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VALERA Y EL FERROCARRIL.
23.07.2007 - Escrito por: José Peña González
Acaba de anunciar la RENFE la entrega de las obras de Valera y otros dos escritores españoles a los usuarios de la línea férrea que une Ávila y Salamanca con Madrid. Me imagino al irónico autor egabrense celebrando la lectura de su obra en el cruce de caminos de la sierra madrileña que se abre a la Castilla profunda y al mismo tiempo lamentando que ello no redunde en su apurada economía, al carecer ya de derechos de autor. Don Juan vivió muy de cerca el trazado del ferrocarril que tendría parada en Cabra y permitía acercar los productos de la tierra al puerto de Málaga. Don Juan fue un pertinaz usuario de las vías férreas europeas y españolas como buen viajero impenitente. Gracias a su amistad con la familia malagueña de los Loring, el mismo fue Consejero de la Compañía que llevó a cabo primero el trazado y después la explotación de esta vía férrea. Precisamente por esta circunstancia se llevo más de un disgusto. A causa de una negativa de subida de tarifas en la Compañía ferroviaria por parte del Gobierno se vio obligado a presentar su dimisión. Valera había sido nombrado por el Gabinete Sagasta Ministro Plenipotenciario en Lisboa en febrero de 1881 y al mismo tiempo Senador Vitalicio del Reino. En esta condición es requerido por el Gobierno en el mes de mayo de 1883 para que se persone en Madrid y vote en la Cámara Alta la rebaja del diez por ciento que el Gobierno aplica a las tarifas ferroviarias.
Valera viene a la Corte pero no sigue las instrucciones del gobierno votando negativamente la rebaja de tarifas. Aduce su condición de Consejero en la empresa de ferrocarriles. Estamos ante el típico caso de conflicto entre los intereses privados y los públicos. En un sano ejercicio de autocrítica Valera reconoce que “para ser tuno y cuco es menester un desenfado, una audacia, un brío insolente del que carezco yo. Ahora estoy pagando con usura, la cucada indigna e impropia de mi manera de ser, de haber conservado siendo Ministro en Lisboa, el turrón ferrocarrilesco”. Acosado por la prensa, de modo especial por el Diario El Liberal cuyo Director ha publicado un suelto, burlándose de Valera a quien llama el “Senador X”, Don Juan presenta su dimisión al Ministro de Estado, marques de la Vega de Armijo y es sustituido por Méndez Vigo, aunque el Gobierno tarda en aceptársela. Tiene que regresar a Lisboa para presentar las “recredenciales diplomáticas” y de allí marcha a Cintra donde pasa el verano. A finales de septiembre de este año vuelve a Cabra y Doña Mencia. Acaba de perder de golpe un doble “turrón”: el sueldo de los ferrocarriles y el de la carrera diplomática. Confiesa que se encuentra “despampanado y en la inopia” desde el punto de vista económico. Ello le obligara a solicitar de nuevo del Gobierno una Embajada. Pide Viena, Berlín o Washington según escribe a su hermana Sofía desde Cabra. El suicidio del embajador español en Estados Unidos Don Francisco de Barca y del Corral en septiembre de 1883 permite al Gobierno cubrir la vacante con el escritor egabrense. El ministro de Estado D. Servando Ruiz Gómez le extiende el nombramiento.
Cuando el autor de Pepita Jiménez tiene sesenta años y se encuentra “vejarrancon y acoquinado”, se ve obligado a reintegrarse a las tareas diplomáticas, pero las circunstancias económicas mandan y contra su gusto toma el barco para cruzar el Atlántico.
Los usuarios del ferrocarril español podrán gozar en su corto viaje de las delicias de un escritor andaluz que además de su amplia carrera diplomática, tuvo una estrecha relación con la ciudad salmantina a la que representó en las Cortes de la Restauración por la Universidad de Salamanca hasta 1879 y que presidió el tribunal de oposiciones a la cátedra de Griego de esa Universidad que obtuvo el inclito vasco D. Miguel de Unamuno y Jugo. Son pues muchas las razones que posiblemente hayan movido a la RENFE a incluir a Valera entre los autores que harán mas agradable el viaje hacia la gran ciudad universitaria a orillas del Tormes.
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