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El crucificado de la Conversión de la parroquia de la Barriada
05.10.09 - Escrito por: Salvador Guzmán Moral
Un Cristo de Ortega Bru en Cabra. Si hace unos años se hubiera dicho que en Cabra existía un Cristo de Ortega Bru, tampoco yo lo hubiera creído. Cuando el párroco de San Francisco y San Rodrigo me encargo a principios del verano de 1994 restaurar el Crucificado de su altar mayor, no podía imaginar esta sorpresa.
Veinte años antes, a finales de 1974, don Francisco Ramírez Chamizo encargó al taller de arte sacro de Santa Rufina de Madrid una imagen de Crucificado, según sus palabras: “que fuera un Cristo vivo y expresivo”, y al interesarse poco después quién iba a ser su escultor le comentaron que un tal Ortega Bru, en concreto Augusto Ortega Bru. En abril de 1975 llegaría la imagen del Cristo de la Conversión a la Barriada y en mayo de ese mismo año, el obispo de entonces don José María Cirarda Lachiondo inauguraría la parroquia.
Se trataba de un Cristo de buenas dimensiones, en madera patinada sobre cruz plana, que al cabo de unos años empezó a agrietarse. Fue entonces, en 1985, cuando lo resanaría y policromaría el conocido imaginero cordobés Juan Martínez Cerrillo, quien posteriormente realizaría la Virgen de la Paz de esta misma iglesia.
Así en 1994 con ocasión de su desmontaje para someterlo a un tratamiento de desinsectación fue cuando apreciamos lo que hasta entonces había pasado desapercibido a los ojos de todos. Cuando pudimos apreciar la calidad de sus formas y detalles, y descubrimos la mano inconfundible de uno de los imagineros más sobresalientes de este siglo, Ortega Bru.
Luis Ortega Bru había nacido en San Roque (Cádiz) el 16 de septiembre de 1917, hijo y nieto de alfareros, estudió en la Escuela de Artes y Oficios de la Línea. Su filiación republicana le llevó durante la Guerra Civil a un campo de concentración en Molina de Segura (Murcia). Una vez libre en 1943, comenzaría su preparación imaginera trabajando en el taller sevillano de Juan Pérez Calvo y en 1950 realizaría su primera gran obra, el Cristo de la Misericordia del Traslado al Santo Sepulcro de la Cofradía sevillana de Santa Marta. Denostado por unos y elogiado por otros, Ortega Bru fue en muchas ocasiones incomprendido y criticado, lo que propiciaría su marcha temporal de Sevilla.
En 1952, el artista había contraído matrimonio con una joven de origen egabrense, Carmen León Ortega y con ella tuvo cuatro hijos.
Interesado por la plástica de Juan de Mesa, realizaría en 1954 su particular versión del Crucificado de la Conversión del Buen Ladrón con el Cristo de la Salud de la cofradía hispalense del Huerto y que se puede contemplar en la capilla de Montesino situada en la calle Feria de Sevilla. Este crucificado y el de la Barriada de Cabra mantiene idénticas formas y proporciones; tanto es así que viendo uno y otro, a nadie se le escapa pensar que se trata de dos obras iguales o muy parecidas, ambas poseen la tensión, el dinamismo y la anatomía gigantesca propias de las imágenes de Ortega Bru.
En 1955, Luis Ortega Bru se trasladaría a Madrid donde compartiría taller con su hermano Augusto. Durante su etapa madrileña, los hermanos Ortega Bru trabarían juntos y recibirían encargos tanto nacionales, como extranjeros a través de distintos establecimientos de arte sacro, como los Talleres de Félix Granda o los de Santa Rufina.
En 1974, Luis Ortega Bru regresaría a Sevilla donde trabajaría con el afamado tallista Manuel Guzmán Bejarano, antes de trasladarse a su propio estudio en la callle Castellar. Es en este momento cuando se encarga la imagen del crucificado egabrense, y pensamos que si bien lo ejecutó finalmente Augusto Ortega Bru, muy probablemente lo haría sobre un modelo y con la intervención en parte de su hermano Luis.
La impronta y calidad del Crucificado de la Conversión de la Barriada nos lleva a afirmar que se trata de una obra nacida de la genialidad de Ortega Bru, del artista que afirmaba que sus Cristos eran “gritos desgarrados”.
Luis Ortega Bru moriría el 21 de noviembre de 1982 y por su importancia historico-artística y cofradiera en este artículo queremos destacar el hecho de que la imaginería egabrense cuenta con una obra directa o indirectamente de nacida de su mano, y aunque sea una imagen pasionista de las que no salen en Semana Santa... al menos de momento.
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