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Juan Soca, un gran humanista
20.01.10 - Escrito por: Antonio Suárez Cabello
 La amena conferencia pronunciada recientemente por Antonio Moreno Hurtado sobre ‘Los antepasados de don Juan Soca’ en la Casa Natal de Valera, y programada dentro de los actos del 75 aniversario de la Biblioteca Pública Municipal que lleva el nombre del poeta egabrense, sirvió para poner de manifiesto, una vez más, la calidad personal y humana del poeta egabrense, llena de amabilidad y cortesía. Como dice Matilde Galera, “lo que más resaltó siempre en él fue su cordialidad; su amable bondad para con todos, su autenticidad, su humildad, su modestia”, un hombre que según la especialista de Valera “se entregó en cuerpo y alma a la literatura e hizo de ella su vida”.
Don Juan Soca, aunque no quiso salir de Cabra, sí pudo desarrollar su personalidad como escritor fuera de la localidad. Hace algún tiempo, en un artículo que escribí en la revista ‘El Paseo Cultura’ sobre el ultraísmo y la influencia de Juan Ramón Jiménez en Pedro Garfias, aludía a la actitud de Soca en no probar fortuna en el Madrid literario de entonces. Su amigo Manuel F. Lasso de la Vega proponía que se marchase de Cabra una bella tarde y sin dinero, pero con una maleta llena de cuartillas: “vete a Madrid en tercera-decía-, y cuando llegues a la Corte de los milagros, pasa malas noches, come en los figones baratos y escribe versos, como Carrere, como los escribió Verlaine”. El joven poeta, sin embargo, no quiso tentar la bohemia madrileña y prefirió la patria chica para el transcurrir de sus días. Sus amigos ultraístas, desde la revista ‘Grecia’ [Madrid, 1920], escribían: “Soca no sigue un camino paralelo al nuestro, su nave ancló en un puerto del Sur”.
Efectivamente, su barco varó en Cabra, aunque el lírico egabrense navegó desde su ciudad natal a otros puertos del mundillo literario de su época. Como señala Rafael Cansinos Assens en ‘La novela de un literato’, “Juan Soca no ha salido nunca de su pueblo natal, la Egabro de don Juan Valera. Toda su actividad literaria la ha desarrollado allí; pero desde allí ha irradiado su fama de poeta y prosista pulcro, inspirado y efusivo, a toda Andalucía y a Madrid, donde cuenta con valiosas amistades literarias”. Para el promotor del movimiento literario ultraísta, aunque su participación personal en él fue escasa, “Juan Soca ha triunfado pues sin salir de su pueblo, sin exponerse a la bohemia, a veces innoble, de otros escritores ambiciosos y es un ejemplo para los audaces y los locos. Sus libros, sus hijos espirituales, han velado por él”. Señalando además el literato sevillano que el pueblo que le vio nacer, Cabra, supo reconocer su valía: “Egabro no ha sido ingrata con su poeta y en 1934, al fundarse la Biblioteca Municipal, lo nombró director de la misma, brindándole al escritor el goce de vivir y envejecer entre libros”.
Merecidamente, la vida de don Juan Soca transcurrió en el goce de los libros; los que formaban parte de la Biblioteca Municipal y aquellos otros que él escribió, ‘sus hijos espirituales’, de los cuales aún nos queda mucho por descubrir.
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