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La Jaula
14.09.12 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
Cómo me gustaría estar todo el año escribiendo cosas benévolas, pero ha llegado la cuesta de septiembre, que este año se ha adelantado y ya no espera a Enero. Ni yo misma quiero acordarme de lo que realmente pasa, de lo que realmente nos pasa. Aunque no todos estamos pasando por lo mismo. Porque, aunque casi todos estamos sin trabajo o sin un buen trabajo, no todos tenemos rentas propias o ajenas para no pasar necesidad, que es lo que mucha gente está pasando en España a día de hoy. Está bien ver a nuestro presidente dar la cara de circunstancia, digo ver, porque yo ya no me paro a escucharle, a pesar de los esfuerzos que parece que hace para que todos lo entendamos, pero las explicaciones muy dolientes no bastan, porque a él no le han cortado la luz o el agua, o sigue tan fresco comiendo pescado recién capturado de ayer mismo.
Referir no debe servir para mucho, pero desahoga y evita trastornos psicosomáticos, y ayuda a reflexionar. Todos estamos rodeados de amigos, vecinos, compañeros de trabajo, o acaso es uno mismo el que, tocado por el fatum, está viviendo una situación rozando la indignidad. Muchos, que todavía no están en la susodicha, se encuentran alejados de la pobreza ?pero no muy alejados?, alimentados por los ahorros de toda la vida de la generación que hoy tiene sesenta años, y que ha adoptado el papel de salvadores de lo irremediable, según nos hacen creer nuestros políticos, respecto a la situación que nos toca aguantar. Veremos qué es de las generaciones siguientes, cuando las familias se hayan pulido todo lo que tenían.
Los amigos te llaman o alguien te refiere estas circunstancias con nombres y apellidos, de gente que uno sabe que siempre tuvo un mal trabajo para comer y tirar, pero ahora ese mal trabajo ya no existe, porque tu amigo es un trabajador manual y ahora en su sitio hay un ingeniero con cinco matriculas de honor, muy calladito y muy asustado, por cierto. Hay gente que decide irse, aunque no es buen momento tampoco para Europa, porque allí también hay dificultades, y marchar más lejos no es una solución para todo el mundo. Esto se ha convertido en una ratonera para la mayoría, que ya no puede ni trabajar en negro, porque no hay mercado ni para estos servicios. Y es que, aunque muchos queramos ahorrarnos el IVA, el beneficio ilegal ?pero muy moral para el que tiene que comer? no existe si ya no queremos gastar en nada.
Y en estas estamos; y el que es sangre de tu sangre porque es hijo, hermano, primo o amigo de esos que conociste en tus malos tiempos, y ahora te habla y te dice que está desesperado, y que si fuera sólo él, pero que tiene mujer e hijos, y que no sabe dónde buscar, que le indiques tú...; y alguno que no conozco tal vez refiera cosas más graves o las piense, o qué sé yo. Y la angustia se extiende como un cáncer y crea metástasis sociales, porque no estando la que escribe o el que lee, tal vez, en esta jaula, sabemos todos que vamos a empeorar próximamente, eso es lo único imaginable en un país que no toma medidas de reacción económica, y aunque uno sepa que las agonías no duran eternamente, no dejas de preguntarte cuántos años necesitaremos para que esto empiece a cambiar.
Y leer a los estoicos estos días no me ha ayudado mucho, porque sumergirme en el sosiego e imperturbabilidad era buena cosa de vacaciones, pero ya en el sistema productivo, viendo que además la crisis es aprovechada por las empresas para pasarse nuestros derechos por donde usted sabe, amén de la corrupción que veo en los gestores públicos y privados, me ha determinado a mandar a los estoicos muy lejos, porque no encajan con la sensibilidad necesaria para sobrevivir en esta merienda de negros. Pero a lo mejor nos viene más al pelo, para animarnos, sus compañeros de tiempo, los epicúreos, esos propagandistas del placer, aunque no como lo pensamos, a la ligera, emparentándolo con ociosidad, bienes de consumo o sexo. El placer que busca el epicúreo está en el reposo, el cálculo y la razón. Eso que nos cuesta tanto trabajo, pero que nos aleja de esclavitudes momentáneas que en el futuro quizá ya no sean tan importantes. Es esa sabiduría la que nos enseñó que uno de los bienes más preciados en estos tiempos, y también en aquellos de la caída del Imperio Romano, es la amistad: «ninguno más provechoso ni más beatificante que la amistad», dijo Epicuro. Que al menos los amigos sirvamos para esto en estos tiempos, para escuchar y compartir la angustia.
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