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El toro de Osborne y el analfabetismo catalán (de algunos)
11.08.2007 - Escrito por: José M. Jiménez Migueles
Se queda uno estupefacto al ver las preocupaciones que tienen ciertos personajes en el país en el que vivimos. Y como ejemplo, ahí tenemos a La Hermandad de la Bandera Negra, un grupo independentista catalán que el pasado jueves logró reunir a 20 personas que, de madrugada, poco tardaron en derribar un símbolo tan característico de nuestro país como es la silueta del toro de Osborne. De ahí, lo preocupante no es la pérdida de dicha imagen (hay 89 más repartidos en toda la geografía española), sino el comunicado que ofrecieron pocas horas después:
”Después de tres horas de buen y duro trabajo, a las seis de la mañana, el toro de Osborne de El Bruc ha caído vergonzosamente como un gigante con pies de barro. El toro de Osborne de El Bruc ha caído y, después, ha sido pisado, ultrajado y humillado por los patriotas que lo han vencido mientras por el horizonte salía un sol de justicia... Cada vez que un símbolo español sea alzado, será abatido sin contemplaciones por los patriotas catalanes como muestra de nuestra voluntad irreductible de defender a ultranza nuestros derechos nacionales”. La verdad es que es un poco espeluznante, no me explico cómo quedan personas en el mundo que tienen estas inquietudes, la verdad.
Y es que la historia de nuestro torito es bastante curiosa, ya que a punto estuvo de ser retirado en 1988 cuando la Ley General de Carreteras obligó a eliminar cualquier sustento publcitario de las carreteras españolas, hecho que afectó a que se retirara la grafía del anunciante pero no implicó que la silueta del toro fuera eliminada, algo que sí se intentó nuevamente en 1994 pero que no se logró gracias a que muchísimos municipios se levantaron a favor del símbolo e incluso la Junta de Andalucía (que con 22 toros es, con diferencia, la Comunidad que más posee, seguida por Castilla La Mancha y Castilla León, ambas con 13) propuso su catalogación como “bien cultural”. Así, hoy día se considera como una herencia artística y cultural de nuestra historia, que, como indicaba el tribunal Supremo en 1997, ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje y debe prevalecer, como causa que justifica su conservación, el interés estético o cultural, que la colectividad le ha atribuido.
Aún hoy recuerdo con nostalgia cómo se me quedaba la boca abierta y lo que saltaba en el coche cuando al venir a Córdoba aparecía el legendario toro de la Cuesta del Espino, y aún hoy es dificil evitar mirar, aunque sea de reojo, al negrísimo Osborne cada vez que aparece dominando el horizonte.
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