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Valera, en el patio romántico de los dos Museos
19.01.12 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
Como valerista, es lógico y normal que al pasar por la plaza del Potro, en mis esporádicas visitas a Córdoba, acceda al seductor patio romántico que comparten, como buenos vecinos, el Museo de Julio Romero de Torres y el Museo de Bellas Artes; acceso que realizo, por supuesto, siempre que están abiertas las puertas del antiguo hospital de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo. Se trata de una visita de cortesía, pero obligada.
En el interior de este pequeño jardín podemos contemplar, sobre un gran pedestal, el busto pétreo de don Juan, obra del escultor Lorenzo Coullaut Valera. Otro busto, el de Rafael Romero Barros (labrado en bronce por Juan Cristóbal) y una cabeza romana (de autor anónimo) completan los tres pedestales que se alinean en uno de los laterales del patio.
La fuente central, con el surtidor en continuo rumor de agua; los parterres; los naranjos, recortadas sus copas en forma de bola; el pavimento enchinado con las más variadas formas… crean, a los ojos del visitante, un espíritu mágico, sentimental y soñador. Además, todo es pura simetría romántica. Dicen que el patio fue espectador de las clases al aire libre que impartía a sus alumnos de la Escuela de Bellas Artes Rafael Romero Barros, padre de Julio Romero de Torres. Hoy es lugar de permanente trasiego de personas que acuden a los Museos o de aquellas otras que se acercan a contemplar su belleza. Valera y sus acompañantes son testigos mudos del diario trajín.
En el rostro de don Juan observamos una mirada un tanto severa, no dejando vislumbrar la faceta irónica del novelista: son los inconvenientes de buscar el modelo escultórico en los últimos años de nuestro camino y no en la plenitud vital. Eso sí, la elegancia y pulcritud en su vestir es extrema.
Imaginamos que alguna sonrisa se le escapará en las plenas noches de primavera, cuando el oloroso azahar de los naranjos le evoque a su Pepita Jiménez paseando por las huertas egabrenses. La magia de las sombras lunares en esta época del año despiertan los sentimientos de hasta las mismas piedras.
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