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Aunque estos desbarajustes en el organismo no suelen durar más de 3 o 4 días, que es lo que tarda en acostumbrarse el cuerpo a su nuevo ciclo de sueño, es útil conocer la existencia de una serie de sencillas prácticas que ayudan a pasar al nuevo horario sin que el organismo apenas lo note:
Procurar evitar la siesta durante unos días
Aunque la siesta sea una práctica habitual para muchas personas, es conveniente no dormir durante el día hasta que el cuerpo se ajuste a su nuevo ciclo de sueño. De esta manera, la adaptación al nuevo horario será más rápida.
Cambiar el horario de nuestros hábitos gradualmente antes del cambio
Es recomendable, cuatro o cinco días antes del cambio de hora, modificar paulatinamente el horario de hábitos como las comidas o el de acostarse para hacer que el trastorno no sea tan brusco.
Desayunar fuerte
Al dormir una hora más, la noche se alargará, por lo que seguramente el hambre será más fuerte al despertar. El desayuno es la comida más importante del día, por lo que debe ser abundante, aunque siempre huyendo de la bollería industrial y los alimentos que contengan muchas grasas.
Tratar de evitar el consumo de bebidas que tengan efectos sobre el sueño
Es conveniente evitar las bebidas que afecten al sueño natural, como las que contienen cafeína, alcohol o infusiones como el té, para poder adaptarse de forma natural al nuevo ciclo. También es conveniente evitar los medicamentos y somníferos, aunque siempre previa consulta con el médico, ya que no es lo mismo si se está siguiendo un tratamiento contra el insomnio.
Realizar ejercicio físico moderado
La práctica deportiva es muy útil a la hora de conciliar el sueño, pero nunca debe hacerse en las horas previas a acostarse y es muy conveniente realizarlo durante las primeras horas del día.
No hacer la cena pesada
Una comida copiosa antes de dormir es la peor compañera para conciliar el sueño, lo cual no quiere decir que se vaya a dormir con hambre, que tampoco es nada recomendable a la hora de acostarse.
Chica durmiendo tapada con una manta
Los trastornos del sueño pueden ocasionar alteraciones como sensación de cansancio o falta de concentración.
Los niños y las personas mayores, los más sensibles a estos cambios
La población más sensible a estos trastornos son los niños y los más mayores. Los lactantes pueden mostrar alteraciones en su alimentación y a los niños en edad escolar les costará más despertarse. Las personas mayores también sufren más los cambios horarios, ya que les cuesta conciliar el sueño y también suelen tener el hábito de despertarse más temprano.
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