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Maestro Tejera en Cabra
13.03.12 - CRÓNICA DEL CONCIERTO - Escrito por: Mateo Olaya Marín
Quiero permitirme la licencia de no hacer una crónica al uso del acontecimiento de ayer. Quizás, porque son necesarias una serie de reflexiones una vez que nuestros oídos se han recuperado, en parte, de la emoción vivida.
Muchos de los asistentes ayer al concierto de la Banda de Música del Maestro Tejera de Sevilla, organizado por La Opinión de Cabra, en su centenario, hemos crecido al calor de sus discos. Precisamente Tejera lleva mucho tiempo sin grabar en estudio, pero cuesta creer que algunos de sus trabajos antológicos tengan que ser desempolvados, porque están más vigentes que nunca. En esos discos, tan finos y repletos de buena música, había un distintivo que llamaba la atención: el carácter categórico con el que se titulaban. Hubo una saga titulada “Suena Tejera”, como si de algo único se tratase. Se puede llegar a pensar que se trata de una exageración, pero tras lo escuchado ayer, en un escenario idóneo por su acústica y visibilidad, esta aseveración cobra todo su sentido. Suena Tejera, ¡y cómo suena! El sonido de esta banda es denominación de origen.
La Opinión quería brindar a Cabra un acto de enjundia, y lo hizo hermanándose con otra institución centenaria, que nunca ha cejado en su empeño de difundir los valores de la cultura. El concierto de ayer tardará en borrarse de nuestras retinas y oídos, por no decir que se recordará para siempre. Maestro Tejera es la mejor banda de música que nos ha visitado en mucho tiempo y la ocasión bien merecía su asistencia.
Estos músicos nos hacen disfrutar lo mismo en la orilla del albero, que en la trasera de un palio en las horas postrimeras de una noche de Semana Santa; Tejera es un traje de luces y las luces de unos candelabros de cola; filigrana por “Churumbelerías” o por “Virgen del Valle”; la alegría de un pasodoble bien medido, o el recogimiento de una marcha fúnebre. Su música, de todas formas, nos quiebra por la cintura y nos compone en el alma un pellizco de gozo difícil de explicar.
Por más que escucho bandas como ésta y marchas como las de ayer, menos me explico la indiferencia con la que no pocos músicos académicos miran a la música procesional. Sólo el desconocimiento puede llevar a infravalorar un género por el que han pasado grandes músicos de nuestra tierra: Eduardo Lucena, Turina, Font de Anta, Gámez Laserna, Martínez Rücker, Beigbeder, José de la Vega, Enrique Báez, etc.
El concierto
Maestro Tejera tiene la virtud de hacer de cada marcha un manual de la correcta interpretación de la misma, con una afinación y equilibrio dignos de elogio. En las distintas composiciones que escuchamos ayer, se desplegaron las virtudes de todo el conjunto.
Porque, no me dirán que no sorprendió gratamente aquella portentosa música de “Pasa la Virgen Macarena” y “La Esperanza de Triana”. Las cornetas que protagonizan buena parte de estas marchas, se clavaban como auténticos fogonazos de luz, con un estruendo espectacular y perfectamente hilado con el resto de la banda, porque en ningún momento se perdió la melodía características de cada composición. Secas, ásperas, brillantes, pareciera como si una banda militar estuviera en el escenario. El fabuloso trío final de la marcha de Gámez Laserna (la primera) o la virtuosa saetilla ejecutada por los clarinetes, dieron cuenta de la calidad de sus músicos.
En “Soleá dame la Mano”, pudimos comprobar la capacidad de la banda para acometer una marcha muy exigente en el ritmo y en la expresión. La partitura de Manuel Font de Anta no es baladí. Está recorrida por pasajes de auténtica delicia musical, con el uso de unos colores y timbres preciosos. La melodía cuasi arabesca, la traza de la música nacionalista, las connotaciones claras del impresionismo, son ingredientes claves para comprender los entresijos de esta gran impresión en forma de marcha fúnebre (como así dejó escrito su autor)
La versión de “Valle de Sevilla” mereció un atronador aplauso del público. Esta marcha de José de la Vega es un alarde de inspiración, anclada en la música andaluza, que está arropada por una orquestación muy cuidada. La composición llama la atención por su espectacularidad, y los distintos efectos que pueden llegar a crearse con la intervención de los instrumentos y sus distintos timbres. Maestro Tejera manejó de forma sobresaliente los reguladores, esto es, las distintas transiciones entre los pasajes en fuerte y en piano. Los continuos “crescendos” y “decrescendos” se hicieron con una claridad que encandiló al público, sumergiéndole en una página musical hermosísima en la que la música se expande y contrae. Los acordes finales, con los timbales, arrebatadores en fuerza, pusieron en pie, con razón, a más de uno que no pudo reprimir la emoción del momento.
Cerro el primer bloque del concierto “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina, el autor del famoso pasodoble “España Cañí”. Es una obra que la banda suele incluir bastante en su gira de conciertos por Andalucía. Y si impecables fueron las anteriores, no menos lo fue ésta.
