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EDUCACION PARA LA CIUDADANIA Y LOS DERECHOS HUMANOS
18.09.2007 - Escrito por: José Peña González
La reciente lectura de un artículo sobre este tema, firmado por el colectivo MARÍAS DE BETANIA, cuya amable vecindad comparto en las páginas de LA OPINION y cuya detenida lectura recomiendo, me animan a tomar la pluma para incidir sobre un tema tan actual como delicado. Me pregunto que razones puede haber para que una asignatura que en su enunciado lleva palabras tan hermosas como “educación” , “ciudadanía” y “derechos humanos” haya podido plantear tantos problemas. Como aficionado a la historia me trae a la memoria la batallona “cuestión religiosa” que ha estado presente a lo largo de nuestra historia y que creíamos superada. La España de hoy , gracias a Dios, se mueve en otros parámetros que afortunadamente ponen cada cosa en su sitio y redundan positivamente tanto en el Estado como en la Iglesia. Dos sociedades distintas y que deben aspirar a ser perfectas en su ámbito. Pero complementarias entre si, respetuosas mutuamente y alejadas de cualquier posible confusión. Es ceguera histórica ignorar la ayuda, vía presupuesto, que el Estado Español ofrece anualmente a la Iglesia española para su mantenimiento, el pago con dinero publico de la enseñanza en centros privados concertados, el acuerdo para elevar al 0,7% la aportación de los fieles a la iglesia en su declaración de la Renta, la exención fiscal para determinados actos jurídicos llevados a cabo por la Iglesia como institución o los sacerdotes católicos a titulo individual, lo que ha merecido una fuerte reprimenda de la Unión Europea a nuestro Gobierno. No es honesto ni de recibo hablar de persecución del Gobierno español hacia la Iglesia. Esa es la realidad de los hechos y muchos la compartimos. Sabemos el positivo papel jugado por la Iglesia en la sociedad española que no obscurecen algunas conductas incomprensibles y rechazables, afortunadamente minoritarias.
Pero por un mínimo de decencia no podemos permanecer en silencio ante la campaña desatada sobre la asignatura en cuestión. Nos preguntamos el objetivo útimo de la misma. Lamentamos la utilización política que de ella se esta haciendo. Sentimos que una vez mas la Iglesia española se preste a ciertas jugadas que buscan desgastar al Gobierno legítimo elegido por los españoles. Creemos que nuestra Iglesia tiene el suficiente juicio para no dejarse manipular y el sobrado conocimiento para saber que en un estado democrático las leyes las aprueba el Parlamento y todos estamos obligados a cumplirlas. Nos duele que se acuse de laicismo a un estado aconfesional tal como señala el Art. 16 de nuestra Carta Magna. Y de sectario a un Gobierno que al margen de sus planteamientos personales está manteniendo una exquisita cortesía, como no podía ser menos, con la Iglesia española y sus representantes. La oposición a esta nueva asignatura es una postura mas política que académica, mas partidista que ética. Se está utilizando, y sobre ello todos tenemos que reflexionar dada su gravedad, más como un ariete contra el gobierno de la nación que como una defensa de los derechos de los padres reconocidos constitucionalmente en el Art. 27 de la Constitución. Que se pueda hablar desde un púlpito de la objeción de conciencia a un Decreto de contenidos que permite una adaptación de los mismos a las diferentes ideologías es sencillamente un disparate. Que un combativo clérigo califique de “colaboración con el Mal” la aceptación de una norma aprobada por las Cortes, es difícil de entender. Que algunos políticos inciten a la desobediencia civil es sencillamente demencial y prueba de supina ignorancia. Todos, clase política incluida, estamos sometidos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico de acuerdo con el Art. 9.1 CE. Porque ésta es la condición sine qua non de un estado de derecho. El viejo principio de ser esclavos de la ley para poder ser libres, sigue de plena vigencia. Ojalá las aguas vuelvan a su cauce, algo que personalmente deseo y creo firmemente que así sucederá, cuando este tema deje de ser munición electoral. Entonces todo este revuelo quedará en pura anécdota. Los políticos, de acuerdo con el papel que les haya asignado el electorado, buscarán nuevos motivos de confrontación. Y todos esperamos que la Iglesia española, tan vieja y sabia, no caiga en pasados errores. Decía un ilustre historiador que la Iglesia ha sido en España como un elevado pararrayos que en los momentos de fuerte confrontación social, desviaba la cólera de las gentes hacia su templos. Confiemos en que no se repita. Hablamos mucho de la Transición. Ojalá hubiera en nuestra jerarquía hombres del talento y el talante de Monseñor Tarancon. Posiblemente nada de esta manipulación sería posible o al menos no estaría alentada por algunos sectores de la Jerarquía.
JOSE PEÑA GONZALEZ.
Calle Parrillas.
15-9-07
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