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XIII Pregón del Costalero
01.04.12 - Escrito por: Domingo Cobo Ávila
¡Gracias Antonio!, ¡gracias amigo! por tus palabras. Nadie podría desear mejor presentador que tu, porque esa semblanza que has hecho de mi persona, aunque del todo parcial y desmesurada, es, me consta, honesta y sentida. Fruto de esa amistad de la que me enorgullezco y que permanece inalterable con el paso del tiempo. Las vivencias cofrades compartidas durante tantos años, pero sobre todo las costaleras son las que hoy y aquí hacen que hables de mí con tanta generosidad, entusiasmo y afecto. A veces la amistad y la pasión nubla la razón y creo que esto es lo que te ha pasado querido Antonio, de todas formas, gracias por tus palabras.
Más de una vez me preguntaron qué es ser costalero.
Y no porque no supiera,
si no por falta de tiempo,
no me paré a responder
a los que saber quisieron.
El costalero crece y aprende
rodeado de momentos.
Distintos puntos de vista
que enriquecen el conocimiento.
El costalero les cuenta,
a sus hijos y a sus nietos,
sentimientos y vivencias
que vivió bajo el madero.
Hoy aquí intentaré hacer lo propio
Pero la dignidad de la audiencia
Impone mucho más respeto,
Por eso...¡Suplico benevolencia!.
Sr. Párroco de la Asunción. Agrupación de Hermandades y Cofradías.
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de Hermandad y Cofradía de Ntro. Padre Jesús Amarrado a la Columna y Azotes, Ntra. Sra. María Santísima de la Caridad y San Juan Evangelista.
Compañeros de Junta de Gobierno de la Cofradía de Jesús Orando en el Huerto.
Hermanos de varal y Cofradía.
Hermanos, hermanas, amigos .
Según las Escrituras trece fueron los asistentes a la Última Cena, Jesús y los doce apóstoles. Tras la misma uno ellos, Judas Iscariote, traicionó a Jesús, delatándolo con un beso magnicida, en el Huerto de Getsemaní. A este apóstol desleal se le considerada el decimotercer comensal de aquella Cena, por lo que en la tradición cristiana, el número trece está proscrito. En mi caso ocurre justo lo contrario. He tenido la inmensa fortuna de ser designado Pregonero de mis Hermanos Costaleros en su decimotercera edición, con el orgullo y satisfacción que ello supone. Si bien, la responsabilidad es mayúscula, pues no en vano, el apostolado que mis doce predecesores han hecho de la costalería es difícilmente igualable y de magnitud inconmensurable. Sea pues, mi primera consideración para aquellos que me han precedido en este púlpito y que de manera tan soberbia y preclara, han exaltado la figura y el trabajo de los esforzados artífices del andar de un paso o del balanceo suave de un palio.
A todos ellos, que con sobresaliente fervor han glosado el mundo de los que van dando lecciones de amor bajo un varal o una trabajadera, mi respeto y mi admiración, porque han dejado el listón a una altura, no solo difícil de superar, sino ya de igualar.
Cuando Jesús me propuso que me hiciese cargo de este pregón, además de cuestionar si tenía capacidad para concluirlo felizmente, me pregunte que méritos eran los míos para ostentar tal privilegio. Yo no soy el mejor costalero, es más, no estoy, ni de lejos, entre los que destacan por su buen hacer bajo el palo.
Tampoco la oratoria ni la retórica están entre mis virtudes, como tendrán ustedes ocasión de comprobar a lo largo de este acto.
¿Cuál entonces, podría ser mi merecimiento?, ¿por qué recurren a mi habiendo gente más capacitada?, y llegué a la conclusión de que mi mérito no era tal. Y digo así, porque en lo único que destaco dentro del mundo costalero es en el tiempo que llevo calzando zapatillas y fajándome para portar, junto con mis hermanos, la imagen de nuestro titular "El Señor del Huerto".
Aunque no he venido para hablar de mí, por lo que anteriormente he contado y con la venia de todos ustedes, me voy a permitir esa licencia, aun a riesgo de resultar algo vanidoso.
