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LA SAETA, un canto religioso que conmueve el alma
23.03.13 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
Cada primavera, como una lógica natural de nuestra cultura andaluza, renovamos el ritual festivo-religioso de la Semana Santa, la fiesta de Andalucía por antonomasia. En ella los sentidos más profundos y emotivos afloran hasta nuestra piel buscando los mensajes que envía la Semana Mayor. Porque esta fiesta, que produce en el ánimo tantos sentimientos, ofrece la posibilidad de que cada cual realice su propia mirada y busque los planos, los ángulos, las argumentaciones que puedan saciar ese proceso de recepción de sensaciones y estímulos que se produce a través de la vista, el oído, el olfato, el gusto o el tacto, y que altera nuestros propios ánimos.
Una de las señas sonoras en la Semana Santa es la saeta, canto ancestral por excelencia que no siempre fue rasgo andaluz de identidad, puesto que según la historia llegó a estar perseguida y mal vista. Hoy, es fundamental este canto religioso durante el transcurso de las procesiones. Además, se da las circunstancias de que en Cabra aún pervive un tipo de saeta vieja, de transmisión oral, que se debe conservar y proteger para que en las primaveras egabrenses siga encontrando su mayor esplendor al paso de las imágenes.
La saeta que se ha convertido en Himno Nacional de la Semana Santa es la composición musical del cantautor Joan Manuel Serrat, inspirada en un poema de Antonio Machado, titulado precisamente "La saeta". Una partitura que ha sido adaptada a marcha procesional y que de forma clamorosa se deja oír en los cielos andaluces durante la Semana de Pasión. En el texto del poema se describe al Cristo de los gitanos; una imagen que encarna perfectamente la religiosidad tradicional andaluza.
El poema de Antonio Machado contiene una introducción que corresponde a la transcripción de una saeta popular. El padre del poeta sevillano, Demófilo (Antonio Machado Álvarez), había recogido el texto de la siguiente saeta:
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
y quitarle las espinas
a Jesús el Nazareno?
Pero la visión del poeta sevillano sobre el tema de la Pasión le hace cambiar uno de los octosílabos, reflejándose ese rechazo de culto a la muerte de Cristo:
¿Quién me presta una escalera
para subir al madero
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?
En lugar de "quitarle las espinas", el tercer verso se ha transformado en "para quitarle los clavos". Un cambio que justifica el sentimiento personal del autor de no preferir al Jesús del madero y sí al que anduvo en el mar. El pueblo andaluz, dice el poeta, anda todas las primaveras pidiendo escaleras para subir a la cruz, a quitarle las espinas, como reza la letra recogida por su padre. Él prefiere quitarle los clavos y que camine sobre las aguas como nos cuenta el evangelio.
Para la religiosidad tradicional y de culto a la muerte, con la sangre, la cruz, los clavos, la agonía de Jesús y la amargura de su Madre, la saeta sigue siendo la prodigiosa copla, nacida del pueblo, que mejor expresa la angustia que presagia el trágico destino, quedando convertida la copla en una verdadera oración.
La voz estremecedora del cantaor o la cantaora tiene su raíz en el pecho y sale como una saeta para herir al que oye, y también al que canta. El origen de cómo nació este cante, siempre el ¡ay!, pudo ser cuando expiró Jesucristo en la cruz: "Nació la primera saeta / al pie de la misma cruz, / y se envolvió en un suspiro / de la madre de Jesús".
Como cada primavera, esta oración, llena de pasión y sentimiento, formará parte del transcurrir de las procesiones de Semana Santa. Exclamada desde un balcón o desde la misma calle, dará identidad cultural a nuestras costumbres festivo-religiosas y conmoverá el alma de muchas personas.
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