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Y VALERA CABALGA DE NUEVO.
05.08.2007 - Escrito por: José Peña González
Unas recientes declaraciones del premio Nóbel José Saramago ponen de actualidad a Don Juan Valera. El escritor portugués enamorado de España sueña con una posible unión ibérica entre su pais de nacimiento en la aldea de Azinhaga el año 1922 y la permanencia española en Lanzarote y Castril, el pueblo granadino de su esposa la periodista Pilar del Río.
Saramago amen de gran escritor tiene la osadía del intelectual autentico que pone en circulación ideas con la certeza inicial de su previsible rechazo e incluso su consideración de provocador. La relación entre España y Portugal, es decir entre portugueses y españoles mantiene una cadencia de amor-odio que se perpetúa a través de los siglos. La triple esencialidad ibérica de la que gustaba hablar al maestro Jover reposaba sobre el trípode galaico-portugués, la centralidad castellana y el mediterráneo catalano aragonés. Ello constituía un todo armónico que lamentablemente no tuvo la virtualidad suficiente para mantenerse unido. Desde 1580 en que el Rey Felipe II reclama los derechos dinásticos heredados de su madre la emperatriz Isabel al vacante trono portugués por la muerte de D. Sebastián en Alcazarquivir, hasta la secesión de 1640, la unión de ambas naciones, primero bajo la formula jurídico constitucional de “unión personal” y mas tarde como “unión real” no estuvo exenta de resquemores y desavenencias. Aquella unión solo podía prosperar si se daba un giro copernicano a la estructura política del Imperio en el que no se ponía el sol. Exigía que Lisboa sustituyera al monasterio herreriano de El Escorial como centro de gravedad de la política española. Un puerto de mar como núcleo central del mayor imperio marítimo que había existido nunca parecía estratégicamente más acertado que la capitalidad madrileña. Pero este paso jamás se dio. Los portugueses se consideraron utilizados a favor de los intereses castellanos. A ello se unían rencillas personales. Olvidaban que, para muchos, los nacidos en Portugal eran “castellanos vueltos de espaldas” como los define un celebre historiador. Cuando en 1640 consiguen su independencia se abre una nueva etapa en la que la influencia española es sustituida por la inglesa que prácticamente se mantiene hasta nuestros días.
Sin embargo en el siglo XIX un escritor egabrense en unión de ilustres figuras de la intelectualidad portuguesa reabre el tema, siempre espinoso, de esta relación. Es lo que históricamente se conoce bajo la rubrica del Iberismo, es decir una corriente política que aspira a la unificación de España y Portugal formando un solo Estado. Por parte española la figura que defiende esta tesis con más denuedo es nuestro Don Juan Valera. Por su estancia en Lisboa como agregado de numero a la embajada española que dirige su “tío” D. Antonio Alcalá Galiano en 1850 y mas tarde, ya como embajador en 1881, Valera profundiza en las relaciones entre ambos países y conoce a fondo la cultura portuguesa. Respalda la política matrimonial que facilitara esta posible unión que estaba en el ambiente de la clase política de la época desde los tiempos de Isabel II. Recuerdese el intento de matrimonio de la Reina de España con el Rey de Portugal, frustrado de antemano por las maniobras de la diplomacia francesa y británica, enemigas ambas, aunque por diferentes motivos, de este enlace. Años mas tarde Sinibaldo de Mas, Ministro de España en Macao ,resucita el tema postulando la boda de la hija de Isabel II, popularmente conocida como “La Chata” entonces princesa de Asturias con un príncipe de la casa reinante en Portugal. La misma idea tienen los vencedores de la llamada revolución gloriosa. Después de 1868 se ofrece el trono de España a Don Fernando de Coburgo, Rey de Portugal, quien lo rechaza por motivos personales y sentimentales.
En todos estos aconteceres esta muy presenta la mano de Valera. Su Iberismo en el que creyó firmemente se lo ha inoculado D. Serafín Estébanez Calderón, “El Solitario”, y mas tarde Don Juan lo traslada a su buen amigo D. Marcelino Menéndez Pelayo. La correspondencia con ambos esta plagada de datos relativos al iberismo. Atinadas observaciones valerianas sobre la conveniencia de la unión, principalmente para los portugueses, nación que se encuentra en su opinión sumamente postrada. Valera pone su acción diplomática al servicio de esta idea y además mueve su pluma en la misma dirección. Publica varios trabajos sobre Portugal y hace elogiosos comentarios a la obra de Oliveira Martins. A la vista de su escaso resultado muestra el pesimismo que le invade en carta a Menéndez Pelayo fechada en Lisboa el 19 de julio de 1881. En esta epístola hace suya la afirmación de Tamayo y Baus quien decía que “No quiero a Portugal si no me lo dan despoblado”. En su opinión, Tamayo ama el pais y lamenta la cerrazón mental de los portugueses. A finales del siglo XIX las posibilidades de la unión entre ambos países están más lejanas que nunca. Francia e Inglaterra azuzan la desconfianza lusitana. Valera no deja de escribir sus teorías sobre “España y Portugal” en ocho entregas que se publican en “El Contemporáneo” y también en “La Revista ibérica”. La única posibilidad que en este momento hubiera permitido esta unión era la formula federal de estado que germina en algunos espíritus ilustrados de España y Portugal al amparo de la Gloriosa y que ha sido estudiada por Victoria López Cordón. Pero no estaba el campo preparado para esta siembra en ninguno de los dos países. Y el Iberismo de cuño valeriano fracasó.
Hoy, cuando Saramago pretende la integración portuguesa en España como una Comunidad Autónoma más dentro de la estructura del Estado español, al mismo nivel que las llamadas nacionalidades históricas, manteniendo su lengua y tradiciones, es consciente que enlaza con el viejo sueño de un gran admirador a partes iguales de Cervantes y Camoens. Es decir Don Juan Valera que en tantas cosas demostró un fino olfato político. El hecho de que ambos pueblos formen parte de la unión europea en la que ingresaron el mismo dia y las exigencias de un mundo supranacional y globalizado en el que nos movemos , a lo mejor hace menos utópicos los sueños del gran Valera recuperados hoy por la provocadora propuesta del Premio Nóbel portugués José Saramago.
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