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...con su bandera y su tambor
03.09.13 - Escrito por: José Manuel Jiménez Migueles
Hoy, que hay en internet cientos de fotografías sobre el peregrinar de nuestra bandera y su tambor por las calles de nuestro pueblo, he tenido la fortuna de poder captar una instantánea que, por diferente a las demás, me ha encandilado por lo mucho que transmite. Eran las 18,00 horas de la tarde. Unos 32 grados a la sombra.Buena parte de los egabrenses haciendo hora, en su descanso, para coger con fuerza los fastos que esta noche comienzan con la lectura del Pregón. Y he ahí que por la altura del Jardinito me sorprende primero y me sobrecoge después el redoble de un tambor que para mi es como si escuchara temblar los propios cimientos de mi ciudad.
No había nadie. Ni se le esperaba. Tan sólo ellos dos con su bandera y su tambor. Cumplían una función que sólo unos cuantos privilegiados tienen en este pueblo: la del despertar emoción y alegría a todo aquel que escucha y ve cómo el día 4 de septiembre se acerca a través de tan sencillo pero multicolor símbolo. Bajo esa bandera esta misma mañana se han arrodillado multitud de personas y muchas más lo harán mañana pero, a las seis de la tarde, por el Jardinito, no había nadie. Me sobrecoge pensar cómo gracias a ellos dos, a su encomiable y generoso esfuerzo, una abuela que no puede levantarse del sillón de su salita observa, a través del cristal, la bandera de su infancia. Me eriza la piel pensar cuántas personas que no podrán ver la bandera en la misma calle calle se agarrarán con fuerza a los brazos de su sillón o a las sábanas de su cama ante el redoble de la devoción que hoy por su calle pasa, aunque ésta vacía esté.
Nosotros buscamos su presencia cada día del año que ocupa nuestras vidas subiendo a la ermita, apretando su medalla, en oración alejada pero íntima o en cualquier instante de recuerdo. Hoy, día 3, es un día mágico porque, con la bandera, sentimos que nuestra Patrona es quien busca nuestra compañía. Que es Ella quien anuncia su propio regreso a casa y que lo hace a través de los miles de suspiros que, de nuestros antepasados y de nosotros mismos, en su día quedaron impresos en tan especial tela.
Y todo, conseguido gracias a la entrega, devoción y alegría con la que estas dos personas llevan a todos los rincones de nuestro pueblo el, con seguridad, mayor símbolo que nos une. Sirvan estas pocas palabras para testimoniar el agradecimiento de un pueblo que se siente más feliz y afortunado que nunca cuando estos dos hombres se juntan por septiembre.
Frasky Romero, Manolo Sabariego, gracias.
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