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A lo mejor es esto
06.06.12 - Escrito por: Araceli Granados Sancho
En situaciones tan dramáticas y desesperantes como la actual, leo y oigo por los mentideros que somos muy desgraciados porque nos están robando nuestros políticos, que no nos merecemos. Yo también tengo esa vena victimista, no se crean. Sale a mi encuentro, cuando veo a Merkel, o la oigo por la radio. No puedo con ella, eso de que mande más que Draghi y más que nadie lo llevo muy mal. Pero a pesar de su talante autoritario, sé que no se le ponen condiciones al financiador; esto lo he aprendido ya, por muy injusto que parezca: lo aprendí en los trabajos explotadores que he hecho en mi vida.
Lo de llorar continuamente por la situación que tenemos, sin reflexionar sobre las causas que nos han llevado a ella, no está bien. A mí no me parece que esté bien. Dice alguno de los opinadores: «yo he trabajado siempre de sol a sol y crié a mis hijos con pocos recursos»; o «yo estudié mi carrera esperando un futuro que no está»; o «yo que siempre fui buen pagador para el Estado, y nunca defraudé a Hacienda ni en un céntimo, y ahora tengo que aguantar todo esto». Sabemos que estos son comportamientos ejemplares y también que hay mucha gente en quienes su vida se retrata en historias similares. Pero resulta, o a mí me parece ?es una opinión?, que para que un país vaya bien no sólo esto es lo necesario, porque usted y yo tenemos otra responsabilidad, que es la de controlar el Estado. El control del Estado sólo es posible con la democracia, y nuestro sistema político, con sus muchas insuficiencias, es democrático. Aquí no pasa como en Rusia, que necesitan a Kasparov jugándose la vida y ni así mejora la cosa.
Resulta que, aquí donde vivo, el desfalco económico de los políticos del Ayuntamiento es de película. La hacienda municipal está en el juzgado por su buen hacer. A lo que ya se ha hecho público, se unen las historias de los vecinos, que son para no dormir: que si se creó una empresa pública en la que enchufaron a sus hijos, parientes y allegados, y que luego se ha declarado en suspensión de pagos; que si cambiaron unos terrenos públicos en el centro del pueblo a un constructor de forma desfavorable para el erario público y favorable vaya usted a saber para quién... y tantas parecidas a estas, que voy a dejar de salir a pasear.
Yo, que siempre he sido un poco inocente, y que no puedo creer que haya tanto ladrón ?presuntamente? por metro cuadrado, he estado pensando cómo se ha producido esta epidemia, y leyendo a Popper, filósofo vienés del siglo XX, he terminado por concluir que alguna responsabilidad tenemos.
Sin cultura y ni siquiera grafía, me dijo mi padre algunas veces, lo mucho que le apenaba no saber ni siquiera para defenderse un poco. Eso es lo que se espera de nosotros, no somos sólo consumidores, sino los responsables de nuestras vidas administradas por el político, y hay una manera de ser sentencioso con el comportamiento ilegal o abusivo: no votándolo más. Esta posible consecuencia puede aclarar la pena que tiene Julio Anguita cuando observa la traición de Izquierda Unida a su electorado andaluz. Estos sólo tienen una manera de defenderse, las urnas. Lo mismo se puede decir del comportamiento de Rajoy. Lo que ocurre es que al califa le duele especialmente por aquello de «programa, programa, programa», que oía de pequeña, pensando que este hombre se encasquillaba cuando hablaba.
Pero la crítica duele, porque en muchas ocasiones debe ir acompañada de la autocrítica, y desdecirse requiere de una dosis de humildad de la que estamos muy faltos. Tendremos orgullo a cambio de pobreza, situación que no se da la primera vez en la historia.
Volvamos a Popper. Este hombre, que había vivido la Segunda Guerra Mundial y había marchado a Nueva Zelanda por su condición de judío, se dio cuenta de la miseria humana y pensó que las utopías sociales habían acabado, y que no sería posible una sociedad perfecta ni el establecimiento de la felicidad universal, así que se decantó por abandonar el marxismo, tan de moda aquellos años y defender un reformismo social. El vienés ha sido un amante de la democracia y de la libertad. Aunque ésta última posee una excepción a su juicio: no es fruto que deba saborear el intolerante que, con su uso, destruiría su eficacia. Esta lección todavía no está madura aquí en España, y, si no, preguntémoslo a las víctimas de terrorismo.
Pero para no aburrir demasiado al lector con argumentos especulativos, que en realidad no lo son, del filósofo me quedo con su optimismo para reformar las instituciones, intentando que el mal gobernante realice, cuando se disponga a ello, el menor daño social; sabiendo que en realidad nos equivocaremos alguna vez que otra en la reformas, pero deberemos seguir con espíritu de mejora, aplicando la creatividad y esperando resolver los conflictos con la razón y no con fuerza. Y controlando la teoría desde la práctica: en la política controlando la ideología o la falta de ella desde la elección del gobernante. Siendo ciudadano y no cliente.
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