Comenzó el segundo bloque, dedicado fundamentalmente a la marcha cordobesa, con la música de Enrique Báez y su marcha “Virgen de las Angustias”. Quizás, imagino, habrá sido la marcha que el público asimiló peor. Al oído no es tan familiar como tras, y en la primera escucha es normal que existan ciertas reservas por su rareza. Pero la composición es soberbia. Tejera estuvo acertada, los metales muy ajustados en una marcha de gran exigencia en estos registros y el trío final quedó fantástico con la superposición de oboe, requinto y flautas a la melodía principal, sustituyendo a los violines, que es el instrumento original que Báez indicó en la partitura para ocasiones de concierto.
Le siguió “Martirio”, con la que el público vivió uno de los momentos más emocionantes. Todos recordamos y tarareamos esta marcha con el cariño hacia nuestra banda de música de Cabra, quien nos la dio a conocer un buen día, y quien trabaja por que no la olvidemos. Maestro Tejera quiso para este concierto tener un detalle con Cabra, y en esas que se puso en el atril la marcha fúnebre del Maestro Rodríguez. Sorprendió su velocidad, algo más rápida que a lo que estamos acostumbrados. La tocaron nada más y nada menos que a la velocidad con la que ellos suelen tocar las marchas, amoldada al andar de un paso de palio, que al fin y al cabo es la función de una banda: el acompañamiento. Pudimos comprobar cómo se realizó un pequeño cambio en la instrumentación de la banda. Uno de los músicos que tocan la flauta, cogió el flautín para dotar a la música de esa necesaria dulzura aguda que sólo transmite este instrumento. Encantador el trío final, con los repuntes de flautín, flautas y requintos.
La penúltima marcha sería “Saeta Cordobesa”, uno de los puntales del repertorio de Maestro Tejera, que la lleva interpretando desde hace muchísimo tiempo. Los músicos le supieron dar ese aire ajustado y equilibrado de Gámez Laserna, nada fácil ante una música tan densa y contrapuntística como ésta. Hicieron nuevamente su aparición estelar las cornetas, en primer lugar para girar la marcha en su expresión, y luego más tarde, tras la gran saeta de clarinetes, acompañada por el ritmo sincopado de saxofones y resto de instrumentos en un enrizamiento musical fastuoso, para entrar en el colofón final brillante y alegre, espectacular, con el que esta marcha termina.
Finalizó el concierto, dentro del programa, con “Siempre en el recuerdo”, nostálgica partitura de López Padilla, que alcanzó la final de composición del I Memorial Manuel Font de Anta. La obra termina con un fraseo precioso sustentado por el protagonismos de las trompetas a contra tiempo.
Y lo mejor no había terminado. José Manuel Tristán, responsable de la banda, se dirigió a los presentes, teniendo palabras de agradecimiento hacia La Opinión de Cabra y acordándose, justamente, de dos instituciones musicales de nuestra ciudad: el Centro Filarmónico Egabrense y la Banda de Música de Cabra (ambas estuvieron representadas con varios de sus miembros)
Los bises consistieron en “Margot” de Joaquín Turina, bellísima marcha, que en concreto es el pasaje denominado “Noche del Jueves al Viernes Santo”, del drama lírico Margot, de 1914. Primero consta de una introducción, a modo de recreación de la procesión, y posteriormente tiene lugar la entrada de la marcha, con el batir característico de los tambores.
Y finalmente, la sorpresa: “La Cruz Parroquial”, célebre pasacalle de López Cordón que puso en pie al público y que fue interpretado haciendo el da capo (vuelta al principio) doblegando así, el disfrute por escuchar una melodía tan nuestra, por una banda que desde entonces es algo más nuestra. Si ellos han tocado algo que pertenece a la misma médula espinal de la tradición, se han llevado consigo algo de nuestro pueblo.
Una última reflexión
Dedicada al maestro Manuel Hidalgo, el director musical de la formación. Músico veterano, exmúsico militar que integró formaciones tan importantes como el Soria 9 bajo la dirección del gran Pedro Gámez Laserna, o la Orquesta Bética Filarmónica, es uno de los directores de banda más respetados en Andalucía. Ayer pudimos ver cómo la música la lleva tan adentro, tan memorizada, que no le hizo falta el guión de director para dirigirla. Con sus manos, y los mismos movimientos de su cuerpo, indicaba progresivamente a los distintos músicos sus respectivas entradas y los matices y expresiones adecuados para la correcta interpretación. Entrañable persona que lleva la música en su ADN, tuvo el elegante gesto de enseñar al público las partituras de “Martirio”, como tributo y deferencia a la memoria del gran maestro Rodríguez. Fue, sin duda, uno de los momentos del concierto, que tanto emocionó a más de un cofrade egabrense que lleva su Semana Santa tan adentro, como Hidalgo la música.
Agradecimientos
No podía terminar sin agradecer, en primer lugar, a La Opinión de Cabra y la Fundación Aguilar y Eslava por el esfuerzo realizado, a la banda de música de Cabra por la cesión de las partituras de “Martirio” y “La Cruz Parroquial” para su interpretación, y a José Manuel Tristán, de Maestro Tejera, por su generosidad y amistad.
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