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1 cura, 2 curas, 3 curas
02.01.2008 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Y ninguna familia. Y es que resulta curioso cómo la jerarquía eclesiástica se empeña en salir a la calle para defender una institución tan tradicional como la familia a la par que los que tanto cacarean jamás han llegado a formar ninguna. Porque claro, el tan manido celibato (le doy 20 años para que desaparezca del catálogo de obligaciones de cualquier cura) prohíbe a todas aquellas personas que desean hacer sentir en los demás la llamada de Dios el casarse y poder formar una familia.
Es lamentable el papel con el que la Iglesia está actuando en nuestro país. Resulta cuanto menos indigno las bravuconadas que han lanzado contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Patético. No puede reclamar que resulta una imposición de valores cuando ellos hacen lo mismo: imponerlos. Y cuando además, es totalmente incierto.
Porque decir que la única familia es la cristiana no sólo resulta irrisorio, sino que nos hace presuponer a los demás que la venda en los ojos de estos prelados realmente existe, no sólo para condenar el uso del preservativo, sino también para ver cómo la sociedad española ha evolucionado alejada de Concilios y dogmas, más apegada a la realidad del mundo contemporáneo en el que vivimos.
Pero, lo más vergonzoso es que el cardenal Rouco Varela, se permita el lujo de declarar que ”nos entristece tener que constatar que nuestro ordenamiento jurídico ha dado marcha atrás respecto a lo que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconocía y establecía hace ya casi sesenta años… que la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y por el Estado”. ¿Qué significa eso, señor Rouco, que la legislación que permite el matrimonio homosexual atenta contra los derechos humanos? ¿De verdad ha querido usted expresar eso? No quiero ni pensarlo, de verdad.
Señores de la Iglesia, reaccionen. El mundo avanza y ustedes se niegan a aceptarlo. ¿Con qué derecho hablan ustedes de la legalidad de una pareja homosexual? ¿Con qué autoridad moral hablan ustedes del amor que dos hombres o dos mujeres pueden sentir? ¿Con qué razonan ustedes el porqué dos personas que se quieren no pueden educar a un hijo con la misma garantía con que lo puede hacer una pareja normal? ¿Por qué, por qué y por qué en cada uno de sus casposos discursos alimentan una discordia entre las dos facciones políticas que dividen el país? ¿Por qué no hacen iglesia de verdad y dejan de subirse a estrados en los que conseguir el aplauso fácil?
Menos mal que, como decía Galdos, “así como de la noche nace el claro del día, de la opresión nace la libertad”
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