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Caño Gordo
20.11.13 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
Caño Gordo es una fuente que está integrada plenamente en el actual paisaje urbanístico de Cabra. En otro tiempo era normal la presencia de manantiales a la salida de los principales caminos de los pueblos, sirviendo de abrevadero a las bestias de transporte. Muchos arrieros y carreteros debieron hacer parada obligatoria en este sitio para saciar la sed de los animales y la suya propia, puesto que el agua de estos aguaderos siempre ha sido considerada más fresca y saludable que la de uso doméstico.
Hoy, Caño Gordo tiene un carácter meramente decorativo, aunque en muchas ocasiones llenen bidones pequeños para transportarlos en furgonetas o en un todoterreno; también son numerosos los viandantes, grandes y pequeños, que se acercan para disfrutar del líquido elemento. El fluir continuo de agua transmite un sonido y una imagen que invita a beber. Dentro del callejero municipal se localiza al final de la avenida Fernando Pallarés o en el inicio de la avenida Fuente del Río; es decir, en dirección a la carretera de Priego.
Desconozco su valor histórico y la fecha de su ubicación (en el pasado reciente estuvo situada en un plano más inferior de la calzada). Estas estructuras: caños de agua, pilares, abrevaderos, lavaderos públicos o albercas para riegos agrícolas eran originarias de los siglos XVI o XVII. Rafael Luna Leiva comentaba estos días en las redes sociales que está hecha con jaspe rojo de la Sierra de Cabra, lo que reforzaba esas señas de identidad egabrense de ecociudad del agua y la piedra.
La descripción aséptica de Caño Gordo, ya documentada, es la siguiente: El agua sale de una pilastra de perfil acampanado, de 60 cm. de anchura y 1,50 m. de altura, situada en la parte central del muro sur del pilar. Éste, orientado en sentido este-oeste, está formado por losas de piedra reforzadas con lañas en la parte superior de algunas de sus juntas y tiene unas dimensiones de 4,30 x 1,30 m. y una altura de 80 cm. La fuente se encuentra rodeada por un pavimento de losas y una barandilla.
Durante algunos años esta fuente formó parte de mi paisaje cotidiano, puesto que vivía a escasos metros de ella. Una zona conocida precisamente como "caño gordo". A la pregunta ¿dónde vives?, la respuesta era la más popular: "en caño gordo", a pesar de que en el anecdotario popular haya quedado para alguna ocasión la respuesta más refinada de "caño grueso". De aquella estancia, donde pasaron parte de su infancia mis hijos, ha quedado en el imaginario lírico de Antonio de Egipto un poema que, con el título de "Caño gordo", evoca sus recuerdos infantiles, en los cuales no podían faltar la presencia de las numerosas moreras incrustadas ya en el acerado de la avenida y que invitaban a los más pequeños a utilizar las cajas de zapatos (joyeros fotográficos de las familias) para la cría de gusanos de seda.
CAÑO GORDO, poema, está incluido en el libro "Un tiempo de bosques salvajes" (Depapel, 2013) donde el poeta camina por un territorio real e irreal en el que aparecen y desaparecen en sus recuerdos personajes y cosas que están y que fueron:
Cuidaba las aguas del pilón
como un manantial dentro del pueblo.
Recogía los frutos de las moreras y
los sumergía en las frías aguas
antes de repartirlos como un dulce manjar.
Con la llegada del calor,
las chicas y los chicos hacían de aquel lugar
una bañera gigante.
Con la caída de las hojas se quedaba solo.
Cuidaba las aguas con esmero,
se sentía importante,
encontraba su rostro en el inmutable espejo
que manaba de su corazón.
Personalmente creo que esta fuente guarda otros secretos literarios de forma transmutada. "Pepita Jiménez" es Cabra, y en sus páginas encontramos esta ficción: "Don Luis apresuró el paso a fin de no llegar muy tarde, y pronto se encontró en la población. El lugar estaba animadísimo. Las mozas solteras venían a la fuente del ejido a lavarse la cara, para que fuese fiel el novio a la que tenía y para que a la que no le tenía le saltase novio". Este texto de Valera nos sitúa en la noche de San Juan, cuya velada se celebraba antaño desde la plazoleta de Santo Domingo continuando hasta más arriba del Paseo, por la carretera de Priego. Unas secuencias desarrolladas en el solsticio de verano en el que los rituales del agua se envuelven en verdadera magia.
Nuestras fuentes, entre ellas Caño Gordo, han de ser respetadas y valoradas, así como su entorno. Tarea de todos es la protección y cuidado, a pesar de que siempre exista una mayor responsabilidad en los que vigilan el patrimonio ciudadano. Nuestra educación en valores debe señalarnos la forma de transmitir este legado en las mejores condiciones de uso y disfrute.
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