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WASP
09.01.18 - Escrito por: Manuel Guerrero Cabrera
El rol de los poetas en la sociedad ha cambiado. Ahora se dedican, sobre todo, a cantar o a escribir en Twitter o en Instagram frases como las que llevaban mis compañeras (y solamente mis compañeras, de verdad) en el instituto apuntadas en sus cuadernos, para consolar corazones rotos y provocar alguna humedad en las partes privadas de chicas y chicos.
Tiene mérito que no pierdan lectores, pese a lo deprimentes o aburridos que resultan, pero, en fin, no siempre iba a estar Cernuda como referencia o Miguel Hernández como modelo (en especial, por lo mal que lo trata una parte de la izquierda confundiendo el compromiso social con la delincuencia).
Ah, también continúan quienes escriben poesía desde la cumbre de su torre, llena de complejas imágenes retorcidas que no hay quien las entienda... Sí, parece que funciona, porque ganan premios con poesía incomprensible y te los encuentras en la lista infiltrada de las votaciones del Premio Nacional de Literatura (como un fútil parpadeo, no sé qué expresan), llegando a la conclusión de que hasta la poesía escrita por Inteligencias Artificiales resulta más emotiva.
Y tanto es así que la poeta (es una inteligencia, por tanto, femenino en español) WASP, con nombre acorde a las nuevas modas de poeta tuitero o instagrammer, compone poemas inspirados en las obras escritas en el Siglo de Oro:
Marchitará la nieve el fin pesado,
por tal caso con una lengua sola.
Leo que el crítico Ángel Luis Prieto dice que los poemas de WASP son «un desastre»; puede ser, pero resultan fascinantes al lado de la poesía instagrammer-tuitera, de la que ningún crítico con autoridad se arriesga a denominar tan despectivamente. Dice, también, que las Inteligencias no tienen musas; puede ser, pero hay quien las tiene y aportan poemas vacíos y fríos, con los que llegan a la finalísima del Premio Nacional. Sinceramente, puestos a preferir, me quedo con la máquina verdadera, con WASP antes que con poetas humanos inconmovibles.
Echo de menos la línea clara que defiende la poesía de Luis Alberto de Cuenca, que era música antes de que la cantara Loquillo, que es inspiradora y emocionante antes de que ganara reconocimiento, que transmite y habla de mucho más que de corazones rotos y de las humedades corporales: de la vida y de la muerte en todas sus extensiones, de la literatura, de la cultura, del por qué es vital la poesía.
Dicen que hablamos claro, y que nos repetimos
de lo claro que hablamos, y que la gente entiende
nuestros versos, incluso la gente que gobierna,
lo que trae consigo que tengamos acceso
al poder y a sus premios y condecoraciones,
ejerciendo un servil e injusto monopolio.
Dicen, y menudean sus fieras embestidas.
Defiéndenos, Tintín, que nos atacan.
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