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CAMPO DE DALÍAS
UNA COLABOCIÓN DE ARACELI GRANADOS SANCHO - Escrito por:
Dos meses llevamos desplazados mi pareja y yo a este rincón del poniente almeriense por requerimientos profesionales. La estampa socioeconómica de la zona nada tiene que ver con la habitual egabrense. Tres sectores económicos mueven aquí a los almerienses: la producción de frutas y hortalizas en invernaderos, el turismo y el sector público, amén de otras dedicaciones minoritarias. Pero la razón de este breve ensayo no es la de realizar un análisis pormenorizado de estos sectores, sino la comprobación «visual» de la segregación humana en la zona.
Como todo el mundo sabe, la inmigración aquí es alta (africanos, rumanos, iberoamericanos), pero lo sorprendente es que las diferentes comunidades no se mezclan ni en sus destinos profesionales ni en sus vidas privadas. En 9 kilómetros a la redonda puedes encontrar parcelas geográficas donde trabajan los negros en los invernaderos, sectores urbanos donde pasan el invierno alemanes, belgas e ingleses y la ciudad misma de Roquetas, donde amén de excepciones viven los hogareños. Para el recién llegado que no ha experimentado el proceso de asentamiento progresivo, la «estampa» es de esquizofrenia social y de auténtico pesimismo sobre la condición humana.
Ya sé que no descubro nada nuevo. Esta situación es normal en las grandes y medianas ciudades y ahora llega el momento de la imitación estructural de nuestros pueblos. Pero quiero insistir en la visión desconcertante: si coges el coche y te desplazas de oeste a este por este Campo de Dalías pasas de observar zonas de invernaderos en las que percibes hombres africanos montados en sus bicicletas que te miran con curiosidad a, de manera brusca, y en cuestión de metros, entrar en una zona de urbanizaciones costeras de hoteles de cuatro y cinco estrellas, con campo de golf incluido, que no necesita más descripciones. Y avanzando en la costa llegas a Roquetas pueblo, El Parador y Aguadulce, donde parece asentarse la clase media y alta de la ciudad.
Cuando vas de compras a algún Mercadona nunca ves allí dentro negros, marroquíes, rumanos o latinos, y si los encuentras están comprando 5 kilos de arroz –como pude observar en una ocasión–. Si caminas por la playa tampoco ves a familias latinas paseando con sus hijos. ¿Qué ocurre? ¿No tienen tiempo para caminar? En los sectores turísticos tampoco se observa a los grupos minoritarios. Sí pude verlos en un gran centro comercial que se levanta a las afueras de Roquetas y que parece que tiene el poder de aglutinar en torno a su eje comercial a todos los sectores de la sociedad civil.
Llevo muchos días pensando en estas visiones y preguntándome por qué no hay fraternidad, solidaridad, inclusión y responsabilidad por los otros (que son «los otros nosotros»). A otro nivel, los sucesos de Cañada Real y la muerte del joven antifascista en el metro de Madrid vienen a despertar nuestra consciencia sobre un problema que es social y no político (según parece, por la falta de atención de nuestros políticos responsables). Estas «convivencias no inclusivas» son el alimento preferido de neofascismos y movimientos antidemocráticos. Dejemos de ocupar nuestra magna razón en cuestiones insulsas (videos preelectorales o primos de nadie) y pasemos a reflexionar sobre cuestiones morales y políticas «hondas» que sean el primer paso para la acción.
Araceli Granados Sancho
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