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Monumento a Juan Pablo II en Sevilla
18.08.12 - Escrito por: Salvador Guzmán Moral
El pasado 14 de agosto se inauguraba en Sevilla el monumento dedicado al Papa Juan Pablo II. En el acto, junto al alcalde de la capital hispalense, Juan Ignacio Zoido; el arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo; y el presidente de la Comisión Pro-monumento, José María González-Alorda; se encontraba su autor, el reconocido escultor Juan Manuel Miñarro López.
Situado en la Plaza Virgen de los Reyes y cercano a la Puerta de los Palos de la Catedral de Sevilla, el monumento cumple el sueño de sus promotores y pone fin a una larga espera de varios años para decidir su emplazamiento. Durante mucho tiempo se barajaron distintas posibilidades para localizar la efigie, pero siempre surgían impedimentos municipales para ello. Mientras tanto la estatua estuvo expuesta en la sede de Cajasol y después en la Catedral, hasta que la llegada de un nuevo equipo de gobierno municipal tras las pasadas elecciones facilitó su terminación.
Se trata de una escultura de busto redondo en bronce de una altura de 2,45 metros, que representa al Papa Juan Pablo II vestido con palio y casulla, y en actitud de bendecir. Y se levanta sobre basamento de piedra caliza y mármol amarillo de Máchale, de 1,80 metros de alto por 1,10 metros de ancho.
El monumento público a una persona supone el encuentro con su memoria y es una de las formas más tradicionales que realizan los colectivos sociales para recordar u honrar a alguien. Con este monumento realizado por iniciativa y cuestación popular, señalaba su alcalde, la ciudad de Sevilla pretende dejar constancia "del cariño que los sevillanos siempre le han tenido al Papa Juan Pablo II", así como recordar sus visitas pastorales de 1982 y 1993.
El monumento de Miñarro sigue la misma línea marcada en la ciudad de Sevilla durante el siglo XIX y XX con las esculturas dedicadas a Murillo, Velázquez, Daoiz, Bécquer, el Cid..., es de sobresaliente calidad artística y está erigida a la memoria de una personalidad de evidente relevancia histórica.
Por eso, se podrá discutir si en la evolución del arte público sería conveniente incorporar elementos más contemporáneos, pero no la de impedir su realización por a quien se dedica, como ha sido en este caso, y bastaría recordar que en los últimos años en Sevilla se han levantado, sin ningún problema, varias esculturas públicas de dudoso gusto a personajes dispares como toreros, flamencas o duquesas.
Por eso, hay que subrayar que la finalidad de la escultura pública está al servicio del hombre de la calle, del ciudadano, y que su opinión debe ser tenida en cuenta. Así pues, a pesar de que el monumento a Juan Pablo II en Sevilla ha sido cuestionado por algunos sectores, hay que reconocer que finalmente haya sido la voluntad popular la que ha garantizado su realización.
Además, con esta obra el maestro Juan Manuel Miñarro, que tiene una estrecha relación con nuestra ciudad y cuenta también con importantes obras en Cabra, ingresa en la selecta nómina de escultores que, como Joaquín Bilbao, Susillo, Coullaut-Valera, Huntingyon o Chillida, han dejado su huella artística en el paisaje urbano de la capital de Andalucía.
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