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El viernes 22 de Junio subiste al escenario, en ese Círculo de la Amistad al que tanto quieres, y nos dijiste: “con este me corto la coleta”. No, Paco, no. Ese día, con ese insuperable Pregón Taurino y ese recuerdo de alguien a quien los dos tanto queríamos (Manuel Benítez Carrasco, nuestro Manolo) demostraste que aún te queda mucho para llevar esa “coleta”. Vamos, que esa “coleta” no es de las que se cortan así como así.
UN ARTÍCULO DE MARIA JOSÉ CARMONA GONZÁLEZ - Escrito por:
Paco, humilde y apasionado Paco, tu historia está necesariamente ligada a la de tu pueblo, a la de tu Virgen de la Sierra. ¿Me vas a hacer creer que nunca más vas a “cantar” a Cabra ni a la “Señora”, como muchas veces la has llamado? No, Paco, no. Eso ni en broma.
Dice que se corta la coleta…
Lo dudo. Alguien como él jamás hará tal cosa. Quizás no se vuelva a subir a un escenario (que también lo dudo) pero me niego a consentirle que deje a un lado lo que tanta vida le da y, a la vez, tantas satisfacciones y buenos momentos hace pasar a otros. Personas próximas, conocidas o no, amigos o familia, no le van a consentir a Paco Carmona que se corte la coleta. Disfrutar con lo que él escribe o interpreta. Emocionarnos con cómo dice lo que dice, con cómo cuenta lo que cuenta. Sus anécdotas y ese buen hacer de rapsoda del que no muchos pueden presumir. ¿Y saben por qué? Porque hacer las cosas con sentimiento y humildad tiene esos resultados. El sentimiento que Paco Carmona le pone a todo lo que hace, pero a todo, no sería lo mismo sin la humildad que ha acompañado a este hombre, excepcional donde los haya, desde el principio de sus días.
Muchos aún pueden recordar a ese niño que subía y bajaba de la estación, con un abrigo heredado de otros con más posibles, con esos remiendos en la ropa y unas sandalias de goma. Nevara, lloviera o hiciera el calor más insoportable, el entonces Paquillo Carmona de la posguerra ya era humilde y sentimental. O quizás sería mejor decir “apasionado”. Para él tenía la misma importancia llevar paquetes o recogerlos del tren, trabajar de botones en el Ayuntamiento, hacer los recados que hiciera falta para sacar alguna “pesetilla” que ir al Centro Filarmónico a dar sus clases de solfeo y aprender a tocar el violín. Con humildad y sentimiento; con pasión.
Paquillo Carmona, el hijo más pequeño de una familia humilde: Manuel Carmona, barbero que llegó de Dos Hermanas, y Margarita Roldán, que estuvo sirviendo a otros hasta que las fuerzas y un mal paso que la dejó casi impedida se lo impidieron.
Aquel Paquillo Carmona que lo mismo hablaba de tú a tú con Don Juan Soca, a quien admiraba, que con cualquier chiquillo de su calle. Que igual saltaba a “piola” vestido de monaguillo, que ayudaba la misa, que devoraba cualquier lectura que le procurara conocimiento.
Aquel Paquillo Carmona era, fue siempre, un compañero para sus compañeros; un amigo para sus amigos; indiferente con los enemigos (de todo tiene que haber, ya saben, la envidia…) y un marido y padre que muchos habrían querido tener a su lado.
Aquel humilde y apasionado Paquillo Carmona se jugó el cuello en épocas difíciles. Esos días oscuros en los que opinar era poco menos que pecado. Aquel muchacho que tuvo que salir a cantar con su “conjunto músico-vocal” por los pueblos para poder llevar dinero a casa cuando Manuel, el barbero de Dos Hermanas, se fue para siempre de repente y había que seguir llevando dinero al hogar de Margarita.
Paquillo, ya Paco, se convirtió en “La Voz”. Su voz es sinónimo de radio. La historia de la radio en esta tierra –no en vano su nombre aparece en la Enciclopedia de Andalucía- tiene que contar forzosamente con este humilde y apasionado hombre.
No te cortes la coleta, Paco. Y no es un ruego, es una orden.
Quiero (necesito) seguir viéndote delante de tu ordenador –que has cambiado ya por tu vieja Hispano Olivetti- enjaretando palabras, combinando sentimientos, pintando con letras la prosa y la poesía con la que tantas cosas has dado a quienes te admiran y quieren. Que no son pocos…
El viernes 22 de Junio subiste al escenario, en ese Círculo de la Amistad al que tanto quieres, y nos dijiste: “con este me corto la coleta”. No, Paco, no. Ese día, con ese insuperable Pregón Taurino y ese recuerdo de alguien a quien los dos tanto queríamos (Manuel Benítez Carrasco, nuestro Manolo) demostraste que aún te queda mucho para llevar esa “coleta”. Vamos, que esa “coleta” no es de las que se cortan así como así.
Paco, humilde y apasionado Paco, tu historia está necesariamente ligada a la de tu pueblo, a la de tu Virgen de la Sierra. ¿Me vas a hacer creer que nunca más vas a “cantar” a Cabra ni a la “Señora”, como muchas veces la has llamado? No, Paco, no. Eso ni en broma.
Sí, vale, de acuerdo, soy tu hija ¿y qué? Están los lectores en todo su derecho al pensar –que lo harán como es lógico- que estas palabras que ahora escribo no son objetivas. Pero es que miren, no lo pretenden siquiera. ¿Acaso sería objetivo cualquiera que haya disfrutado, que se haya emocionado con un pregón de Paco al pedirle que no hablara de cortarse la coleta?
Con toda humildad, Paco, con todo el sentimiento y la pasión que has sabido transmitirme por las cosas, déjame repetirte esta orden, que no ruego: “No te cortes la coleta”.
Te quiero, papá. Gracias siempre por cómo has sido, por cómo eres, por todo tu ejemplo.
María José Carmona González.
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