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Un septiembre distinto
02.09.12 - Escrito por: Lourdes Luque Villatoro
Septiembre es un mes con magia. Para los egabrenses tiene nombre de mujer, María de la Sierra; es a la vez olor a nardo y color blanco de la pureza. Es también aroma a incienso que trae consigo la nostalgia cofradiera, y música de coplas y quejíos. "La noche se volvió día y Septiembre amaneció", y volvieron a reunirse las familias y regresaron los amigos que un día atrás visitaron Cabra en su mes especial, y se enamoraron de ella y de su mes.
Este año para mí tendrá un matiz distinto, puesto que intentaré ser los ojos de todos aquellos egabrenses que, por algún motivo, no pueden vivir los intensos momentos del día 4. Está en mí la ilusión de ser partícipe de todo lo que acontece este día. Espero ser la voz que, a través de los kilómetros, narra en forma de crónica la experiencia de los sentimientos. Porque el día cuatro no es más que expresión de anhelos, deseos, peticiones y agradecimientos; de miradas que atraviesan lo más profundo del alma cuando se produce el encuentro con Ella, con nuestra madre María Santísima de la Sierra.
Cuando todo esté listo y llegue la hora, elevaré mi voz en forma de plegaria, con la ilusión de que mis palabras lleguen hasta el cielo. A ese cielo azul inmaculado en el que habitan las almas. Desde allí, me sigue protegiendo la que fue mi segunda madre, y que Dios quiso que desde hace unos meses se alejara de mi lado para disfrutar de la paz eterna.
Estará ausente en todos los momentos importantes de mi vida que están por venir, pero me es imposible apartarla de mi pensamiento y de mi corazón. La visitaré cada semana, a mi vuelta de Sevilla; la tendré presente este día 4 tan importante para mí, y le susurraré en mi mente todo aquello de lo que sea testigo. Le contaré a ella, a través del micrófono del alma que María Santísima de la Sierra camina a mi lado como ella, y que vela a cada instante porque todo vaya bien. Y le pediré consejo en los momentos en los que la duda me aflija, y ellas, como Madres, tendrán para mí una respuesta celestial tildada de azul inmaculado. Porque sé, que si algo va mal, acudiré corriendo a su casa, para echarme sobre la mesa y dejarme querer; y si va bien compartirán conmigo la alegría de la buena nueva.
Pero sobre todo, les daré las gracias, por ser quienes fueron y son, por demostrarme el verdadero sentido de la esperanza y la fe, por ser eternas Madres y compañeras.
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