|
El hallazgo, 3ª parte
08.10.13 - Escrito por: Antonio Fernández Álvarez
Del voluminoso legajo de papeles que componían el sumario abierto al caso de su abuelo solo le interesó la carta que el cadáver porta en su mano, así que ojeó el expediente y cuando la encontró se sentó y colocándose sus lentes de lectura la leyó detenidamente:
"Querida Elena, últimamente discutimos mucho, lo sé, mi carácter se ha vuelto más irascible. Cuando leas esta carta, pensarás que he sido un cobarde y que no pienso nada más que en mí, dejándote sola por este acto tan irracional de quitarme la vida. Pero nuestro médico y amigo de la familia Carlos Pérez, te dirá que solo he adelantado lo que más pronto que tarde me va a suceder, saltándome un largo y penoso sufrimiento de dolor para ti, pues hace cuatro meses me ha diagnosticado un tumor en la sangre, se le denomina LEUCEMIA MIELOCÍTICA, me encuentro una fase que es mu difícil de tratar.
Durante este tiempo he tratado de ocultarte mi estado aunque últimamente, mi fatiga, mi debilidad, mis sudores nocturnos ya te habían alarmado, últimamente no parabas de decirme que visitara a otro médico cuando te decía que Carlos me había dicho que no era nada importante.
Ahora cuando escribo esta carta a modo de despida solo te pido que me recuerdes como era cuando nos conocimos, un joven ambicioso y algo irreflexivo, pero que tenía claro que tú eras la mujer de mi vida y mi profesión mi pasión.
Mi profesión que nos ha dado casi todo lo que poseemos materialmente, y tú que me has dado mi otro gran amor nuestra hija, Ana.
Idolatrada Ana, tú eres mi orgullo, ya con nueve años tocabas el piano para deleite de tu madre y mío. Ahora eres una mujer y nos has dado un preciso nieto. Has seguido mis pasos y has resultado ser una alumna aventajada, pues te consideran mejor jurista que yo, nuestro bufete no perderá nada con mi ausencia. Sé que te enfadarás conmigo cuando leas esta carta, pero siempre hemos hablado que ni tu madre ni yo seríamos una carga para ti. Ha llegado mi hora y de verdad que lo lamento por tu hijo Roberto, mi adorado nieto. Con él estaba volviendo a vivir una segunda juventud, estos cuatro meses él ha sido la fuerza que me impulsaba para aguantar el sufrimiento que me ha causado esta desagradable enfermedad.
Adorado Roberto, tú eres aún muy pequeño, seguramente serás quien menos eche en falta mi ausencia pero también quiero despedirme de ti, mi pequeño, curioso y revoltoso nieto, quiero animarte a que sigas nuestros pasos y aunque tu madre ha dejado el listón muy alto tú serás tan buen abogado como ella por que eres muy despierto y sagaz.
Amada familia, no es un acto de cobardía es un acto de amor, ojalá lo pudierais ver como yo. Os quiero y espero que sepáis perdonarme con todo mi amor".
FDO.: Roberto Martos Arévalo (la firma la podrán encontrar en nuestro espacio de fotografías)
Esta firma solemne no era la habitual de su abuelo, solo la utilizaba para escrituras de compra venta y otros documentos de importancia, por eso cuando vio el extraño dibujo integrado en la rúbrica de su abuelo cayó en la cuenta de que era el mismo que estaba grabado en el plumín dorado de la pluma heredada de éste, así como la talla hecha en el mármol que revestía la chimenea y que daba acceso a la cámara secreta.
CONTINUARÁ ......................................
|
|
|
|
|
|
|
|