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De bache en bache
22.01.2008 - Escrito por: Felipe Osuna Manjón-Cabeza
Cuando me dispuse a sustituir mi antiguo coche, un Ford Escort del año 1995, medité profundamente para no hacer una inversión en balde. Exigía un vehículo que tuviera entre otras prestaciones, la suficiente potencia para salir de cualquier apuro (aquellos que tantas veces nos sorprenden en nuestras malditas carreteras), comodidad, espacio interior, seguridad activa como frenos ABS y pasiva, etcétera. Al final encontré lo que buscaba a un precio más que razonable. Una de mis grandes pasiones es sentarme al volante y disfrutar de la belleza del amanecer mientras me dirijo a cualquier lugar de trabajo, a perderme por cada rincón de nuestra tierra, a vivir la Pasión de Cristo representada por las calles Cordobesas o Sevillanas a primera hora de la tarde y en las Egabrenses cuando cae la noche, a disfrutar de tantas y tantas cosas que nos ofrece esta bendita tierra a pocas horas de nuestra ciudad, al estar situada en el corazón y centro geográfico de Andalucía.
En mi tarea de conductor con ocho años de experiencia, tengo que luchar a diario en las calles de este pueblo, unas vías que me amargan la existencia cuando están colapsadas y es imposible transitar por ellas o, cuando el vaivén odioso provocado por los socavones me zarandea el coche.
Precisamente, hace algo más de una semana, venía tranquilamente de realizar una fotografía para La Opinión atravesando -como barco que afronta el temporal- la traicionera Calle de Santo Cristo bajo un aguacero espeluznante. El contraste del frío exterior con la calefacción del automóvil provocaba un desagradable empañamiento de los cristales, que debía de limpiar constantemente para divisar con claridad los vehículos que podría encontrarme de frente. Al llegar al estrechamiento de la calle, en las inmediaciones del Colegio Ángel Cruz Rueda, un pequeño zagal se atravesó como alma que lleva el diablo ¡menudo frenazo! La rueda trasera derecha rozó el minúsculo bordillo, con tal mala fortuna que la parte trasera del vehículo se desplazó algo más de medio metro. Mi gran suerte fue que no había ningún otro coche estacionado en la margen izquierda, algo poco usual pese a estar prohibido. Una vez recuperado del sobresalto proseguí mi ruta en busca de algo imposible a las una y media del mediodía: aparcar en las calles Alejandro de Vida Hidalgo, Dionisio Alcalá-Galiano, Martín Belda, Cervantes o Teniente Fernández.
No había terminado de recuperarme de un susto cuando, al pasar junto al citado colegio, el coche volvió a moverse bruscamente acompañado de un golpe seco. De inmediato percibí el aire salir de la rueda delantera izquierda. No podía creerlo pero era cierto, al pasar por la zanja de las obras interminables de los colectores, chapuceramente tapada (todo hay que decirlo), el neumático había sufrido un pellizco por culpa del gran socavón que se había generado al arrastrar el agua la tierra provisional.
A todo el que se lo comenté me sonrió descaradamente, mientras me comentaba: “al menos tu familia es del gremio y te saldrá la reparación gratis”. La verdad es que no tengo necesidad alguna de molestar a mi padre, de gastarme un solo euro por culpa de una empresa que no ha sabido culminar unas obras con prontitud y eficacia.
Con suerte, el daño fue leve pero, ¿y si se hubiera doblado alguna pieza de la suspensión del coche a quién reclamo? Evidentemente me iría al ayuntamiento que es el organismo que en principio debe de responder sobre las obras que se están realizando en las calles egabrenses. Aunque no sea el culpable debe ser consecuente de todas las molestias que se han venido generando entre padres y madres de los alumnos que asisten a uno de los colegios afectados por las obras, a los vecinos de las calles que son levantadas una y otra vez en busca de averías y tal, y tal…
Con el coche bien aparcado y con la tranquilidad de navegar con soltura y total libertad, sin afiliación política alguna dicho sea de paso (por si algún concejal lo capta), en los temas y noticias que se producen a diario en esta ciudad antes villa, tropecé ayer sin esperarlo con un nuevo bache. ¡Ay el cartelito! ¡Si es que este pueblo no para de darme sustos y disgustos!
Menos mal que me voy a desquitar por unos instantes con la primera actuación de la comparsa de Juan Carlos Aragón en este carnaval de 2008. ¡Ojalá fuese todo el año carnaval para hablar con libertad sin que nadie después te caliente la cabeza!
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