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El cementerio, como espacio escénico
02.05.12 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
Que un espacio escénico se pueda convertir por medio de la escenografía en un cementerio, incluso de automóviles como en la obra del dramaturgo Fernando Arrabal, entra dentro de la lógica. Prueba de ello es la acotación que Zorrilla indica para el acto quinto de su inmortal obra: "Panteón de la familia de Tenorio. El teatro representa un magnífico cementerio, hermoseado a manera de jardín [...] En primer término los sepulcros de Don Gonzalo de Ulloa, de Doña Inés y de Don Luis Mejía [...] En segundo término, otros dos sepulcros, [...] y en tercer término el sepulcro y estatua del fundador, Don Diego Tenorio. Una pared llena de nichos y lápidas circuye el cuadro hacia el horizonte"; pero no es normal y habitual que se busque como espacio escénico para presentar un libro en sociedad un auténtico cementerio, a pesar de que estos lugares empiecen a cobrar protagonismo y figuren algunos de ellos en el recorrido turístico de determinadas ciudades.
Alejandro López Andrada eligió el cementerio de Ntra. Sra. de la Salud de Córdoba para dar a conocer su novela "Los ojos de Natalie Wood" porque el protagonista es un enterrador, y se trata de un homenaje a los románticos, tan dados en ocasiones a los ambientes tétricos. La obra tiene mucho que ver con la literatura fantástica de Allan Poe y Stephen King, además de Bécquer (según el autor) y trata de mezclar las dos realidades, "la que vemos y la que hay detrás de un ángulo que no podemos percibir".
Si las páginas del libro están llenas de amor, intriga, romanticismo, elementos de realismo mágico y paranormal (además de iconos del cine), la ambientación natural del acto literario no podía tener mejor escenografía: "una paz sin fondo y un silencio hecho de nubes", según recoge Alejandro en su blog recordando el acto.
Los ojos de Natalie Wood crean en el protagonista un amor platónico y son como "un rayo de luna, inalcanzables". La música de un violín (un músico ruso de la Orquesta de Córdoba) hacía el atardecer más rojizo y enigmático.
La presentación del autor estuvo a cargo de Joaquín Pérez Azaústre (Premio de Poesía Loew y director de Cosmopoética 2012) a quien recientemente oíamos en el Conservatorio de Música leer su poemario "Las Ollerías".
Alejandro López Andrada (Premio de poesía: Nacional de San Juan de la Cruz, Rafael Alberti, José Hierro, Ciudad de Badajoz, el Andalucía de la Crítica o el Ciudad de Salamanca), ha visitado Cabra en más de una ocasión. Aquí estuvo en la Biblioteca de la Barriada, en el Aguilar y Eslava presentando su novela "El libro de las aguas" (adaptado al cine por Giménez Rico) o con el Centro Andaluz de las Letras en la Biblioteca Pública Municipal Juan Soca, en cuyo acto ya hablaba de la novela que ha visto la luz entre los mármoles de las tumbas y las cruces: un marco insólito y fúnebre.
Alejandro siempre ha sido el poeta y el novelista de lo rural: "no hay nada más hermoso que pisar a diario los caminos de la infancia y recuperar los días que se fueron, la pureza ancestral de un paisaje que está en mí, asentado en las bóvedas de mi corazón".
El libro "Los ojos de Natalie Wood" está editado por el sello cordobés El Páramo, cuyo editor literario es el sevillano-egabrense Antonio de Egipto. Una editorial "que ennoblece el oficio de editor y dignifica la dura y a veces incomprendida tarea de escribir", en palabras pronunciadas por Pérez Azaústre en la presentación.
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