Muchos de los aquí presentes no han conocido aquella época en la que el patrimonio material de las Cofradías era de gran valor para algunas, no tanto para otras, incluso exiguo para el resto.
Pero existía algo común a la mayoría, la escasez del patrimonio humano. Esta circunstancia se debió al declive que la Semana Santa sufrió en la década de los sesenta. En este contexto, a finales de esa década y principios de la siguiente, tiene lugar un resurgimiento de nuestra Semana Mayor, creándose nuevas Cofradías, en algunos casos, o retomando extinguidas en otros.
Pero mi presencia aquí no es para dar lecciones de historia cofrade, porque ni estoy capacitado ni es día de eso. Tan solo sirva para situarles, sobre todo a los más jóvenes, y que comprendan por qué, treinta y seis años después, estoy en esta tribuna gozando de su atención.
El Domingo de Ramos de 1.973, tras reorganizase en el año anterior, procesionó después de muchos sin hacerlo, la Cofradía de Jesús Orando en el Huerto. Fueron estudiantes del Instituto Aguilar y Eslava, de entre 14 y 15 años los que, aleccionados por el Padre Prados, se plantearon semejante reto, entre ellos se encontraba mi hermano Juan, Pepe Barranco o Paco Muñiz. El primer año salió a la calle sobre un antiguo y diminuto trono de "El Resucitado", con costaleros profesionales que, desgraciadamente, olvidaron pronto su profesionalidad desluciendo el acto. El segundo procesionó a ruedas en el trono de "La Pollinita" que, como es lógico, había hecho su desfile por la mañana, con el trastorno que conlleva el desmontar y montar en el mismo día los dos pasos. Así las cosas, en 1.975, con unas parihuelas de nueva factura y más coraje que fuerzas, deciden crear una cuadrilla de Hermanos Costaleros que a las órdenes de Pepe Barranco, portase "El Santo" con la dignidad, excelencia y solemnidad debidas. He dicho "El Santo" si, porque en aquellos días no era "El Cristo", aunque de la imagen de este se tratase, era "El Santo". Ese mismo año se estrenaba en España la versión cinematográfica de "Jesucristo Superstar", que tuvo un gran impacto entre los jóvenes de la época, incluyéndome a mí. Tales circunstancias, de algún modo condicionaron el resto de mi vida, ya que requerido por mi hermano Juan entré a formar parte, de igual manera que Antonio, de un grupo de personas del que ya no he podido alejarme nunca más, como si un trozo de mi fuesen, los "Costaleros del Huerto".
Fue aquella, si no la primera, una de las primeras cuadrillas de Hermanos Costaleros creadas en Cabra y de la que a largo de estas casi cuatro décadas han formado parte innumerables personas. Los menos hemos tenido la suerte de permanecer, otros, por que las circunstancias mandan, no siguen, pero en todos está la impronta que deja haber sido en algún momento costalero. Pero carece de importancia si realmente fue la primera, la segunda o la décima cuadrilla. Lo que realmente importa es que aquella, a la que yo me sumé, fue la primera generación de Hermanos Costaleros. Que la segunda hace ya años que se incorporó, superando con creces a la primera y que, viendo el interés y la gana que le ponen los chavales, se está cocinando la tercera que desprende un aroma muy prometedor. ¡Aquí hay futuro!.
Costalero no es solo el que bajo un paso hace posible que la representación de la Pasión de Cristo se manifieste, por las calles de Cabra, de forma tan magistral, sublime y majestuosa. Somos los costaleros una especie con muchas variantes. Costaleros de ayer, hoy y mañana; costaleros a jornal, por promesa, por amor, por tradición, por orgullo o por honda presunción.
Decir costalero implica tanto y es tan amplio el término que, aun a riesgo de no conseguirlo, quiero que ustedes sepan lo que significa para mí y de las diferentes formas de serlo, y hacerles a todos ellos una ofrenda de consideración, respeto y gratitud.
