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Estimulantes religiosos
15.08.13 - Escrito por: MANUEL MORA Y AGUILAR
Estas son las líneas que en La Opinión, escribía Manuel Mora y Aguilar, fundador de la Romería de Votos y Promesas, en 1913, tras la celebración de la primera romería que tuvo lugar el 24 de agosto.
Cuando los grandes sentimientos populares duermen por faltar elementos apropiados de exteriorización, parece que se extinguen y como que mueren.
Y sin embargo, conviven y existen, aunque velados por la pasividad y el sosiego.
Tiene el caso cierta semejanza, o mejor, peregrina identidad con el fuego que ahoga la falta de oxígeno; o el sol que las nubes arrebujan en el espacio: bastará que el cierzo arrecie, para que el astro fulgure y brille y el fuego flamee y devore.
Las peregrinaciones y romerías, son huracanes espirituales con la virtud de aclarar los horizontes de la fe e inflamar en fuego santo de amor, el corazón de los devotos.
Su eficacia es tanta, que truecan las frialdades y tristezas de la muerte, en llamaradas de calor, movimiento y vida.
Así ocurrió, por dicha, el día 24 del pasado agosto, en la hermosa romería a la ermita de la Madre Excelsa; todo fervor; todo amor y entusiasmo arrebatado, de millares y millares de devotos.
Hubo que tocar de cerca el emocionante espectáculo, para pulsar el máximun de inconmensurable intensidad que el grandioso movimiento popular llegó a alcanzar.
¡Existe, pues, el fervor: no se ha extinguido la fe!
¡Oh, no, y mil veces no!
¡Bien sabíamos que el amor a la Patrona no se puede extinguir, por ser eterno!
Lo que hay es, que cuando el ambiente resfría porque el sol se oculta, o el fuego se estanca porque duerme el viento, precisan ciclones espirituales, peregrinaciones y fiestas para que el fervor rebose y la fe brille y resplandezca.
Lo cual ha confirmado la romería última a la ermita, y probarán más y más cuantos actos de esta clase se celebren.
Quera el cielo que las enseñanzas del grandioso acontecimiento religioso recientemente realizado en el Picacho, sean provechosas al porvenir, entrando de lleno en el camino de la regeneración espiritual, que consiste en provocar galernas sociales, fiestas religiosas en los altos que, avivando el corazón de los devotos, hagan saltar la chispa, o pongan en acción el comburiente preciso para que ardan.
De otra suerte, aunque el amor a la Patrona no haya de morir, por ser inmortal, pudiera continuar aquietado o durmiente muchos años más, haciendo persistir a algunos el lamentable error de que no existe.
M. MORA Y AGUILAR
Cabra, La Opinión, agosto 1913
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