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Presentación del concierto de Maestro Tejera en Cabra

12.03.12 - Escrito por: Mateo Olaya Marín

En 1912 nuestra Semana Santa se había estilizado con la llegada, un año antes, de los esbeltos capuchones. Los pasacalles anunciaban los cortejos. La banda de música de Cabra ya estaba dirigida por el Maestro Moral y el Centro Filarmónico Egabrense cumplía seis años. En 1912 la banda que hoy nos visita se había consolidado, con una reorganización pocos años antes bajo la dirección de la persona que le daría su nombre: Maestro Tejera.

En los años cuarenta es nombrada titular de la Real Maestranza, actuando, desde entonces, en los festejos taurinos del coso hispalense. Durante más de treinta años fue dirigida por el recordado Pepín Tristán, padre del actual director, José Manuel Tristán, a quien hoy quiero dirigirme con especial cariño, por su categoría humana y por haber puesto tanto empeño e interés en tocar aquí, en Cabra. Hoy día es una formación clásica y vital en el patrimonio musical andaluz, dirigida artísticamente por el gran músico Manuel Hidalgo.

Maestro Tejera es albero e incienso, un traje de luces y las luces de unos candelabros de cola; Maestro Tejera es el pasodoble que se engarza en el vuelo del capote y la marcha que mueve como un impulso arrollador la arquitectura sublime de un palio. Tejera le da nombre con su música a momentos emblemáticos de la Semana Santa sevillana.

Sus músicos cogen las notas y dan puntadas de corcheas para que determinadas marchas vayan cosidas al manto de las Dolorosas que acompañan. El Domingo de Ramos, con los requiebros de la música de Gámez Laserna tras el Subterráneo; el Lunes Santo cuando acometen “Jesús de las Penas” de Pantión a la salida del majestuoso nazareno de San Vicente, el Jueves Santo cuando encarnan la memoria sonora de Sevilla en la partitura de “Virgen del Valle” sobre un fondo de ojos verdes, o con la Virgen de Montserrat, tras una estela azul romántica en una noche de Viernes Santo.

El concierto lo hemos dividido en dos bloques. La primera parte sobre marchas sevillanas clásicas y conocidas, con las que recorreremos diversos autores y expresiones del género.

Las primeras notas que nos llegarán serán de la sensacional marcha “Pasa la Virgen Macarena” de Pedro Gámez Laserna. Compuesta en 1959, se trata de una página musical alegre en su principio, tornándose en reflexiva en su parte final, como perfecto indicador de la misma dualidad que supone la Macarena. Las cornetas subrayan la marcialidad de la trepidante introducción sobre una constante riqueza melódica. En el melancólico trío final podremos reconocer a las maderas esbozando levemente una saeta.

Retrocederemos en el tiempo y recalaremos en 1918. Manuel Font de Anta, autor de la inefable “Amarguras”, compone la que para, quien os habla, es la mejor marcha procesional: “Soleá dame la Mano”. Con una melodía prodigiosa, la composición recorre los veneros del nacionalismo y el impresionismo. Su compositor, impregna la obra de una serie de matices, colores y expresiones que la hacen única y especial. Su naturaleza descriptiva y abrumadora belleza, la han convertido en un referente musical a todos los niveles. Está inspirada sobre una saeta que oyó cantar a un preso de la cárcel del Pópulo de Sevilla al paso del palio de la Esperanza de Triana.

Precisamente Manuel López Farfán dedica a la Dolorosa trianera la marcha “La Esperanza de Triana”. Una composición alegre con cornetas, estrenada en 1925. Ese mismo año compuso “La Estrella Sublime”, que sorprendió por su singular movimiento airoso. Hizo lo mismo con ésta que nos ocupa, añadiendo un pasaje intermedio protagonizado por el clarinete que interpreta virtuosamente una saetilla.

