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Cristóbal Garrido Ortega (1950-2004)
30.04.12 - Escrito por: Lourdes Pérez Moral
Cuando todavía colea la investigación policial que ha permitido recuperar dos valiosas estatuas de bronce expoliadas del yacimiento de Alcurrucén de la localidad cordobesa de Pedro Abab, he recordado la denuncia pública que en su día hiciera el descubridor de otro yacimiento pero, esta vez, en Cabra. En 1972, Cristóbal Garrido Ortega localizaba un recinto ciclópeo bautizado con el nombre de "Silla de la Reina" y el Grupo de Alta Montaña y Arqueología (GAMA) se encargó de planificarlo, datarlo, estudiarlo y orientarlo.
Una década más tarde, este yacimiento era brutalmente expoliado. Testigos del mismo fueron un prometedor arqueólogo (Alejandro Ibáñez Castro) y una doctoranda (María Luisa Segura Arista) que redactaba una tesis para comprender parte de nuestro pasado. Fue entonces cuando este "aficionado" formuló una pregunta: "¿cómo se puede proteger algo cuando no se sabe lo que hay que proteger?. Hay que saber lo que se tiene y en Cabra parece que sólo tenemos y vigilamos la Villa de la Fuente de las Piedras, por tanto, los demás yacimientos se pueden expoliar tranquilamente".
A vuelta de todo y de todos ahondó aun más: "habría que hacer una selección de lo que es simplemente curioso y lo que es una pieza o yacimiento de valor porque, se puede dar el caso, que cualquier infeliz encuentre unas tejas romanas y se paren la obra o la labor mientras hay "señores" (expoliadores) que tienen piezas de valor que deberían estar en los museos y ¡nadie! les dice nada. Mire usted, a nivel personal, creo que una labor de protección de yacimientos arqueológicos sin contar con una infraestructura adecuada, es una labor poco eficiente. Si se catalogan los yacimientos, por cierto, mal catalogados y con prisas por la Junta de Andalucía en el Plan Especial de Protección y, se publican pero luego no se protegen, entonces lo que se está haciendo es facilitar el trabajo a los expoliadores. La verdadera protección comenzará cuando se le inculque a los niños, desde la escuela, el amor a su tierra y el niño salga al campo, dirigido por alguien responsable, y aprenda a distinguir un poco las cerámicas y se forme en su colegio una especie de museo escolar o, si sale una pieza importante, se lleve al museo local y, entonces, este museo se convertirá en algo ¡vivo! y no en un almacén de objetos".
Decía el malogrado Juan Bernier Luque: "el ver claro ha resultado demasiado amargo". Y así fue para uno de sus protegidos. Dudo mucho que haya un "aficionado" más ligado y consagrado a su tierra asimismo con plena y desinteresada dedicación a ella. En realidad, Cristóbal Garrido Ortega era de los pocos que conocía la riqueza que se ocultaba y oculta bajo el suelo de Cabra y su comarca. Todavía hoy no sé que admirar: si la calidad de poner a disposición cuanto sabía, si su condición de hombre libre e independiente, si su plácida rebeldía contra la aburrida corte de analfabetos funcionales o un verso de Santillana ("sea otro quien lleve la corona de laurel") que hizo suyo.
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