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SABER GANAR, SABER PERDER
16.01.2008 - Escrito por: José Peña González
La vida política democrática consiste en la toma del poder por el grupo que cuente con el respaldo mayoritario de la ciudadanía, autentica y única depositaria de la soberanía nacional que, generalmente, a través de los partidos políticos y con motivo de unas elecciones manifiesta a cual de esas fuerzas políticas en litigio cree mas conveniente entregarle la responsabilidad del gobierno, reservando el papel de la oposición a las fuerzas menos votadas. Esto es el abecé del sistema democrático. Elecciones libres y disputadas, respeto a las reglas del juego y aceptación de los resultados. Saber que es la ciudadanía la que coloca a cada uno en su sitio para que cumplan sus respectivos cometidos. Unos – los triunfadores solos o en coalición- para gobernar. Otros para actuar de leal oposición y evitar lo que parece inevitable: los abusos del poder. La vieja y repetida afirmación de Lord Acton sobre la corrupción del poder sigue vigente. Un viejo político español, llevando esta regla a sus ultimas consecuencias, aconsejaba siempre elegir para los cargos públicos a los que se considerasen los mejores pero vigilarles cuando ocupaban el cargo como si se tratara de unos delincuentes. Afirmaba este español, en consonancia con el aristócrata ingles, que el poder tiene la capacidad de corromper incluso a los buenos. De ahí la importancia de una oposición, es decir de los perdedores de las elecciones, que tienen la altísima misión de denunciar estos abusos sea cual sea su naturaleza. Esa es la grandeza de la oposición y la importancia de la misma. Son los vigilantes del sistema. Lo que les obliga a ser más ejemplares que nadie, puesto que difícilmente puede corregir y enunciar el que pueda ser acusado de corrupto. Esa es la grandeza del sistema democrático, modelo exquisito e imperfecto de la cultura política occidental que, sin embargo, no ha sido capaz de inventar uno mejor. El menos malo de los conocidos pero absolutamente necesario.
Hemos sido capaces de llegar a la luna y no encontramos un modelo de convivencia que supere las disfuncionalidades del sistema democrático. Viene todo esto a cuento a raíz de la convocatoria electoral llevada a cabo por el Presidente Sr. Rodríguez Zapatero en uso de sus atribuciones constitucionales. Se abre con ella, en los plazos señalados por la ley, una carrera electoral que permitirá al partido político vencedor ocupar el gobierno de la nación. El día de los comicios- 9 de marzo- inevitablemente habrá vencedores y vencidos. La medida del sentido democrático estará en que unos y otros sepan cumplir el mandato recibido del pueblo. Unos gobernar y otros controlar al que gobierna. Unos saber ganar, y no abusar de su poder. Otros saber perder, reconocer el triunfo del adversario y aceptar que la ciudadanía ha confiado mas en el programa de los otros que en el suyo. Y a nivel personal olvidar los insultos y mantener las dosis de respeto propias de personas educadas. Los otros no son enemigos sino adversarios cuyas ideas pueden ser tan legítimas como las nuestras. Hay que superar en el siglo XXI de una vez por todas el dualismo amigo-enemigo tal como señalaba Carl Schmitt. Estas elementales reglas son las que marcan el termómetro de la cultura política de un pueblo. Ojala todos sepamos respetarlas.
JOSÉ PEÑA GONZÁLEZ
16-1-2008.
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