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Mira hacia atrás
24.01.2008 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
La soledad de los días de invierno sesgaba un poco todas mis intenciones de salir un rato de aquel antro oscuro que era mi apartamento, que a veces cuando me hablaba sentía como si las paredes estrangularan mi libertad. Estaba cansado de ver la televisión y esos programas absurdos dónde venden a los más inocentes fajas para perder lo que nunca perderán y utensilios de cocina hoy, que no hay tiempo ni para saborear el olor de las cosas. Entonces y siendo inteligente una vez más, le di al click de la radio para escuchar el sonido de la madrugada y cartas iban y venían mientras la dulce voz de una locutora anónima paro en seco su comentario para hablarnos de los desaparecidos, de los que nunca miran hacia atrás, de los que hipotéticamente dejan de soñar sueños y se alían con las pesadillas más crueles.
Cerca de las cuatro de la madrugada me quedé dormido y a eso de las ocho de la mañana salí a dar una vuelta para comprobar que el día volvía a ser frío y que a mi primavera soñada aún le quedaban algunos días de reposo. En la prensa, de aquel domingo serio y negro, aparecían las fotos de tres niños, uno de ellos llamado Yeremi, una niña llamada Amy y una tercera llama Mariluz, sus rostros reflejaban sueños, vida, sencillez, expansión, proyectos y un guión sin escribir.
Al llegar a casa y abrir el buzón encontré una nota bastante intrigante, -búscame allí dónde no quisieras verme, abre tus ojos y ve en la luz la oscuridad en la que me encuentro, por favor escribe algo sobre los desaparecidos, les queda poco contar a ellos-. Escalofriante, verdad?, la nota venía escrita en un recorte de prensa dónde casualmente aparecían estos tres niños y con algunas faltas de ortografía por lo que pude comprobar escrita por algún niño. Me puse a escribir y las musas no aparecían por ninguna parte, sólo el constante recuerdo de las caras de los tres niños pidiendo auxilio para sordos. Pasaron dos días y antes de tomarme las pastillas para combatir el insomnio tocaron a la puerta de una manera muy delicada y sin prisas. Era él, un niño de unos diez años vestido como si hubiera salido de una escena de la post guerra civil española. Nos miramos por un instante y nuestros ojos se fundieron en un silencio que revolucionó mi corazón. Metió su mano en el bolsillo y me dio una nota escrita por él mismo, no dijo nada, se fue y no conseguí verlo cuando bajó por las escaleras. Yo, aún con el pelo mojado y ojeras de cuatro días, dudaba de si aquello era sueño o realidad, pesadilla o efectos secundarios de las pastillas. La nota tenía como título “Mira hacia atrás”, contaba la historia de los cientos de desaparecidos que hay en este país. Porque nadie los recuerda, sólo los lloran quiénes viven para ver, sólo los evocan los que sus labios se quedaron marcados en un beso, sólo los que sus fotografías sonríen y por eso luchan sin descanso. Impactante verdad, querido lector?. No conocía aquel niño de nada. Mira hacia atrás, mira porque así podrás sentir lo que ellos no sabemos si sienten. Mira hacia atrás para que cuando vuelvas la vista tus ojos secos del llanto besen la boca del que volverá a abrazarte, aquí o en cualquier otra parte.
Cientos de personas desaparecen en nuestro país sin que nadie vuelva a hablar de ellos, es una cadena perpetua anclada al corazón de los recuerdos.
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