|
BRILLOS EN BRONCE
27.11.09 RINCÓN DE ARTE - Escrito por: José Peña González
En la sala de exposiciones temporales del Patrimonio Nacional en el Palacio Real de Madrid, se presenta patrocinada por la Fundación Banco Santander, una magnifica exposición que recoge parte de la esplendida colección de bronces atesoradas por la Monarquía española desde los tiempos de Carlos V. Los artistas italianos del siglo XV pusieron en marcha la moda de los estudiosos, es decir los gabinetes de los príncipes y grandes señores que reunían en sus habitación es privadas obras de arte, poniendo en marcha un coleccionismo de arte que facilitó el desarrollo del sentimiento artístico que entraba con pujanza en el inicio del quatrocento.
El primero de estos grandes artistas es Giambologna, el escultor de los duques de Toscana, quien en Roma aprende a copiar las grandes obras de la cultura clásica. A su lado Bonacolsi, el artista mantuano conocido como el Antico. En Padua Andrea Brioscio, el “Riccio” monto un taller para hacer el vaciado de pequeñas esculturas que luego pasaban a bronce. En Ravena Severo Calceta se especializa en la reproducción de seres fantásticos, con una técnica muy depurada lo mismo que Gambello y Sansovino. A partir de ellos se formó una escuela de escultores en obras de gran tamaño, destacando el genial Tacca autor de la escultura de Felipe IV de la plaza de Oriente, en la línea del barroco florentino.
El intercambio de piezas de arte fue frecuente entre los monarcas europeos y en este sentido la Monarquía Católica, dada su posición política hegemónica, recibió obsequios de las pequeñas cortes italianas de modo especial de los mediceos. Este fue el origen de la magnifica colección de los reyes españoles, aumentada por las adquisiciones de Felipe III y muy especialmente su hijo Felipe IV quien encarga a Velásquez adquiera con motivo de su viaje a Italia una buena representación de los mejores artistas italianos del momento.
Luego, cuando Francia recoge el cetro perdido por España tras la derrota de Rocroy y la Paz de Westfalia en 1648, y especialmente con la llegada a España del duque de Anjou para ocupar el trono de San Fernando con el nombre de Felipe V, viene con un legado conocido como el tesoro del Delfín. Su segunda esposa, la italiana Isabel de Farnesio, buena conocedora del arte antiguo, incrementa la colección y su hijo Carlos III. Pero corresponde a Carlos IV la aportación más importante. El año 1804 compra la colección del Conde de Paroy, posiblemente la más completa en pequeñas esculturas en bronce de las existentes en el mundo. A los bronces de la exposición se unen libros de la época y cuadros con los distintos miembros de la realeza española. Una gran exposición, muy original al basarse fundamentalmente en bronces, y al mismo tiempo una esplendida lección de historia. Vale la pena acercarse al Palacio Real de Madrid, donde permanecerá hasta el mes de enero del nuevo año.
|
|
|
|
|
|