Quiero comenzar, porque casi nadie se acuerda de ellos, haciendo un breve homenaje para aquellos primeros portadores de Pasos que, a cambio de unas monedas, dedicaban parte o toda la Semana Santa a llevar sobre sus hombros las imágenes de Cristo, La Virgen o de Santos . Gentes humildes a los que un inevitableimpulso situado entre la necesidad y la devoción les llevó a ser el origen de nuestros actuales Hermanos Costaleros. Costaleros de jornal que con ese complemento económico, incrementaban sus exiguos ingresos. Sus continúas exigencias económicas y calamitosas conductas en sus últimos años, dieron lugar al desprestigio y por ende la desaparición, al menos en Cabra, de esta figura.
Su fin fue nuestro principio. Creo por tanto que son acreedores del pequeño tributo que hoy, como heraldo de los costaleros egabrenses, quiero brindarles desde esta tribuna. Ellos, mucho antes y durante mucho más tiempo que nosotros, hicieron posible la continuidad de la Semana Santa para que, llegado el momento, pudiésemos tomar el relevo y convertirla en esa gran manifestación de fe, cultura y tradición en que se ha convertido hoy.
Cuadrilleros y contraguías, o capataces como se les llama ahora. Costaleros con galones cuya voz son ojos y guía de los que debajo pisan a ciegas, capitanes de lo oscuro, en quien los costaleros depositan su fe, con la certeza de que conducirán con magistral pericia la singladura anual que supone la procesión por las calles de Cabra. Todo ello asistidos por su particular vigía de popa, el contraguía, siempre ojo avizor y con la vista siempre como una plomada.
¡Silencio!Habla él y todo calla, ¡A esteeeeee....!
Saeta
Si de algo podemos presumir en Cabra es de capataces de tronío. Como la lista sería interminable, hay dos sobre los que voy a personalizar a todos los demás. El primero de ellos se llamaba José Barranco Gutiérrez, a quien se conoce más por saetero singular que por capataz, que también lo fue, y bueno. Pero no solo fue saetero y capataz, sino que perpetuó una estirpe. Fue padre y abuelo de saeteros y capataces. Con sagas de esta categoría está garantizada la continuidad de la Semana Santa en Cabra.
Este año se cumplen veinticinco de que la gubia prodigiosa de Juan Manuel Miñarro, concluyese la actual imagen de Jesús Orando en el Huerto y su posterior llegada a Cabra. Coincide esta efeméride con otra, y les hablo del segundo. Son también veinticinco los años que la voz y el martillo de Carlos López dirige la "Cuadrilla del Huerto", por lo que desde aquí quiero tener un especial recuerdo para él. Carlos, parece que fue ayer, y sin embargo, un cuarto de siglo nos separa ya de aquel 1.987 en que ambos, imagen y tú, llegasteis a la "Cofradía del Huerto"
Aunque enemigo de ese debate manido y cargante que quiere poner género a todas las palabras, aunque de genéricos se trate, haré una excepción. Si ustedes me lo permiten, me detendré en una en especial: COSTALERA.
En un mundo donde la fuerza física era fundamental para lograr el objetivo que se pretendido, parecía que no tenía cabida la mujer, paradigma de la fragilidad y la delicadeza, sin embargo han demostrado que pueden tener tanto o más oficio que muchos hombres.
Porque quieren, porque saben y porque pueden,
siempre con paso valiente
y siempre andando de frente,
porque para doctorarse en costaleria,
donde hay que demostrar sabiduría
es en capacidad de entrega, sacrificio, abnegación...
y sacar la fuerza que realmente vale,
que no está en el musculo, sino en el corazón.
Que de corazón todas ellas saben, porque además de costaleras,
... novias, esposas o madres son.
Y decir esas palabras es como decir : AMOR.
Femeninas, masculinas o mixtas,
qué más da, cuadrillas de costaleros son,
un puñado de "gente güena" .
Gente que buen día decidieron que aquello valía la pena.
Portar un Paso, pero no un Paso cualquiera.
Ese Paso, esa imagen, y de esa forma en que la llevan.
Yo quiero formar parte de un grupo
que son mucho más que colegas.
Son amigos, camaradas y compañeros de penas,
pero también de alegrías y de esfuerzos,
que se funden bajo un Paso para sufrir y gozar,
"Hermanos Costaleros" todos,
¡y no hay nada más que hablar!
