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No queda otra
21.05.18 - Escrito por: Manuel Guerrero Cabrera
Me reconoce que le ha costado asumirlo. Y estoy de acuerdo con él en su creencia de que se debe a que ha cambiado el concepto de asociacionismo, de quince años para acá.
Le digo que, cuando seis personas fundamos la Asociación Cultural Naufragio en 2006, ya habíamos tenido ocasión de crear y de compartir cultura con la revista Saigón; fue bien, con un grupo muy diverso y heterogéneo de ideas y de expresión, fundamentalmente joven.
Pero desde hace unos cuatro o cinco años surgen asociaciones culturales exclusivas y excluyentes, algunas por ideología (es decir, la cultura del otro lado no es válida, sino solamente una, sin posibilidad de ser abierta) y otras por arrimarse a nombres destacados (no importa mientras a quienes la integran no les importe ser tratados como personas de segunda, lo que dice mucho de la falta de democracia de estos grupos).
Le comento que hace unos quince o diez años había más asociaciones plurales y accesibles. Perteneció -me apunta- a más de una así que ya ha desaparecido por el cansancio de sus dirigentes. Suponemos que todo cambia, como cantaba Mercedes Sosa, aunque no en el sentido de la canción.
Me confiesa que ha solicitado entrar en una de estas nuevas, que ha preguntado cómo hacerlo, cuánto es la cuota y qué requisitos ha de cumplir (por correo y Facebook, incide). La respuesta ha sido el silencio. Nada. Aquí no vale lo de que el que calla otorga, sino aquello de que la indiferencia es peor que el odio. Le doy la razón.
Bueno, lo peor es que les dimos (yo lo hice, sí) voz en Naufragio en recitales, en las páginas de Saigón, en otras actividades. Y duele el silencio de quien no lo esperas. Le he aconsejado que él dé una respuesta clara, pese a su mal: la de la ausencia en estos actos. No le queda otra. No nos queda otra. Uno pone la otra mejilla, pero no la misma.
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