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Bajando desde la Vía Verde por la antigua Estación.
10.09.11 ITINERARIOS EGABRENSES - Escrito por: Isabel Montes Romero
“Nos gustan esas calles que al final, para encubrir un fondo imposible, tienen un cuadrito con un paisaje de campo vivo, colgado de la pared del cielo”.
Romero Murube
Bajamos desde ese cuadro, por la Estación, hoy Museo del Tren del Aceite, y nos topamos con una parte de la ciudad tan nueva, aún como a medio hacer: las amplias calles de hermosas, simétricas, y dignas casas, “Fernando de los Ríos” “Capitán General Gutierrez Mellado”, “Clara Campoamor”, “Paula Montal”, “José Aumente Baena”, “Manuel Mora Mazorriaga”; aquellas otras, que parecieran sacadas de alguna película de ciencia-ficción, con casas de amarilla línea futurista y nombres que huelen a campo, “Primavera”, “Zaranda”, “Olivo”, “Encina”; también las casas-pasaje a la independencia, construidas en el solar del antiguo vivero del Ayuntamiento. Y todas, rodeando un parque novísimo, pleno de esperanzas y proyectos, reflejo del vecindario, joven y dinámico.
Nace esta parte de la ciudad de aquel lugar que fue confín, y que no tuvo categoría de calle, solo de acera, la “Acera A. Fleming”. De aquellos lodos, insuperable abono, germinaron nutridos ejemplares, y ahí, por donde engarza la vieja con la nueva Barriada Virgen de la Sierra (vulgo, Gargallo), también están esas otras calles con sabor a comarca, “Zuheros” “Nueva Carteya” “Doña Mencía”, y la de color tan especial, con sus populares mini-arriates, que estaba destinada a llamarse “Sevilla”.
Nos asomamos a la calle “San Isidro” que, aunque de modo asimétrico, preludia la constante vocación de ciudad-jardín (con sus, a veces, inoportunos azahares) del resto del barrio. Subimos hacia la hilera de cipreses, a la calle (o acera irremediable) “Escultor Antonio Maíz Castro", reparando en que, dentro del prolífico vientre formado entre las calles “S. Isidro” y “Ramón y Cajal”, se han gestado los espacios socializadores de Gargallo (la escuela, la guardería, el instituto, y hasta la iglesia). Nos adentramos por la última calle mencionada, pensando que será imposible hallar otra mas alegre, por lo menos, hasta nuestro siguiente itinerario.
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