Dicen que una cuadrilla se compone de varias decenas de costaleros que, como un armonioso y ciego ciempiés calzando alpargatas, porta sobre un trono o canastilla la imagen de Cristo o su madre, La Virgen. Pero yo sé que no es del todo así, porque lo he vivido, porque lo he disfrutado. Allí debajo tiene lugar algo místico que, aunque es complicado de explicar, voy a intentarlo para que todos ustedes se hagan una idea de algo que, si no se ha estado en ese trance, difícilmente se podrá experimentar.
Escuché decir en una ocasión que "el costalero nace, no se hace". Yo desde mi experiencia no estoy del todo de acuerdo con esa afirmación. El costalero se hace, se hace día a día, con los ensayos, con el trabajo en equipo, pero sobre todo con el compañerismo, con la camaradería, sufriendo hombro con hombro con tu hermano. Todos conocemos ejemplos de personas que un día por curiosidad o por compromiso o porque realmente sentían atracción por aquello se acercaron a una Hermandad con la intención de ser costalero. Personas que después de un año o dos, no continuaron, porque carecían de la generosidad necesaria, de capacidad de entrega, de sufrimiento, de constancia, de amor o... de arte,...si de arte,...
Porque ser costalero es un arte. Es el arte de un andar con paso largo y racheao, cuyo roce despierta una singular musiquilla: la música de los buenos costaleros... al rachear de zapatillas. Sincronizados movimientos de cintura que hacen que el paso caiga de costero a costero. La costaleria es el arte de toda una familia, pues los costaleros funden sus cuerpos en la entrega y el esfuerzo de los varales o las trabajaderas.
El costalero por sí solo no existe. ¡Existe la cuadrilla!. Una cuadrilla de hombres que sellará su amistad eternamente. Sufrir ahí abajo, es una conjunción perfecta de compresión y amistad, sin intereses ni condiciones que la puedan enturbiar. Por todo eso señores ¡SER COSTALERO ES UN ARTE¡, hoy lo voy a pregonar.
Y llegó el día. Lejos quedan aquellas tardes de crudo invierno, cuando aún no tenían la luz de primavera. En las frías noches de Febrero, en naves y cocherones despertaban, de la dilatada hibernación que venían guardando desde la primavera anterior, los tronos de ensayo o de procesión. Cuando todos nosotros, costaleros, como hormigas laboriosas que despiertan del letargo invernal, retomamos nuestra labor costalera, un año más.
Hay que tallarse, organizar, ensayar y practicar, ni un solo detalle se puede dejar al azar.
Y en las tardes de los sábados o en las noches de otro día, qué más da, el paisaje se transforma, grupos de gente que vienen y van, cada uno hacia su ensayo, bajo el brazo, una faja o un costal, ¡vamos que llegamos tarde, no hay que hacerles esperar!, y con música enlatada, no sin gran dificultad, empieza un trajín de tronos de acá para allá,
¿Cuántos somos?, veinticuatro, ya podemos empezar;
¡escuchad bien esta marcha que es nueva!;¡regular la levantá!;
¡más alto que no se oye!, le gritan al capataz;
¡esta marcha no nos sale!, hay que volverla a ensayar.
Después, concluido el ensayo lo tenemos que comentar. Un ratito de asueto que no hay ganas terminar. Compartir unas cervezas o refresco, pero... ¡otro día, no me quedo, mañana tengo que trabajar!; ¡Estoy de exámenes, y no me puedo descuidar!; ¡mi novia me está esperando, en otro momento será!.
Eso ser costalero, sacrificio hasta al final, perdiendo descanso y estudio, postergando familia o pareja, pero no por descuido u holganza, sino por ensayar. Por estar con todos aquellos que en ese día especial compartirán nervios, trabajo acompasado, emociones, alegría, llanto, sufrimiento y gozo, con esa gente entregada que forman su otra familia.
Poco a poco la Cuaresma se acaba, va llegando a su final. Y ahora, cuando las vísperas se nos escapan de nuestras manos, cuando tan solo dentro de unos días sentiremos que todo empieza a terminar, ahora que se acabó el tiempo, la Cuaresma de recogida ya va, nos regaló todo su esplendor pero la luz de la Primavera anunciando su llegada está, son noches de traslados, de últimos preparativos, de organizar.
