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La Nava, en el ‘Panegírico a la Virgen de la Sierra’
03.09.11 ESPECIAL FERIA SEPTIEMBRE - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
Si la descripción física de La Nava que podemos encontrar en algunas de las páginas de Internet es la de un poljé enclavado en el término municipal de Cabra, dentro del parque natural Sierras Subbéticas, situado a unos novecientos metros de altitud, cuya depresión consiste en una amplia meseta o valle alargado de fondo plano con una extensión aproximada de cuatro kilómetros cuadrados, cercado por escabrosas sierras calizas en las que predomina el relieve cárstico, cuyos suelos arcillosos se encharca cuando se producen abundantes lluvias formando una genuina laguna que drena hacia el norte creando el río Bailón, siendo el lugar de un gran aprovechamiento ganadero, donde árboles y hierbas crean un paraje espléndido, dotado de hermosura, ameno, apacible, deleitoso…
… la descripción lírica de la Nava de Cabra la hemos de descubrir en cuatro de las décimas del ‘Panegírico a la Virgen de la Sierra’ (1626) del poeta egabrense Jerónimo de Herrera, en las que poetiza el sitio, el pasto que conserva para el ganado, los árboles, y la multitud de hierbas medicinales. Pero, hablemos sobre una de las décimas que retrata este entorno natural, siguiendo para ello la transcripción del manuscrito de Vega Murillo realizada por Antonio Manuel Luque Laguna, ya modernizada en su ortografía y puntuación:
No lejos del monte, arriba,
está La Nava admirable,
sitio hermoso y deleitable
por sus fuentes de agua viva,
cuya plata fugitiva,
formando un murmureo tierno,
echa con su curso eterno
mil pasamanos al llano
de aljófar suelto el verano,
de cristal denso el invierno.
De la décima nos llama la atención la utilización del agua, una de las señas de identidad que convierte a esta zona en un verdadero paraíso:
“por sus fuentes de agua viva, / cuya plata fugitiva, / formando un murmureo tierno, / echa con su curso eterno / mil pasamanos al llano / de aljófar suelto el verano, / de cristal denso el invierno”.
El agua, esencial para la supervivencia, mana por fuentes de forma ‘viva’, como un venero insaciable (el agua habla sin cesar y nunca se repite, decía Octavio Paz); además, camina por la llanura convertida en ‘plata’ (consagrada metáfora del ‘agua’) y de forma ‘fugitiva’, aunque no huyendo o escondiéndose de nada (se trata de agua en movimiento). Eso sí, en su ‘curso eterno’ (el manantial no se agota), el agua deja oír un ruido continuado (‘murmureo’) y proyecta sobre la pradera decenas de cordones (’pasamanos’) para adornarla como si fuesen los flecos de un vestido. Este maravilloso paisaje lo podemos contemplar en verano o en invierno. En verano: como un conjunto de perlas (‘aljófar’); en invierno: como ‘cristal denso’ (hielo). ‘Aljófar’ y ‘cristal’ son dos metáforas lexicalizadas ya en la poesía renacentista; ‘aljófar’ alude también a gotas de rocío.
Nuestra investigación sobre el Panegírico nos llevó a otras dos transcripciones del texto, editadas por eruditos que se acercaron al original por distintos caminos. Incluso nuestra investigación nos llevó también al original y poseemos una copia del mismo. De las dos transcripciones paso a comentar, a propósito de esta décima, algunos de los versos, al existir una reproducción errónea de los mismos:
A
“cuya plata fugitiva
formando un murmullo tierno,
echa con su cuerpo eterno,
mil pasamanos el llano,
de alforjar suelto el verano,
de cristal denso el invierno”.
B
“cuya plata fugitiva,
formando un murmureo tierno,
echa con su cuerpo eterno,
mil pasamanos el llano.
De alforjar suelto, el verano,
de cristal denso el invierno”.
Observamos que en las dos copias se le atribuye al ‘llano’ las cualidades que corresponden al ‘agua’, y se interpreta mal la caligrafía ‘aljófar’ por ‘alforjar’, tal vez ‘alforjas’ (especie de talega). La palabra ‘aljófar’ la encontramos en las ‘Soledades’ de Góngora: “mas del terreno cuenta cristalino / los juncos más pequeños, / verdes hilos de aljófares risueños”, en alusión a los pequeños charcos del terreno sobre los cuales los juncos, en los que quedan gotas de agua, parecen como hilos de ensartar aljófar.
El texto del Panegírico es un texto de segunda mano, puesto que el manuscrito de Vega Murillo ‘Historias y antigüedades… de Cabra’ (comenzado en 1668 y conservado en la Biblioteca Nacional) copia una edición madrileña del Panegírico del año 1626. Es decir, el poema se encuentra dentro de la historia local egabrense manuscrita por Juan de Vega Murillo y Aguilar. Contiene cerca de mil doscientos versos y es en la parte textual de la narración, en la dedicada a la topografía de Cabra, donde hallamos las décimas dedicadas a La Nava.
De la edición del Panegírico por Antonio Manuel Luque Laguna, coeditada por la Universidad de Córdoba y el Ayuntamiento de Cabra en 2005, dice Pedro Ruiz en la presentación del singular libro: “A Jerónimo de Herrera debemos la iniciativa de la creación y la artesanía de unos versos concebidos para un fin específico, pero el cuidadoso trabajo con el texto, para su esclarecimiento y su interpretación, es una deuda que tenemos con Antonio Luque”.
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