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Propuesta para evitar los atropellos
20.09.2007 - Escrito por: Felipe Osuna Manjón-Cabeza
El episodio que se ha vivido esta tarde en la Calle Cervantes es una muestra más de la necesidad urgente que tiene la ciudad con respecto a la puesta en funcionamiento de un plan de tráfico que controle la fluidez y disminuya los riesgos que atañe al tránsito de los vehículos por las calles estrechas.
Estaba en el interior de un establecimiento cuando se escuchó un golpe seco en la calle acompañado de numerosos gritos, todo el mundo se asomó para ver lo que ocurría. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, yo aseguro de la certeza de esta afirmación y de la dureza de ese fotograma que desde hace unas horas sigue tintineándome en la cabeza. Por suerte no se trataba de una persona, era un perro el que había sido atropellado ante su dueño, un niño de unos doce o trece años de edad que lo agarraba desolado en un mar de llantos y sangre.
Un episodio sin culpables, el destino quiso que el pequeño se agachara a recoger un objeto que se había caído de sus manos y sin poder evitarlo se le escapó del brazo la correa que sujetaba al animal, que tardó poco en meterse bajo las ruedas del automóvil. El conductor se paró de inmediato al escuchar el grito, seguro que se habría creído, al igual que el resto de vecinos que se asomaron alarmados, que habría atropellado a una persona. Mientras, el pequeño agarró con fuerza al animal agonizante entre sus brazos sin importarle la sangre que manaba porel hocico. El menor iba acompañado de su madre, que inmediatamente se unió al llanto de su vástago. Lo peor de esta macabra historia es que la gente de a pie recriminó al conductor del automóvil y la mujer que lo acompañaba la muerte del animal. ¡Señora, no lo he visto! excusaba el conductor. Yo puedo asegurar que las palabras de este muchacho -cuya tez era fiel reflejo del color de las paredes del barrio del Cerro- eran más que sinceras y es que todo conductor que se atreve a pasar por esta maldita calle lo hace totalmente acojonado. Cualquier egabrense sabe que esta calle carece de visibilidad debido a la estrechez que presenta, a la que se suma el aparcamiento e incluso tránsito de los vehículos que por necesidad invaden la acera (el mío es uno de ellos y que conste que un policía local me aseguró que esta acción no la penalizan ya que hay muchos vehículos que debido a su tamaño no tienen más remedio y encima la calle no contempla una limitación de anchura).
Los llantos del pequeño y la impotencia de los espectadores al observar como el animal perdía la vida impulsaron a otros chavales a cargar contra la mujer que acompañaba al conductor. Esta señora no sabía como quitarse a la gente de encima, los chavales enfurecidos la insultaron e incluso amenazaron y todo eso ¡por un perro! Poco tardó esta mujer en ser víctima de un ataque de histeria y tuvo que sentarse a recuperarse (imagínense la escena) en la gradilla de la oficina inmobiliaria junto a la madre del pequeño, observando a un niño sin consuelo por la muerte de su mejor amigo con la ropa totalmente manchada de sangre y el desgraciado animal que yacía en el interior de una caja de frutas. Menos mal que un conocido médico se percató de la situación que estaba padeciendo la mujer e intervino de inmediato.
Al contar esta historia no pretendo sensibilizar al lector, ni mucho menos criticar que haya personas que muestren más amor hacia los animales que a los de su misma condición. Con este relato invito a la reflexión ¿y si en vez de un perro hubiese sido una mujer que se precipitara de la estrecha y traicionera acera por culpa de un resbalón? ¿o un pequeño que dentro de sus travesuras se apresurara a meterse bajo las ruedas de un automóvil sin que el conductor pudiera hacer nada?
Este peligro puede evitarse en la calle Cervantes, lo que hace falta es que el ayuntamiento esté dispuesto a hacerlo dentro del nuevo plan de regulación del tráfico. Precisamente y aprovechando la ocasión que me brindan estas líneas le remito a la señora concejala de tráfico y seguridad mi propuesta.
Los problemas que sufre la calle Cervantes son su estrechez y el amplio volumen de tráfico que soporta y la poca visibilidad que ofrece de la acera derecha, las dos primeras son irremediables pero la tercera si que es mejorable. La solución desde mi punto de vista es eliminar el estacionamiento de vehículos (con todo mi pesar) de esta calle, así se solucionaría el problema de anchura y además se podrían ensanchar las aceras (algo que el ayuntamiento tenía que haber solucionado hace bastante tiempo) mejorándose considerablemente la visibilidad y capacidad de reacción del conductor ante la presencia de cualquier obstáculo.
He ahí mi propuesta. Espero que los medios de comunciación no tengamos que cubrir jamás una noticia de este tipo donde el protagonista sea un peatón.
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