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Ausencia en la Subida
13.10.15 - Escrito por: Andrés Ruz
La vida la podemos catalogar como una sucesión continuada de pérdidas y encuentros. El adaptarse de buena manera a los pequeños cambios y duelos de cada día será un factor determinante en la forma de envejecer y hacer este proceso inevitable algo más saludable y atractivo, tanto para nosotros como para nuestro entorno más cercano. Lo que sí quisiera añadir es que esta adaptación a los pequeños cambios y pérdidas cotidianas no suele ser un proceso exclusivamente racional y que dependa solamente de la voluntad sino que en él se ve involucrado de manera importante el mundo de las emociones, por lo que va cargado de mayor o menor grado de sufrimiento.
Valga esta pequeña aclaración para referirme a continuación a mi pequeño duelo particular: cuando hoy once de octubre, día de la subida de la Virgen de la Sierra al Santuario, he amanecido fuera de Cabra y... ¡he echado de menos tantas cosas!
He echado de menos el suave frescor del amanecer, al salir de casa, sobre mi cuerpo aún somnoliento haciéndolo espabilar. El mismo efecto que me produce el repique de las campanas de la parroquia de "abajo", ¡Que ya están dando el tercero!, y aún vamos bajando la cuesta Bachiller León. No sé ¿qué nos ha pasado? Pregunta que año tras año me hago. Y como siempre caigo en la cuenta que todos los años me suele ocurrir lo mismo. Paso en seguida a hacer el propósito para el próximo, de ser más diligente, si bien en la subida a la parroquia comprobamos que hay más gente a las que las sábanas se agarraron, como a nosotros, más de la cuenta.
Entramos al templo como no podía ser de otra manera por la puerta de atrás , y como era previsible la iglesia completamente llena. No sin esfuerzo intento hacerme hueco para situarme en los aledaños de la capilla de Nuestro Padres Jesús de las Penas, imagen muy querida en nuestra familia, desde hace más de treinta años, y siempre muy presente en nuestras vidas.
He echado de menos el intenso olor a cera mezclado con aromas de incienso que proporciona al ambiente una calidez inusual a estas horas y que lleva a deshacerte pronto de la rebeca que ha aliviado el temprano frio del amanecer .
He echado de menos la voz gutural de Zacarías que delata un descanso nocturno corto y lo temprano de la hora, Zacarías como siempre agradece al Señor la tremenda y continuada religiosidad popular, de la que una vez más da testimonio el pueblo de Cabra, y que se refrenda año tras año en la multitud que cada mes de Septiembre acompaña a la Virgen durante su estancia entre nosotros y con la asistencia masiva a la misa de despedida. Religiosidad popular para unos, para otros fe ,y para otros simplemente fervor a María Santísima de la Sierra, y pide encarecidamente a los fieles , que esta devoción a nuestra Virgen no se quede solo en estas expresiones, sino que se traduzca en nuestras vidas , en nuestras acciones cotidianas desde el lugar que a cada uno le corresponda y seamos capaces de irradiar nuestro amor a la Virgen, haciendo por fin de nuestra convivencia un ejemplo de generosidad y paz.
Y he echado de menos el singular redoble del tambor presidiendo la comitiva y que anuncia que se inicia la subida al Santuario. El gentío va incorporándose paulatinamente a la procesión hasta hacerse multitud. El recorrido se convierte en un sinfín de saludos a compañeros que no veías desde hace tiempo, así como a familiares y allegados. Todo ello adornado con el olor tradicional a café recién hecho y a aguardiente, e ir saboreando algún trozo de chocolate y tortas ( ya más difíciles de encontrar, por lo menos las que yo tengo en el recuerdo, pero a veces recuperadas, para estos momentos).
Y he echado de menos la vuelta de la Virgen mirando hacia su pueblo, cuando estamos en lo alto de la calle San Marcos rodeada de egabrenses por" los cuatro costados". Son momentos y situaciones de auténtica espiritualidad, en los que se suceden las oraciones en silencio pidiéndole a nuestra Madre María Santísima de la Sierra que nos proteja un año más. Así pides por los tuyos, por tus familia y amigos, y por los que nos dejaron demasiado pronto, Peticiones envueltas en imágenes que no son más que flashes irrepetibles de nuestras vidas y emociones instantáneas que recorren tu cuerpo hasta hacerlo estremecer y con el valor, al menos para mí, del más largo de los rosarios rezados "como Dios manda": postrados o arrodillados en el templo.
Y he echado de menos a los ancianos del Asilo que desde bien temprano y sin importarles el frescor de la mañana esperan que su Virgen les proporcione el hálito de vida suficiente para aguantar un año más, allí en el asilo donde el tiempo parece detenerse y enlentecerse hasta percibir su paso como largo y tedioso, dilatando aún más el declive de sus vidas. Y piden para que este año quizá, se presenten quienes escuchen con más atención, sus "pequeñas cosas" para nosotros, pero para ellos "auténticas necesidades". Y piden para que las visitas de sus allegados y familiares se hagan más frecuentes y que el argumento de las prisas y del !maldito tiempo! no las acorte en demasía.
La multitud va creciendo y ya en la Barriada, al canto de la Salve son millares los feligreses que acompañan a la Virgen de la Sierra. Y he echado de menos el giro de la Virgen hacia el Hospital, en un gesto generoso de aportar esperanza y seguridad a los que allí permanecen ingresados porque la enfermedad irrumpió en sus vidas, en algunos de forma pasajera pero en otros, quizá de forma ya definitiva. Y he echado de menos el bullicio y polvareda que acompaña a la imagen de la Virgen hasta hacerla desaparecer, subiendo por la cuesta que la llevará hasta Góngora, cuando "los cordeles" hacen de auténticos cirineos.
Y es que he echado de menos ¡tantas cosas! . Pero todas ellas permanecerán en mí...Aunque no haya podido asistir. Permanecerán en el recuerdo, que es otra forma de revivirlas..., es la auténtica espiritualidad. Aparte de la oportunidad que la vida nos ofrece: que estos pequeños cambios y pérdidas que el devenir de los años va generando puedan ser afrontados y sepamos ir aceptándolos, hasta poder adaptarnos a los mismos. Y serán la tolerancia y el sentido común, los que harán que nuestra vida, a pesar de estas pérdidas, sea igualmente agradable, sabiendo contornearnos y amoldarnos a las necesidades que de nosotros se esperan: "Seamos juncos que se amoldan y no pilares que se rompen ante el temporal de la vida"
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