En 1990 el violinista cordobés, José de la Vega, compone “Valle de Sevilla”, espectacular marcha procesional con una soberbia orquestación. De la Vega no quiso competir con la inigualable “Virgen del Valle”. Optó por no adentrarse en los terrenos líricos de ésta, y lo hizo por un estilo más fuerte y vigoroso. “Valle de Sevilla” es una obra muy expresiva y temperamental. En su inicio nos embaucará el rumor de los graves. Tras esta inquietante introducción, el autor nos enseña un primer tema marcado por el continuo y obsesivo percutir de la caja. Una música profundamente andaluza transita por la partitura, con sucesivos contrastes entre fortísimos y pianos, alcanzando momentos culminantes con la explosión instrumental de la banda.

Cierra este bloque la portentosa marcha “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina. Por las referencias en prensa, podemos afirmar que procede del primer tercio del siglo XX. De un sugerente carácter descriptivo, la marcha comienza con un ritmo muy acentuado en el que los metales conceden un tono gallardo y decidido. Aparecerán unas llamadas marciales, simulando la llegada del paso y emergerá una saeta que nos conducirá a un final apoteósico y contundente.

En este segundo bloque, nos centraremos en la marcha cordobesa y en un caso en especial, en la marcha egabrense.

En primer lugar Enrique Báez nos sumergirá en la música de “Virgen de las Angustias”, de 1952, gran marcha que desprende una inspiración única e incomparable. Su decisivo inicio nos pone en la tesitura de una música tenebrosa y tensa, con esa efusividad melódica que pareciera proceder del virtuoso violín de Báez. Sorprende su parte central, donde tras el redoble de la caja, en absoluto silencio, metales y maderas dialogan recreando un lamento desgarrador y conmovedor. El trío final es un ejemplo de exquisitez y buen gusto, con un sutil contracanto que sobrevuela la característica melodía.

Le seguirá “Martirio” y asistiremos a un momento muy especial. Tejera ha querido dar una nota egabrense a este concierto, preparando esta marcha que para nosotros es santo y seña de nuestra Semana Santa. El Maestro Rodríguez, entonces director de la banda municipal, sufrió la pérdida de su hermano en unas trágicas circunstancias y quiso homenajearle con esta composición fúnebre que fue estrenada en el pregón de la Semana Santa de 1969, pronunciado por Ramón Martín Cartaya. El inicio, o el trío final con los dulces gimoteos de las maderas, habitan en nuestro particular imaginario y nos asaltan emocionándonos cada vez que la escuchamos por nuestra banda de música egabrense.

En penúltimo lugar, “Saeta Cordobesa” de Pedro Gámez Laserna, de 1949. Una obra maestra, que con el tiempo ha pasado de ser sólo de Córdoba, para ser y pertenecer a Andalucía. En esta maravillosa música, Gámez hace un tratamiento fino y magistral del contrapunto y la armonía, tejiendo así un compendio de melodías entrelazadas que van desde el abatimiento hasta la fuerza de una elegante fanfarria de metales. Esta prodigiosa partitura, inmortaliza la saeta de María la Talegona, al incluir una que el compositor le escuchó en una noche de Miércoles Santo. Los clarinetes se ensortijan para trazar una melodía bellísima arropada por el resto del instrumental. Gámez riza el aire de una saeta hasta unas expresiones antes no exploradas. No dará tiempo para que termine, cuando sobrevendrá un giro inesperado y la banda romperá en un colofón arrebatador, brillante y luminoso, en el que las cornetas elevarán el espíritu como si de una marcha triunfal se tratase.

Cerrará este programa la marcha “Siempre en el recuerdo”, compuesta por José Javier López Padilla en memoria de Pepín Tristán, emblema de esta banda, fallecido en el año 2007. Esta hermosa composición, alcanzó la final del I Memorial de composición “Manuel Font de Anta” de Sevilla. Su melodía nos transmite la nostalgia y el recuerdo por esta entrañable persona que tanto bien hizo a la música.

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