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Desear la muerte de un niño
11.10.16 - Escrito por: Manuel Guerrero Cabrera
Cuando se dice que alguien es más papista que el Papa, se quiere decir que esa persona tiene más interés en un asunto que quien está afectado por él.
En España estamos yendo un paso más allá y nos encontramos con la variedad de que hay gente más animalista que el propio animal. Esto se desprende del cruel comentario de una tuitera pidiendo a Adrián, un niño con cáncer, que se muera ya. «Mala gente que camina y va apestando la tierra», que escribió Antonio Machado y que le hace flaco favor a los verdaderos amantes de los animales.
A mí no me gusta la tauromaquia y, en resumen, me creo antitaurino, porque lo he pasado muy mal las pocas veces que he visto una corrida y no entiendo por qué hay que clavarle tanta banderilla y pica para rematarlo al final. No entiendo el fin último de matar al toro. Decía don Manuel Alcántara, acerca de lo que denominaba como tótem ibérico, que «las corridas sólo se acabarán cuando el toro se niegue a embestir y los espectadores se nieguen a pagar una entrada». Pero no por esto voy a dejar de admirar a don Manuel, ni tampoco voy a dejar de leer el Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías de Lorca, una de las joyas elegíacas de nuestra literatura, ni voy a desear la muerte del torero, pues no entiendo por qué ha de haber muerte en el ruedo. Bastante muerte hay de por sí en el mundo, destino final de hambres, guerras y enfermedades, como para pedir más gratuitamente. Por eso, me parece despreciable lo de aquella tuitera, que no merece que escriba su nombre, que le espeta a un niño desde la cobardía de Twitter que se muera ya de su cáncer, porque le gusta el toreo; del que probablemente no podrá disfrutar mucho. Por supuesto que hubiera preferido que Adrián tuviera otras distracciones menos violentas que la tauromaquia, pero ninguno de los principios se sostiene tras haber visto sufrir a niños en hospitales, incluso lo que entonces creías importante (política, deporte, literatura...) no merecía serlo. Al fin y al cabo, como también escribió don Manuel: «gracias a Dios tengo contradicciones».
Un niño como Adrián solamente debería reflejarse en versos como estos de Miguel Hernández:
Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma al oírte,
bata el espacio.
No merece ningún respeto quien desea la muerte a un niño. Incluso, la vida, por muy canalla que fuera, no debería quitarle la risa a un niño nunca. Lástima que no sea verdad y que tipas como aquella tuitera se encargue de recordarnos que no es posible.
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