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LEONARDO EN POLONIA
UN ARTÍCULO DE Mª VICTORIA RAMÍREZ VAN-OOYEN - Escrito por:
La verdad es que en mi vida me hubiese imaginado que podría tocarme una oportunidad como esa. Un viaje, de tres semanas, a un país extranjero y en avión. Yo nunca me había subido en avión. He sido una de los ocho afortunados que nos beneficiamos del proyecto “Leonardo da Vinci”. Dicha beca consiste, en general, en la posibilidad de realizar prácticas en otros países europeos. Va dirigida a estudiantes universitarios, a titulados recientes y jóvenes trabajadores y, como era nuestro caso, estudiantes de formación profesional inicial.
El programa fue creado por la Comisión Europea, incentivado por la Agencia Nacional Española de la UE y promovido por la Diputación de Córdoba. Tiene como objetivo principal contribuir a la adquisición de una formación complementaria y de técnicas específicas, orientadas a mejorar la capacidad para la introducción en el mercado laboral. El coste del proyecto viene a ser de unos 20.000 €.
Pero ésta no era la primera vez que la Escuela Taller “La Merced”, con el apoyo y recomendación de la Diputación emprendía un Proyecto Leonardo.
Lo hizo por primera vez en el año 2004, cuando mandó a ocho alumnos y tres profesores de la promoción “La Merced V” a hacer prácticas de talla, dorado y restauración a la cuidad de Reina, en Veszprem (Hungría).
Y en “La Merced VI”, escuela de la que yo he tenido el inmenso placer de formar parte, ya había ofrecido una edición anterior del proyecto en cuestión por la que becó a diez alumnos y tres profesores durante un mes en el verano de 2006. Esta vez el destino fue Alemania, en la ciudad de Weimar, donde tomaron parte en la restauración de la Biblioteca Ana Amalia, que había ardido el año anterior, y que por cierto ya ha sido terminada y reinaugurada con un total de un millón de libros en sus estanterías.
Por tercera vez, la Escuela Taller se aventuraba a adentrarse en el espeso mundo burocrático para que se le fuese concedida otra beca Leonardo.
Al principio se barajaron varios destinos de los que al final solo quedaron dos: Italia y Polonia. La mayoría de los becarios, por no decir todos, escogimos el primero de los destinos propuestos. Pero al final no fue factible. Así que se confirmó que nos iríamos a Polonia, más concretamente a Kielce, una ciudad a unos doscientos kilómetros de Cracovia.
Tras salvar innumerables obstáculos y lograr coordinarlo todo para que el viaje resultara un éxito en todos los sentidos, el proyecto se puso en marcha.
La Academia Córdoba, siempre ha estado a nuestro lado apoyándonos y dándonos todas las facilidades para que este proyecto saliese a pedir de boca. Allí trabaja una chavala polaca que nos hizo de traductora a través del teléfono para averiguarnos todo lo mejor de allí para que nos sintiéramos lo mejor posible. Incluso nos invitó a comer un día en el mismo edificio de la Academia porque prepararían platos típicos de la gastronomía polaca. Por cierto, todo buenísimo.
Ella sola se tragó la totalidad de los preparativos. Nos buscó el lugar donde viviríamos y comeríamos, un traductor para que nos acompañara mientras estuviésemos allí y, con la ayuda de las directoras del Instituto de Bellas Artes de Kielce, se hizo un itinerario con los días que íbamos a estar allí y los lugares que íbamos a visitar cada día. Vamos, que no habría tiempo para aburrirse. Y así fue.
La actuación tanto de la academia como de esta muchacha han sido imprescindibles e inmejorables. Muchísimas gracias.
Ya que el polaco es muy complicado, doy fe, el director de la Escuela estimó oportuno contratar a un profesor de ingles para que nos diera unas clases de conversación básica para poder desenvolvernos lo mejor posible. Después resultó que la mitad de los polacos no hablaban ingles. Pero bueno…
Aunque el vuelo se retrasó en medio del inmenso caos que es Barajas el viaje fue bastante bien. Mucho subidón de adrenalina cuando despegábamos, pero maravilloso. Unas vistas increíbles.
Uno de los edificios del instituto de Bellas Artes de Kielce era un internado que fue donde estuvimos viviendo. Así que a trabajar por las mañanas no teníamos que ir muy lejos.
Llevábamos preparados algunos trabajos para realizar allí porque, a diferencia de en las dos ediciones anteriores no llevábamos nada programado para hacer. Los dos tallistas llevaron una manta de gubias, los pintores botes de pintura de varios colores y brochas y pinceles de distintos tamaños ya que les habían comunicado que les dejarían una pared entera para que la imitasen en mármol, y las doradoras llevábamos lo necesario para todo el proceso de dorado, e incluso dos piezas talladas para dorar y enseñar como lo hacemos a los alumnos de allí.
Las clases que se dan en ese instituto son pintura, talla en madera y en piedra, ebanistería, cerámica, tapices y forja.
Pasear por los pasillos del instituto da gloria. Están todos llenos de obras que han realizado los alumnos desde hace muchos años. Y hay verdaderas maravillas. Desde una imitación perfecta de la maja desnuda hasta un rosario de cerámica con las cuentas del tamaño de balones de fútbol, pasando por la típica estatua de Juan Pablo II y una escultura en forja, de estilo modernista de Don Quijote de la Mancha.
Personalmente, me quedé con las ganas de haber asistido a alguna clase de las que se dan allí para aprender técnicas nuevas y haber echo alguna cosa de las que aprendiera. Pero como el tiempo apremiaba, pues no pudo ser.
El trato que recibimos en el instituto fue envidiable. Nos trataron como a reyes siempre pendientes de si estábamos bien o nos hacía falta algo.
No tuvimos a penas tiempo de aburrirnos ya que casi todos los días teníamos algo previsto para visitar: museos, iglesias, catedrales, monumentos, sitios emblemáticos…
No tengo palabras (ni espacio en este artículo) para contar todo lo que hice, vi y sentí durante esos veintiún días en tierras polacas, las cuales no me importaría nada volver a pisar.
He conocido a gente maravillosa, he hecho amigos, e conocido otras culturas, otras costumbres, otros estilos artísticos que, aunque diferentes, a nadie dejan indiferente.
En resumen, me siento muy afortunada de haber vivido una experiencia como esta que animo y recomiendo que todo el que pueda, que lo haga, que no tiene desperdicio.
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