|
La tercera edad o nuestro triste final
07.02.10 RELATO CORTO - Escrito por: Antonio Fernández Álvarez
La decrepitud de Isabel, la senectud a sus ochenta y cinco años, impresionó de sobre manera a su cuidador, las risas continuadas de ella, su canto monótono y siempre el mismo.
La residencia parecía un lugar tétrico para estas personas que solo esperaban la muerte, es verdad que Isabel no era consiente, su chochez la apartaba de la realidad, pero en cambio Rosa era consiente de su soledad, del abandono al que se veía sometida por sus hijos, de su final el cual deseaba en sus tristes noches donde lloraba abrazada a su almohada. Sin embargo Pedro le tenía desconcertado con 58 años le parecía el de más fortaleza, energía, resistencia, lozanía y salud pero su soledad no solo era familiar, sino con los internos residentes y los cuidadores, ya que nunca nadie iba a visitarle y él no se abría a nadie de la residencia.
Los días aburridos, pesados, y grises de la existencia de Isabel, Rosa, Pedro y el resto de las 10 personas que había en la planta 1ª, comenzaban a las 8 de la mañana, cuando los enfermeros, pasaban con el termómetro y les tomaban la temperatura a cada una de ellas, a continuación desfilaban a los baños donde los cuidadores lavaban a los impedidos. A la 9,30 desayunaban, siempre lo mismo, leche y galletas, luego pasaban a la salita donde unos veían la televisión, otros hablaban y otros paseaban por el jardín. A las 14 horas el almuerzo que era repugnante para la lucida Rosa, feliz para Isabel que siempre reía y un mero trámite a seguir para llenar la soledad de Pedro. De 17 a 19 horas, las visitas de los familiares hacía que la tarde pasase rápidamente. La feliz Isabel siempre preguntaba por su hijo y su marido incluso a ellos mismos, no era conciente de su decadencia. A esas horas Pedro rehuía todo contacto y se encerraba en su habitación. La nauseabunda cena servida siempre a 20 horas, volvía a Rosa a su amarga realidad, Isabel risueña y feliz comía; Pedro, se sentaba solo, en una pequeña mesa del comedor, como siguiendo un rito, y volvía a su cuarto, donde un día aparecería ahorcado con su sábana, Rosa moría de inanición cuatro meses después de su ingreso, Isabel reía cuando murió la tarde el día que acaba de cumplir, 86 años.
El cuidador se suicidó con 70 años el día en que sus hijos le comunicaron que le llevarían a una residencia de la tercera edad, ya que ellos no podían atenderle también como estaría allí.
|
|
|
|
|
|