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La prueba material de un arte efímero pero sonoro
01.10.12 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
En un tiempo de crisis brutal, es importante ver como la suma de esfuerzos no sólo puede crear belleza sino también armonía. La música, por ejemplo, une a las personas más allá de cualquier división. Instrumentos, voces, todos diferentes, pueden crear una composición y, sin embargo, no sucede de forma automática: hace falta voluntad, tiempo y sacrificio para ennoblecer el mejor éxito del conjunto.
Poco antes de su muerte, Juan Pablo II manifestaba ante la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia que nuestro tiempo se caracteriza "por la convicción de que el arte, la arquitectura, los archivos, las bibliotecas, los museos, la música y el teatro sagrado no sólo constituyen un depósito de obras histórico-artísticas, sino también un conjunto de bienes de los que puede disfrutar toda la comunidad. Se constata -decía- cuán indispensable es colaborar activamente con las administraciones y las instituciones civiles, para crear juntos, cada uno según su competencia, eficaces sinergias operativas en defensa y salvaguardia del patrimonio".
Hoy una administración pública y una institución de envergadura, a través de una iniciativa ciudadana, han posibilitando que se revalorice un arte efímero pero sonoro. Las diputaciones provinciales, hoy tan denostadas, demuestran una vez más que sirven de nexo de unión entre los ayuntamientos. Por otra parte, la Iglesia Católica empieza a entender que la defensa por la conservación del patrimonio del que es titular es también un servicio que no excluye sino que complementa al mismo.
Desde el concilio de Trento hasta el concilio Vaticano II transcurren poco más de cuatro siglos, tiempo suficiente para el nacimiento, auge y desaparición de la Capilla de Música de la parroquia matriz egabrense que bajo la dirección de un maestro, más un organista, un número variable de cantores (están documentadas las voces de tenor y bajo pero no la de contralto) así como diversos instrumentistas o músicos de ministril son los encargados no sólo de cubrir el calendario litúrgico sino también y, a efectos contractuales del maestro y el organista, componer. Imagine el lector el nivel de acopio documental de música sólo roto por los avatares de la historia. Pero hay más. Se necesita un espacio para el desarrollo musical que no es otro que el coro donde se ubica la sillería, el facistol (hoy desaparecido) y el órgano.
Llegamos al momento presente. La parroquia de la Asunción y Ángeles ha sido restaurada, su archivo catalogado, su órgano restaurado (gracias al convenio suscrito en su día por la Diputación Provincial y la Diócesis de Córdoba) y su Capilla de Música recuperada. Estas actuaciones sólo pueden ser fruto de una nueva sensibilidad: entender el patrimonio como seña de identidad y síntesis de nuestras raíces sin olvidar una aspiración que posibilite su mejor conservación, acceso y difusión pública.
Para el caso que nos ocupa, el valor y la riqueza de los fondos musicales que se custodian en el archivo de la parroquia matriz egabrense adolecían de una fase más en un plan de intervención: la digitalización. Fue entonces cuando una fundación, PATRIMUZ, se ofreció no sólo a conservar la interpretación de una obra sino la propia composición: partituras o particellas manuscritas en papel, partituras impresas en papel y libros de coro o cantorales en pergamino aunque de estos últimos, lamentablemente, sólo haya sobrevivido uno. Resulta cuanto menos paradójico poder sondear en los libros de fábrica el patrimonio musical egabrense y, curiosamente, en los inventarios, no existir descripciones precisas aunque sí de su número. Igualmente, llama la atención que la principal característica material no sea otra que su gran formato: caracteres musicales y textuales para facilitar la lectura a cierta distancia por los cantores situados en ese espacio llamado coro.
Pero queda mucho por hacer. Las intervenciones obradas en el patrimonio egabrense no han sido una actuación más o la firma de un convenio. El celo o el interés que las partes ponen a un proyecto, a sabiendas de plazos y costes, no está exento de preocupación y dedicación y es de justicia reconocerlo más, desde el respeto al papel de cada cual, debemos ser capaces de trazar un camino que no es otro que pensar que el patrimonio es responsabilidad de todos sin olvidar una garantía que no es otra que todos podamos beneficiarnos. Como decía el maestro Pedrell, "lo poco que sabemos, lo sabemos entre todos" o, como hoy se propugna, "piensa global, actúa local". Conocer nuestro pasado es apasionante, interpretarlo, como hoy ha sucedido, aún más. Sintámonos satisfechos pero también obligados a satisfacer los proyectos que hay y habrán de venir.
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