Noches que hacen crecer la ilusión, pues el día más cerca está, ese que todos anhelan y no es desesperación, es que hace 365 que tuvo lugar el anterior y desde aquel preciso instante, aquel del "Ahí queó", empezó a correr la cuenta, nuevo año, nueva ilusión.
Saeta
Amanece un día radiante.
Todo está listo en su lugar:
alpargatas, pantalón, camiseta y sudadera,
la imprescindible faja costalera
y, en su caso, el costal.
Y aunque la hora se acerca,
aun podemos quedar
para echar otro ratito
antes de ese momento singular.
¿Dónde nos vemos?,
¿y lo preguntas?, en la Placeta
¿Dónde quieres que quedemos?,
que esas horas previas tienen algo especial,
porque aunque la impaciencia te puede,
así, en compañía del grupo,
parece el prólogo de lo que está por llegar.
Falta una hora para la salida. Al salón parroquial van llegando uno a uno todos los costaleros hasta completar la nómina de cargadores que han de ponerle pies a lo sagrado. Parece mentira que, después de tantos años, este más nervioso e inquieto ahora que antaño.
Pero es natural porque allí se respira un aire especial, un mundo de sentidos, un enjambre de emociones que no explica ningún manual, emociones que rebosan como del pecho rebosa un suspiro hondo y ancestral.
Ya en la sacristía, el corazón palpita agitado.
Los últimos preparativos,
las últimas instrucciones del capataz,
y a última hora... algún homenaje merecido
para alguien que ha tenido
un año muy singular,
que hasta en eso somos los costaleros sentidos,
en llegar hasta el final
sin parar de demostrar
nuestro afecto y nuestro cariño.
La garganta se queda pequeña porque un nudo la atenaza, intento tragar saliva
pero la emoción me embarga. ¿Seré esta año capaz?, ¿tendré fuerza suficiente para poder rematar?, pues sí, naturalmente porque la fuerza nace en esa delicada hondonada donde el corazón empuja de manera insistente.
Llegó el momento, cada uno a su sitio, es la hora de empezar y el costalero comienza dando lecciones de humildad, que por si alguien no lo sabe, hoy, que es día de pregonar, contaré a todos ustedes algunos valores del costal, empezaré por el que he dicho... La Humildad... , bella palabra y primer mandamiento del costalero, pues incluso antes de empezar, ya está dando pruebas de ello. ¿ Se han dado ustedes cuenta que para entrar en cualquier paso lo que hay que hacer primero es agacharse o tirarse al suelo?.
Tampoco se entiende el costalero sin Confianza. Esta es inherente a él, el costalero es confiado, necesita confiar. No puede dudar de sus compañeros, no puede ni siquiera sospechar que alguno de ellos eluda su responsabilidad.
Confianza en su contraguía y en su capataz, que como lazarillos guían a los que en tinieblas caminan, seguros de que nada les ha de pasar. De la virtud anterior se desprende otra no menos importante: la Generosidad.
Pues el oficio de costalero requiere entrega absoluta y derroche a la hora de dar, ayudar a sus compañeros y por extensión a todos los demás.
Que no hay mayor orgullo para el que se faja o lleva costal que sentirse necesario y útil a la hora de apoyar.
Pero los apoyos necesitan Fortaleza, ¡una virtud cardinal! que, en el caso del costalero, se manifiesta en la capacidad de aguantar, soportando el peso que le toca y... ¡a callar!.
Pero no es solo el físico, sino también moral y espiritual. Otra es la Perseverancia, que se necesita para ensayar una y otra vez aquella marcha que se nos resiste o para hacer un largo recorrido pasito a pasito, siempre de frente y sin que apenas se note. Recorriendo el camino que se tiene que llevar para lograr el objetivo propuesto, sin darnos por vencidos dejando el trayecto a la mitad.
El Orden, nada hay más necesario para hacer un Paso andar.
Cuando en el silencio se oiga una voz y un martillo, una orden, a levantar, todos a una será, con orden medido.
