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Hoy no tengo título
14.10.2007 - Escrito por: Eduardo Luna Arroyo
Durante unos días me acostumbré a beber poco y dormir mucho. El día se convertía en noche y la noche tenía el mismo color de mis calcetines de ejecutivo. En la prensa, más de lo mismo para untar en las tostadas que cada día Evelyn (mi casera), me servía frías pero con una sonrisa de sirena. La última vez que bebí zumo de naranja para desayunar aún no lo recuerdo, pero su sabor amargo recorre incesante mi paladar. El cristal de la ventana del bar de Harry seguía roto desde que su hijo mayor decidiera romperlo con una lágrima. En fin, que todo seguía igual, sólo cambió aquel día algo, el sonido en aquella radio sucia pero con añoranzas de los sesenta, de aquellos que rompieron sus voces para catapultarse como Héroes del Silencio. Gracias por estar de vuelta chavales. Al menos una alegría, este bendito país, piensa y tiene algo más de lo que hablar. Volvemos a hablar de música y dejamos atrás las leyes y las memorias, volvemos a desafiar al pesimismo y dejamos atrás las guerras, volvemos a dramatizar con la risa de un triste payaso y nos enarbolamos en la estúpida confrontación de las banderas. ¿Saben lo que me dijo, el Pico, una noche de tregua con el whisky?; la bandera es mía, me ama y la amo, le escupo y después la beso, me abriga por las noches y la desprecio al amanecer, es roja y amarilla en diario, para mí los sábados se viste de blanco, la odio a escondidas, nos amamos a solas, ella y yo, la muy pu…..
Tras todas aquellas confesiones en privado tras la barra del metro, sonreí a carcajadas sin preocuparme mucho de lo que pensaran las gentes de Epopeya. ¿Banderas?, cada uno la suya, la mejor, la más familiar, la más española, la de siempre, la de esa dama llamada Constitución, que algunos villanos llamados políticos radicales, intentan arrebatarle el carmesí de sus labios democráticos. Banderas de mi querida España, la popular, la gentil, la de Tirso de Molina, la de Cela, la de Umbral, la de Pedro J, la de Polanco, la de las guerras mediáticas, la del Rey y la Reina, la de Landa, Velasco, Vázquez, Almodóvar, Los Morancos, Martes y Trece, la de Gaudí, la del nardo, la de Lola Flores, el clavel y las bombas, la España de los discriminados y los “colgaos”, la de los gays, las lesbianas, la de Dios en cada esquina y parasiempre, las banderas de la patria, las banderas de todos, sea cuando sea, la roja y amarilla, la bandera del orgullo nacional, las banderas de la gloria de un país que sabe a vino, a mar, a fuerza. Jamás pensé que dudáramos o pusiéramos en jaque la idea de país, el mismo al que cuatro nacionalistas cobrando de la nación sin escrúpulos, ponen en vilo cada día ese placer, a veces mundano, de ser español.
La luna entraba por el hueco del ascensor, porque llevaba meses sin arreglar la persiana marrón que decoraba mi ventana, la televisión no daba nada interesante y la radio se quedó sin pilas, el teléfono sonó varias veces, era El Pico, lo habían detenido en la estación desnudo y abrazado a la bandera de todos, gritando, ¡!!!te quiero, te quiero, te quiero, amada mía!!!!!. Este pobre diablo, maldito y maravilloso español.
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