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Cena con Obituario
11.11.2007 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
Los ricos no me gustan y los pobres a veces tampoco, esa es la verdad y así aparecía escrito en el papel mojado de la última servilleta de aquella cena dónde la muerte fue lo más dulce del menú. Los trazos de la noche, me hicieron pensar de una forma dubitativa sobre, salir o no a bailar con las estrellas, mis estrellas, aquellas con las que hago el amor sin cerrar los ojos. Al final, el olor de la luna venció en la balanza de las dudas. Con abrigo negro y una corbata que me regaló una mujer de la que sólo recuerdo el color de sus lágrimas, planté mi aventura en la puerta del apartamento. Pasé de largo por Epopeya, de fondo las últimas melodías del saxo de Cutty y la voz ronca de Johnny pedían apagar la luz. Las calles eran oscuras y la luz tenue de sus bombillas, recordaban escenas del más auténtico cine negro. Después de un paseo cogido de la mano de la soledad, decidí entrar a un restaurante italiano que regentaba un viejo vecino de mis padres, que por aquellos años bebía demasiado y comía todos los días en casa. Se puso por nombre artístico, Lucciano, por respeto y admiración a la gran voz italiana, Lucciano Pavarotti. Busqué un mesa al fondo, no quería escuchar a nadie, no deseaba aquella noche que alguien perturbara mi tranquilidad. Lucciano se acercó y estrechó mi mano como a la de un hijo que nunca tuvo y que perdió a los ocho años, cuando su mujer cansada de los desvaríos decidió marcharse a Italia con el cocinero.
En la mesa, pude leer una frase impactante, como si alguien la hubiera dejado para que la leyera. “El dolor de esa madre no es dolor de unos minutos, sino dolor de una vida entera”. Quise conocer más sobre este mensaje y al final de la servilleta, aparecía una indicación, lea la página de sucesos del periódico del restaurante. Titulares.- Un joven ha tirado de la moto a su novia embarazada de siete meses. Ahora entendía lo de los ricos no me gustan y los pobres tampoco. Cuánto vale una vida?, cuánto vale encerrar a estos asesinos domésticos?, cuánto vale poner en portada estos casos y no en columnas interiores para que nadie lea y muera de llanto? Es difícil leer un periódico y llorar. Pero casos tan extremos suceden a nuestro alrededor, más concretamente en Sevilla, allí dónde todo parece ser bambalinas y sonidos nocturnos de pasión. No pude cenar, imaginé a la joven gritando en el arcén, abrazando su vientre con todas sus fuerzas y todo su corazón, llorando y regando con dolor el cuerpo de su pequeño tesoro. Le dije a Lucciano que otro día volvería para cenar y hablar de los viejos tiempos. Mi apetito desapareció tras la esquina y mi ánimo se doblego ante las coincidencias. De vuelta a casa, las imágenes se sucedían en mi cabeza, no denuncio más que el dolor, otro mundo en este mundo, denuncio lo que duele al alma, grito en el silencio de un desconocido, esta es mi Epopeya. Será difícil que cuente algo sobre los políticos de esta ciudad, no me pidan eso, ninguno tiene ni nivel ni capacidad para gobernar, algunos me gustan como personas y otros ni como eso. Mañana, me gustaría visitar junto a Lola un museo, algo nuevo, uno que rejuvenece un edificio con más de tres siglos, sabe cuál es?.
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