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Un beso, su suerte
21.04.13 - Escrito por: Antonio Fernández Álvarez
"No sé por dónde empezar, la verdad es que no soy el que debería ser, ni tan siquiera soy quien quisiera ser, aunque lo peor es que ni siquiera soy quien dicen que soy, por supuesto no soy quien hubiera querido mis padres que fuese, siendo así. ¿Quién soy? Si ni yo mismo me reconozco.
A veces pienso que yo soy así, -solo soy yo-, pero ¿qué me podría haber hecho diferente?, ¿donde erré para no ser como hubiesen querido mis padres?. ¿Qué hice para que crean que soy como dicen que soy?, ¿Qué obvie para no ser como quisiera ser?. ¿Por qué me he convertido en lo soy y no en lo que debiera ser?
He de darme cuenta de la profunda inmensidad de mi abandono, necesito navegar inocente en mis mentiras para creerme que soy lo que soy sin ser lo que digo que soy. Sin querer saber que vivo un cuento dentro de mí propio cuento.
Camino por mi camino, donde yo me encuentro, me escucho, me hablo, me absorbo en mis pensamientos, ¿por qué tantos obstáculos entre mis objetivos y yo?.
Siento, rabia, desprecio, abandono y soledad, hacia mí mismo, pero yo soy quien soy, soy como soy como he querido ser, como debo ser. Con mis tristezas y mis alegrías, según la realidad de cada día".
Cerró el diario en el que había escrito estos párrafos, y lo arrojó a un rincón de la habitación, lloró desconsoladamente abrazado a la escopeta de caza. No tenía valor, había leído que Ernest Hemingway, así había acabado su vida, pero no tenían la certeza de que fuese voluntario, quizás el alcoholismo o el Alzaimer que le habían diagnosticado, o su carácter depresivo. Pero él, no, pensó -soy un cobarde- se negó a admitirlo y quitó el seguro, posó la culata en el suelo colocando la escopeta en vertical, descansó su barbilla sobre los cañones.
Sintió el pestillo de la puerta, se sobresaltó y el arma cayó al suelo disparándose, por suerte solo hizo destrozos en su librería. Quien había tras la puerta era su hijo que había regresado del colegio antes de lo previsto por una indisposición y que como hacía siempre corrió al despacho de su padre para darle un beso. Abrazó fuertemente a su hijo y éste le dio un sonoro beso. Comprendió que le había salvado la vida, ahora de él dependía salvar su mente y ser él mismo.
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