Y cuando el capataz, en plural solidario, diga ¡Vámonos!, hay que irse, pero además hay que saber irse, hay que saber andar, al compás de la música siempre y si no... rachear, treinta y seis pares de pies que deben caminar como si se tratase de un solo par.
Podría seguir un buen rato que todavía quedan más, pero no quiero extenderme y con lo dicho creo suficiente para que se hagan una idea de la clase de gente, y la categoría que adquiere alguien cuando debajo de un Paso se mete.
¡Atención!... que está llamando.
La primera levantá,
el rito que cada año se repite,
para alguien honrar.
Ya está el Paso arriba, es la hora de la verdad,
solo se oyen alpargatas en el suelo rachear,
son caricias costaleras con sonido y a compás.
Desde la puerta, la música se cuela en la Iglesia y nosotros a su encuentro vamos, atraídos por los sones de la marcha, como por una flauta encantados.
En cancel estamos ya, la cosa se pone difícil, pero no hay dificultad que no pueda superar la fuerza, la pericia y la voluntad de cuadrilla tan singular, conducidas con destreza, por delante y por detrás, con tanto arte y nobleza.
Aplausos, en la calle ya estamos, las piernas tiemblan y el sudor empieza a brotar de nuestra frente, ¿acaso el esfuerzo ya pasa factura?, pues no, que son nervios y agitación, alegría y emoción, pues empieza a cumplirse el último y decisivo de los actos costaleros.
En las próximas horas todo ha de ser como se ha preparado, como se ha previsto, como se ha ensayado.
Pero lo prodigioso es que a pesar de estar todo estudiado, cada año es diferente, porque en ese lugar encantado, detrás de los faldones, donde se está solo y a la vez acompañado, se dan vivencias y emociones únicas y diferentes, sensaciones, evocaciones, pálpitos y sentimientos de gozo o de esperanza, de comprensión o de ilusión, de lealtad, de cariño o de amor.
Poco a poco, hermano costalero, la fugacidad del momento ha ido robándole minutos a la noche. Sin darte cuenta has vivido lo que durante el año habías soñado, habías amado y..., junto a tu hermano, un bendito sudor has derramado...y aunque estas agotado no quieres que el trance concluya, pero así ha de ser, más no te apures, que en cuanto arriemos el Paso el nuevo año empieza a nacer.
¡Ahí queó! Esa es la expresión que cierra un ejercicio costalero y a la vez abre el siguiente. Tras oírla, se produce un alumbramiento prodigioso. Treinta y seis hombres nacen a la luz desde lo oscuro. Uno a uno vamos saliendo como los niños en el parto, y como ellos, estamos aturdidos y turbados.
Una multitud nos rodea, la busco, no la veo, y de pronto... noto su presencia, su mirada, allí están, unos ojos verdes con ese brillo que solo las lágrimas dan, desbordada por la emoción que tanto rato ha contenido.
Ella, a la que tanto quiero y a la que tanto debo, un beso, un abrazo fundido, Y con ella los tres puntales de mi casa, en los que me apoyo y por los que vivo. Todos allí reunidos, que más se puede pedir, un costalero, dos familias, dos amores, aunque se trate de amor distinto.
Saeta
Al principio advertí que no era tarea fácil explicar el sentir costalero, y mi predicción se cumple a medida que lo intento.
¡Cuantas y cuantas cosas se quedan en el tintero!. Pero no quiero extenderme, prefiero que mi alocución se recuerde más por breve que por interminable.
Por eso, para ir concluyendo pedir indulgencia quiero para este viejo costalero que empieza ya a ser un costalero viejo.
Y hablando de costaleros viejos, no podría concluir sin dejar de recordar a los penúltimos miembros de la familia costalera. Sobre todo teniendo en cuenta que yo estoy ya en vísperas. No sé en otras Cofradías como les llaman, en la mía "Galacticos". Aunque parezca broma, no lo es. No pudo estar más acertado el que puso este nombre a los que queriendo no pueden.
