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Del rechazo a la Constitución
15.12.16 - Escrito por: Manuel Guerrero Cabrera
Uno de los recuerdos políticos que conservo de la adolescencia es una conversación entre algunas personas, hombres todos, por cierto, en la tienda de mi padre, acerca de la posibilidad de que José María Aznar ganara unas elecciones; por lo que, permítaseme la digresión, debí vivirlo en torno a 1995-96.
La conversación acabó cuando uno de ellos dijo que la Constitución existía para protegernos y que, en el caso de que gobernara, no se dudaba de que Aznar la respetaría. Hoy aquellos hombres no dirían esto con la misma tranquilidad si en las próximas elecciones obtuvieran la victoria algunos partidos y, concretamente, Unidos Podemos (lástima que IU y, por consiguiente, Alberto Garzón hayan ligado su destino a este partido que desde primera hora pretende absorber el panorama de la izquierda sin condescendencia; lo que me desilusiona totalmente), partido cuyo líder, Pablo Iglesias, no ha participado en los actos por el Día de la Constitución y, según se infiere de algunas declaraciones, la desprecia.
Es lamentable, primero, que no cumplan con su trabajo, porque, en afinidad con el mío, a mí no me gusta la Lomce, pero no por ello me quedo en casa y la maldigo; y, segundo, resulta frustrante que haya un sector crítico hacia una Constitución de la que no salvarían nada. Aquí está el problema, pues ¿qué pasarán con los derechos que tenemos gracias al texto constitucional si uno de los partidos mayoritarios rechaza su contenido? Es este uno de los problemas de claridad de Unidos Podemos: la escasa o nula atención a los detalles, su notoria declaración de que todo sea blanco o negro. No aceptar la Constitución es mucho más que desear una república en lugar de una monarquía, o de buscar un país que no esté conformado por Comunidades Autónomas, o decir la imbecilidad de que algunos de ellos no la votaron, como si hubiera que redactarse una Constitución cada vez que nace alguien (esto último, además, expresa el poco valor que tiene o lo que representa para algunos diputados de este partido una constitución, sea esta u otra).
Pero España es así de cainita. No se tiene reparos en exaltar a personas que se muestran, valga la redundancia, libremente contra la libertad de expresión de la Constitución. No es la primera vez que ocurre, pues también hubo quienes se manifestaron contra la libertad que otorgaba la de 1931. Para que no se me malinterprete, un sector de la izquierda se está apropiando del rol de denostar la Constitución de 1978, como se ha apropiado de la República, sin compartir nada con otras ideologías, desligándose y, por consiguiente, dividiendo a la sociedad; en lugar de unirse con otros grupos de distinto pensamiento por un objetivo plural. Unos y unas sin los otros ni las otras, dicho con corrección política. Y eso no lleva a ningún lugar; de ahí que resulte incomprensible el rechazo a una Constitución surgida tras una dictadura y en la que participaron distintas ideologías (izquierda, centro, derecha y nacionalismo).
Aquellos hombres que no se fiaban de Aznar en 1995, porque volvía la derecha al Gobierno de España; hoy no se fían de Iglesias, porque no se asegura el amparo constitucional.
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