les duela la boca de decir lo mucho que impulsan los movimientos asociativos en el pueblo.
Le gusta ir de cuartelillos, a ver los carteles de todas las hermandades que de alli cuelgan, a hablar de cofradías, sin saber, ingenuo, que en la mayoría ya sólo se habla de la cofradía que ostenta ese cuartelillo en cuestión, que si se habla de otras hermandades sólo es para criticar. Se preparará para el pregón, al que va desde tan joven, el que se imagina dar desde tan pequeño, sin saber, ingenuo, que muchos piensan que capillitas como él, que dejó de ir a misa los domingos porque aquella hora la reservaba al amor, no se merecen dar el pregón de las cofradías de su pueblo con el que tanto disfruta.
Acudirá a uno y a otro ensayo, y disfrutará con cada paso, con cada chicotá, con cada marcha, con cada silencio, con cada intendencia, esperando la edad a la que pueda disfrutar de la trabajadera, sin saber, ingenuo, el peso que se le vendrá encima dentro de unos poco años.
Mañana será miércoles de Ceniza y el niño romperá la hucha para pagar sus tres cuotas. Una vez pagadas, será el momento de recoger su túnica, tan limpia y bien planchada como la devolvió hace ahora un año, colgarla en el armario para que, cada mañana que se vista para ir al colegio la mire y así siga con los sueños de la noche en unos días en los que estos sueños se confunde con el recuerdo, recuerdos que se harán presentes dentro de nada, dentro de unos pocos días.
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