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La comunión
19.05.16 - Escrito por: Clayso
Llega mayo y, con él, uno de los acontecimientos sociales más relevantes: la comunión. Hoy día la inmensa mayoría de los niños no toman "la primera comunión", sino que hacen "la comunión", la primera y la última.
No voy a repetir lo que tanto oímos de que se ha convertido en un acto social más que religioso en el que se tira la casa por la ventana y se hacen regalos desorbitados a los niños. Cada uno es libre de celebrarla como le venga en gana y le permita el bolsillo, faltaría más. Mi reflexión, como catequista que soy, va por otro lado.
Me debato entre mi opinión y la de la Iglesia; parece que prima la cantidad sobre la calidad y yo no lo veo de ese modo.
La raíz del problema está en que la gente se empeña en recibir sacramentos cuando viven completamente apartados de la Iglesia, es decir, toman de ésta lo que les viene bien y listo. "Yo creo en Dios pero no en la Iglesia", dicen. Claro, a la anchura de mi embudo, ya me entienden. Ser católico practicante implica estar en las duras y en las maduras. La pertenencia a cualquier club o asociación conlleva acatar unas normas, así como asumir determinados compromisos. Y, si no, te echan. Lo bueno es que la Iglesia no impone cuotas mensuales ni reprocha incumplimientos, está abierta a todos. Un error desde mi punto de vista.
Volviendo al tema de la comunión, ya desde el bautismo los padres se comprometieron a educar a sus hijos en la fe cristiana para que ellos renovaran dichas promesas al hacer su primera comunión. En la mayoría de los casos, durante esos nueve años los padres no cumplen la palabra dada. Llega el momento de ir a catequesis y se apuntan enseguida, entre otras cosas, porque no cuesta dinero ¡ay!. La iglesia los recibe con los brazos abiertos, incluso a los no bautizados, que de todo tenemos. Los catequistas nos ponemos manos a la obra, no es fácil la tarea, muchos vienen "en blanco". Resulta complicado pedir a los padres que los traigan a oir misa los domingos, o que recen una oración con ellos antes de irse a dormir. Con esta dejadez paterna ya me contarán cómo un niño se inicia en la vida cristiana...
Y yo me pregunto: ¿por qué la Iglesia acepta esto?.
Es lamentable el comportamiento de algunos familiares el día de la comunión, actúan como si estuvieran en la fiesta del colegio, entran y salen, hacen ruido, no saben seguir la misa... eso sí, exigir, todo. Ese día yo me siento impotente y con una sensación de fracaso que me lleva a plantearme si merece la pena seguir.
Pienso que estamos a tiempo de acabar con estos circos sin cerrar las puertas a nadie, pero los sacramentos hay que "ganárselos".
Acaba mayo y, con él, las comuniones. Los niños desaparecen de las iglesias como por arte de magia. Dios se convierte en asignatura de calendario escolar y no volverán a saber de Él hasta septiembre. Regresarán a catequesis porque no les queda más remedio, pues los padres saben que es absolutamente imprescindible. Allí estaremos nosotros para hacerles entender ,en la medida de lo posible, el significado de un sacramento tan íntimo y reconfortante para un cristiano como es recibir la sagrada comunión.
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