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VIOLA, VIOLET, VIOLETA
30.11.16 - Escrito por: Rafa Linero
En los últimos meses han llegado a mis manos tres libros que versan sobre ciudades, pero tanto éstas como las páginas en las que se alojan son muy distintas unas de otras. No creo haber utilizado mal la expresión "llegar a mis manos" porque han sido las propias historias (como sucede casi siempre) las que me han elegido como su lector.
El primero, Città Viola, (Invisibile Editore) nos habla de una ciudad donde todo, los edificios, los parques, las calles, los vehículos, la luz y la suciedad, los pájaros que la sobrevuelan, incluso las personas, son de color violeta. La trama comienza cuando un viajero de un inusual color rojo llega a la ciudad. Al principio, la diferencia cromática hace que sus habitantes humillen a su nuevo vecino y lo sometan a un maltrato, primero sutil y después más encarnizado. Él resiste cualquier tentación al cambio y su tenaz empecinamiento hace que algunos empiecen a imitarlo y poco a poco se vuelven también rojos. Sus seguidores se dedican a pintar los edificios de ese mismo color y la ciudad va adquiriendo la misma tonalidad de la sangre, de los atardeceres. Finalmente, sólo unos pocos paganos se empeñan en mantener el violeta original siendo ellos ahora los perseguidos. Aunque la autora, Allegra Belletti, siempre lo ha negado, es imposible no observar en la obra un paralelismo con la evolución de la religión cristiana dentro del Imperio romano.
El segundo ha sido Violet City (Albion Publishing) del taciturno y en ocasiones hosco escritor galés Francis Kendrick. Trata sobre un conferenciante profesional (lo mismo pondera los adelantos de la cirugía cardiovascular que diserta sobre la normativa europea en la resolución extrajudicial de conflictos) que ha perdido recientemente a su esposa, de nombre Violet. Debido a su trabajo siempre se encuentra alojado en hoteles anodinos de distintas ciudades, ciudades que no se preocupa en conocer, ya que cuando no está dando conferencias, se encierra en su habitación, donde pasa el tiempo recordando a su esposa. La novela consta de la suma de todos estos monólogos interiores, sin ninguna explicación sobre lo que le acontece al conferenciante, unidos unos a otros como si fueran una única línea de pensamiento, como si en vez de estar en diferentes urbes se encontrara siempre en la misma, un lánguido lugar habitado por el recuerdo de su esposa, la Violet City que da título a la obra.
El tercer y último libro que he tenido la fortuna de leer se llama Ciudad violeta (Editorial Adeshoras) y ha sido escrito por el autor malagueño Juan Gaitán. En sus páginas, Gaitán explora su propia ciudad, Málaga, pero como los poetas no ven las cosas de la misma forma que el resto de nosotros, ésta se nos muestra convertida en un territorio fantástico. La obra se articula en una serie de textos cortos; disfrutarlos es muy sencillo, basta con posar la vista sobre ellos y pararnos unos instantes tras su lectura para saborear sus palabras como el que paladea un buen vino. Clasificarlos es, sin embargo, más complicado, ya que podemos considerarlos como poemas, relatos cortos o incluso pequeñas guías de viaje de un país donde mezclados con los mortales habitan los dioses, pero unos dioses de lo pequeño, de lo cotidiano; como si el aroma del café, el titilar de las estrellas o las olas borrando lentamente un nombre escrito en la arena tuvieran sus propias divinidades. De la misma forma, las humildes vidas de las personas comunes aparecen envueltas por un hálito mágico que las pone a la misma altura que los grandiosos actos de los demiurgos. Cerramos el libro a regañadientes, lamentando que el paseo por esta ciudad violeta sea tan breve, como el que se resiste a soltar la mano de la persona amada al despedirnos.
Tengo que añadir que tanto Città Viola como Violet City los he leído en sueños, es decir, que son libros que no pertenecen a este mundo, sino a un limbo donde anida todo aquello que aún no existe. Ciudad Violeta, al estar en nuestras estanterías, sí he podido leerlo durante la vigilia, aunque es el único de los tres que ha conseguido hacerme soñar.
Los libros imaginarios pugnan por abrirse camino en nuestro mundo tangible, y para que puedan conseguirlo un libro real tiene que desaparecer. Por ejemplo, para que la extensa La broma infinita de David Foster Wallace llegara a nuestras manos tuvo que volver a la densa bruma de la no existencia el no menos vasto Bromas sutiles para payasos crueles, la única obra de Fermín García-Monturiol. En este caso que nos ocupa, por mucho que Città Viola y Violet City quieran materializarse en nuestras estanterías, intentando seducirnos en sueños, Ciudad Violeta de Juan Gaitán afortunadamente va a seguir con nosotros tiñendo nuestras grises existencias, tal como el autor repite durante toda la obra como un mantra, como un hechizo, como una oración, de un delicado color violeta.
@rafa_linero
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