Esos que desde fuera ven con nostalgia andar a Los Pasos, añorando y recordando aquel tiempo en que eran sus pies los que daban vida a esa sinfonía que es el caminar de un Paso por las calles de Cabra. Colosal penitencia la de estos costaleros que un día, porque les pudo la edad, porque se les rompió la espalda, o desgastaron sus rodillas, porque flaqueó su corazón, porque la carretera casi nos lo arrebata o para dejar sitio con generosidad infinita, tuvieron que renunciar a lo que más querían, compartir la carga, el sufrimiento y la satisfacción con sus hermanos costaleros. Como decía Serrat:
"Dios y mi canto, saben de quien hablo tanto."
¿Son galácticos por que orbitan alrededor del paso?, quizá sea por eso, porque son atraídos por ese magnetismo que un astro rey, con forma de canastilla, ejerce sobre los que un día fueran su soporte. ¿O acaso lo son por su condición de estrellas?, puede que así sea, porque están en el firmamento costalero brillando, tras haberlo dado todo, con luz propia, sirviendo de guía a los demás costaleros, del mismo modo que las estrellas del cielo guiaban a los navegantes en sus derroteros.
Pero aunque ellos no lo sepan, siguen allí, debajo. Yo soy notario de ello, que aunque no se les vea, allí están, siento todos los años su presencia, vienen conmigo y con todos los demás.
Por eso, a veces, cuando las fuerzas flaquean y parece que todo el peso lo lleva uno solo, una energía renovada nos llega, y como por arte de magia se alivia la carga, son ellos que nos ayudan y nos dicen ¡ánimo!, ¡adelante que puedes!, ¡que lo has conseguido!, que aunque mis pies o mis hombros se nieguen, mi corazón va siempre, ahí, contigo.
Pero hay más, que los costaleros siempre bien asistidos estamos. Otra cuadrilla invisible que nos protege y ampara, que nos sostiene y auxilia y nos ayuda en el alma.
Son aquellos que un día se marcharon, los que ya no pisarán las calles los que no se les ensangrentará la cérvix o hombro, los que ya no les dolerá la espalda o a los que el sudor no molestará sus ojos.
Pero ellos, todos los años se fajan y calzan zapatillas y con costal o almohadilla, acuden siempre puntuales a esa hora bendita en la que los corazones costaleros palpitan a un compás acelerado, el momento ha llegado, y como es allí, en nuestros corazones donde habitan, siempre presentes están, nunca nos abandonarán, por mucho que la muerte lo exija.
Mi hermano, Felipe, Rafa Moral y Rafa Muñiz, porque con ellos que compartí mucho más que varal, son los tres nombres en los que quiero representar y homenajear a todos los "caídos de la costalería" y que, precisamente por su condición de costaleros, siempre estarán vivos donde esté presente, aunque sea uno solo de nosotros.
Ahora ya lo saben, lo tenía que contar. Que cuando Cabra entera goce y se emocione por la presencia en las calles de sus Vírgenes y sus Cristos, viéndolos andar y moverse, no es mérito exclusivo de los que a simple vista veis con alpargatas, faja y costal, pues unos cirineos de excepción nos ayudan y nos confortan, a ellos, que por circunstancias, ya no pueden y a los que nos dejaron para siempre, mi homenaje, mi gratitud y mi respeto.
Y cuando llegue el día, ese que todos esperamos, después de mirar los pies de los que portan lo sagrado, mirad al cielo y veréis que lo que digo se ha demostrado, en el firmamento con mayúsculas escrito "COSTALERO", que a los unos y a los otros está dedicado.
Antes de concluir, quiero mostrar mi gratitud a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna por haber confiado en mí para hacer esta alabanza a la figura del costalero y a todos ustedes por su asistencia, pero sobre todo por haber tenido conmigo tanta paciencia.
Para terminar solo les diré que...
El aire ya no es el mismo,
no es el aire frío de enero.
Es un aire que roza, que acaricia,
que nace exhalado del cielo.
Y esta luz no es la misma,
no es la luz gris de febrero.
Es luz de primavera,
de incienso, azahares y anhelos.
Zapatillas, costales y cera
¿Aún no oyes esa corneta que canta?
¡¡Levántate, costalero!!
Que ya llega SEMANA SANTA.
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